Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Marcas made in USA

Autor:

Nyliam Vázquez García

Más de tres veces negó su culpabilidad. El joven sargento estadounidense, cuyo nombre no fue revelado, insistió en que no estaba relacionado con la muerte del anciano japonés, hasta que no le fue posible sostener más la mentira. Tal vez la verdad lo torturaba demasiado. Él lo atropelló. El otro hombre, que con 66 años se cruzó en su camino, no tuvo tiempo de nada. El estruendo, el grito… Murió horas después. Todo pasó en Okinawa.

Las autoridades locales encontraron en un garaje cercano el auto abollado del sargento, con restos de sangre y cabellos en el parabrisas. Los investigadores indicaron que las muestras coincidían con el ADN del anciano. Una nueva víctima aviva el rechazo de los japoneses ante la presencia de las tropas estadounidenses.

Recientemente el canciller nipón, Katsuya Okada, reiteró la esperanza de que su Gobierno resuelva antes de que termine el año el problema del traslado de una de las bases norteamericanas en la isla de Okinawa, foco de tensiones entre Washington y Tokio. Se vislumbra que el tema se mantiene en la agenda del casi recién estrenado Gobierno del Partido Liberal Democrático (PLD), incluso después de la visita a Japón de Barack Obama.

Claro que el Pentágono se niega a cualquier medida que ponga en peligro sus intereses en la región; ni siquiera un movimiento de las tropas hacia otro sitio menos poblado le es conveniente. Mientras, el primer ministro, Yukio Hatoyama, prometió que revisará un plan acordado en 2006, según el cual la base de Futemma debe ser reubicada para 2014 en la menos poblada localidad de Nago, de la mencionada isla. La solución definitiva está aún por presentarse, pero Hatoyama favorece la salida de esa instalación de Okinawa, y de ser posible del país, a lo cual la Casa Blanca se opone.

Según la web oficial de los militares allí, las fuerzas estadounidenses en Japón utilizan 86 instalaciones de entre 100 metros cuadrados y varias decenas de hectáreas, principalmente en torno a Tokio y en la isla de Okinawa, considerada «la principal base logística norteamericana en el Pacífico oeste». El ejército de EE.UU. ocupa el diez por ciento de esta isla, donde tiene destinados a 22 000 de sus hombres de los 47 000 que permanecen en todo el archipiélago nipón.

El incidente del atropello ha avivado la oposición entre los residentes. La polémica ya tuvo un punto álgido en 1995, cuando tres marines violaron a una niña japonesa de 12 años, y no ha hecho más que crecer. Ahora la indeseable presencia se estrella otra vez con el fuerte rechazo que se ha labrado. La contaminación; los terrenos ocupados, que podrían servir para desarrollar otras actividades, y los delitos de los soldados contra la población pesan en la conciencia colectiva. Las razones abundan.

Washington deberá asumir la responsabilidad de tanto agravio. Las familias de las víctimas, incluida la del anciano, estarán ahí para recordar el respeto que merecen las marcas made in USA en tantas vidas ajenas. No importa cuántas veces se lo nieguen.

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