Tanto José Martí como Fidel Castro han subrayado que el cumplimiento del deber nos hace contraer como nueva responsabilidad el continuar cumpliéndolo.
Hace 48 años, al proclamar a Cuba territorio libre de analfabetismo un 22 de diciembre, fecha después escogida como Día del Educador, los alfabetizadores preguntaron a Fidel: «dinos qué otra cosa tenemos que hacer». Pasado casi medio siglo, es necesario meditar acerca de cómo debemos, en las complejas condiciones actuales de Cuba y del mundo, actualizar ese compromiso.
Hoy es un imperativo alcanzar una educación y una cultura íntimamente relacionadas con el movimiento social, político y moral de la nación y su proyección internacional y universal. La herencia que nos viene desde Varela, que recibimos de la tradición educacional cubana y enlazamos en este período nos impone como tema sagrado, para con Cuba, América y la Humanidad, alcanzar esa cultura general integral masiva a la que se ha venido refiriendo Fidel con insistencia.
No hay cuestión moral, filosófica, jurídica o política de mayor interés para las instituciones docentes, y dentro de ellas, las universidades, que profundizar en la práctica de la integralidad, la masividad y la sistematicidad relacionándolas con el movimiento popular desde la base hasta la cúspide. Es una responsabilidad que recibimos de nuestros antecesores, y estamos en el deber de lograr transmitir esta hermosa herencia a las nuevas generaciones.
Junto a la imagen de José Martí, a partir de la proclamación de Cuba como territorio libre de analfabetismo nació el movimiento cultural, educacional y científico generado por la Revolución de Fidel que durante más de cuatro décadas ha estado en su columna vertebral, y que en los albores del nuevo siglo resulta decisivo para la independencia del país, carta de presentación de Cuba ante el mundo y que, desde luego, resulta esencial hacerlo llegar a los más jóvenes.
Hoy, 48 años después de aquel histórico acontecimiento que tuvo su colofón en la Plaza de la Revolución, podemos plantearnos nuevas interrogantes y asumir la solicitud de Fidel de un mínimo de filosofía sobre la necesidad de la modestia, trabajando con firmeza para que nuestra educación esté a la altura de los nuevos desafíos que debemos enfrentar en estos albores del siglo XXI. Propongo iniciarlo con estos pensamientos:
José Martí dijo: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre»1.
Lenin expresó: «Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario»2.
Por último la estrofa inicial del Himno Nacional Bolivariano, tal y como la expresara el Libertador: Gloria al bravo pueblo/ que el yugo lanzó/ la ley respetando/ la virtud y honor.
Con lo anterior podemos iniciar el mínimo de filosofía que nos conduzca a salvar a nuestra especie de su extinción. Analicemos para ello el ALMA del ALBA que funcionará como una rama importante de los acuerdos de esta última, tal y como queda expresado en los párrafos aprobados en la VIII Cumbre de dicha institución.
Esperamos que este pensar nos conduzca a la acción por el único camino de la Revolución.
1 José Martí, Obras Completas, Editora Nacional de Cuba, 1964, t. 8, p. 288
2 V.I. Lenin. Qué hacer. Escrito entre fines de 1901 e inicios de 1902. Tomo 6 de las Obras Completas, páginas 1 a 203, Editorial Progreso, Moscú, 1981