Número mágico el tres. Tres eran los Chiflados, tres los Mosqueteros, tres los tristes tigres, tres los de la Santísima Trinidad, 33 —se acepta— era la edad de Cristo al morir, tres el instrumento musical, tres los integrantes de Los Panchos, tres los del Eje de la Segunda Guerra Mundial, tres los de Yalta, tres los que se reunieron en las Azores para destruir a Iraq y ahora tres los que están desesperados por bombardear a Siria. Hay que tararear: «Tres eran tres, los tres Villalobos, tres eran tres y ninguno era bobo». Para bien y para mal el tres se repite constantemente y en múltiples ocasiones, hechos y cosas.
El primer ministro del Reino Unido, David Cameron; el presidente francés Francois Hollande y Barack Obama están locos por destruir a Siria. Al igual que en el pasado George Bush, Tony Blair y el caballerito Aznar se pusieron de acuerdo para asesinar iraquíes, estos ahora quieren hacer lo mismo con sirios. ¿Qué es lo que está pasando en el mundo? ¿Cómo es posible que se vea como común que una o varias naciones se puedan poner de acuerdo para tranquilamente destruir otras?
En Iraq fueron las famosas armas de destrucción masiva —que no aparecieron por ninguna parte— el argumento que utilizaron para matar a cientos de miles de iraquíes mediante bombardeos indiscriminados contra las ciudades de aquella nación. Ahora están argumentando, sin aún presentar ninguna prueba concreta, que el Gobierno sirio utilizó gases químicos en contra de la población civil.
Hasta el momento en que escribo este comentario, los funcionarios de Naciones Unidas que están en Siria, con el permiso del Gobierno de aquel país, no han presentado un informe oficial de lo que verdaderamente sucedió hace unos días en los suburbios de Damasco. Sin embargo, estos tres personajes de la política mundial afirman que ellos sí saben y, además, que tienen pruebas de que el Gobierno sirio fue el que utilizó esas armas químicas.
¿Cómo es posible que estas gentes estén tan convencidas de la responsabilidad de Bashar al-Assad si ninguno de ellos ha estado en suelo de aquel país para investigar lo sucedido? Todo apunta a que es una forma de tratar de convencer a la opinión pública internacional para buscar apoyo a la agresión contra Damasco, pues el mundo está en total desacuerdo con la misma. Tanto en Francia como en Reino Unido y en Estados Unidos, la mayor parte de la población se opone a dichos ataques aéreos sin, por lo menos, el consentimiento del Consejo de Seguridad de la ONU.
En realidad, no creo que les importe mucho la opinión pública de sus respectivos países para actuar, ni tampoco la del Consejo de Seguridad. Ya lo han hecho en diferentes ocasiones sin contar con ellos, pero no es lo mismo en este caso como lo fue en Iraq o Libia. La situación geográfica de Siria es bastante problemática. Se puede saber cómo empieza el estallido de un conflicto internacional en aquella región, pero va a ser muy difícil saber cómo termina.
Siria es un país fuertemente armado y cuenta con la alianza de Hezbolá, del Líbano —los cuales le demostraron a los israelíes, poco tiempo atrás, lo que son capaces de hacer—, la ayuda de Irán con todo su armamento sofisticado y el apoyo internacional de Rusia. Con fronteras con Israel y el Líbano, viéndose perdida, Siria podría llegar a hacerle serios daños al mejor aliado que tiene Estados Unidos en aquella zona. Los cohetes sirios y libaneses pueden muy bien poner en peligro la seguridad del Estado de Israel. Hay que tener en cuenta que esta no es la misma Siria de la guerra del Golán. Esta cuenta con un armamento más moderno y sofisticado que el que poseía en aquella ocasión. Además, lo más probable es que Irán no se quede con los brazos cruzados ante un ataque contra Siria.
Desde que comenzó el conflicto interno en Siria, los aliados occidentales han estado amenazando al Gobierno de aquel país de una u otra forma. Han exigido la salida del poder del presidente Al-Assad, han creado una campaña internacional de desprestigio y han dado todo tipo de ayuda a los insurgentes que llevaron la violencia a las calles de aquel país. ¿Por qué? Es inaceptable, además de hipócrita, que sigan utilizando el argumento de la falta de democracia para esa campaña de difamación, menos en aquel lugar, donde muchos de los aliados de Occidente son unos sátrapas de marca mayor, como es el caso de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes.
Lo único que uno se puede imaginar es que a los intereses de las potencias occidentales les conviene que el Medio Oriente esté en constante movimiento. ¿Para qué? Hay que preguntárselo a estos tres últimos cruzados de Occidente, a estos tres tristes tigres.
*Periodista cubano radicado en Miami