Como casi todo en la vida, el propio avance de la humanidad supone el fin de prácticas que otrora parecían insustituibles y hasta indelebles.
La misma revolución tecnológica le impuso fecha de caducidad a no pocos fenómenos que alguna vez facilitaron esos avances que disfrutamos hoy, progresos de tiempos otros que en gran medida hicieron posible el advenimiento de una nueva era y, con ello, su propia desaparición.
No imagino creación humana que, debido al vertiginoso avance y desarrollo de la capacidad del hombre, no esté destinada a quedar atrás.
Mi pregunta, o mejor aún, mis preguntas, giran en torno a una actividad o profesión que nos acompaña desde hace siglos. Y después de mi razonamiento, para nada arbitrario, pudiera pensarse que me contradigo en defensa de ideas que a continuación pretendo esbozar.
¿Desaparecerá el periodismo tal como lo conocemos actualmente? ¿Estamos ante el fin de los medios impresos? ¿Reemplazarán los nuevos soportes tecnológicos al papel como fuente de conocimientos?
Cada vez que surgen nuevas formas y soportes para comunicar información, se pone en tela de juicio la supervivencia del medio de comunicación de masas más antiguo: la prensa escrita.
La polémica entre el periodismo impreso y el periodismo virtual está montada en la misma película de la década de los 50. En aquel entonces se planteaba que la televisión sepultaría a la radio y dañaría al cine.
De momento, ambos siguen vivos y pujantes sin hacerle mucho caso a la pantalla televisiva y a las predicciones amenazantes.
Sin embargo, algo que, desde el punto de vista de las empresas periodísticas, empezó como la búsqueda de un nuevo canal de distribución, como la adaptación a un nuevo soporte de un producto ya conocido, se convirtió en un nuevo medio.
La Internet aúna todo lo antes conocido en materia de información y, además, presenta características propias. La interactividad, participación del ciudadano común en los procesos productivos, su incuestionable inmediatez y accesibilidad, son algunas de las ventajas de la forma que está llamada a «terminar» con los días gloriosos del papel.
Según mi criterio, los medios tradicionales de comunicación masiva y la red de redes son complementarios, por lo que la aparición de uno no tiene por qué suponer la desaparición de los otros.
Nos encontramos ante un nuevo fenómeno que, lejos de acabar con los periódicos tradicionales, los obliga a cambiar sus conceptos y maneras de hacer. Solo así será posible la supervivencia de la letra impresa y la compenetración de esta con los nuevos que llegan.
Los medios clásicos, fundamentalmente la prensa, seguirán existiendo y volverán a adaptarse a las nuevas circunstancias como lo han hecho en el pasado.
La «telaraña virtual» no solo ha puesto desafíos a la prensa tradicional: también la hace crecer.
El periodismo impreso no desaparecerá con la globalización del ciberespacio, siempre y cuando sea su propuesta más rigurosa y le ofrezca al público otros elementos que la red de redes no pueda brindar.
Creo entonces que el periodismo de la Internet, por su inmediatez, se quedará con la hegemonía del titular y de la noticia, y la antigua versión escrita profundizará en la crónica, la investigación, las estadísticas, las entrevistas y los reportajes, buscará lo interesante y revolucionará su estructura clásica.
Y tanto uno como el otro, sobrevivirán en un maridaje informativo, con sus semejanzas y diferencias.