Ha muerto Cintio Vitier y una vez más se hace realidad aquella sentencia del Apóstol: «La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida». Cintio la cumplió bien con creces y su obra permanecerá viva y actuante para las presentes y futuras generaciones de cubanos. Él pertenece, por derecho propio, a esa pléyade de forjadores de la cultura cubana como Félix Varela, el hombre que nos enseñó a pensar; como José de la Luz y Caballero, de cuya escuela surgieron los patriotas que iniciaron la gesta por la independencia, como Enrique José Varona, que entre los años 20 y 30 concluye su excepcional vida estrechamente vinculado a sus alumnos que eran, precisamente, vanguardia radical de la revolución de 1930. La vida y la obra intelectual de Cintio Vitier es la confirmación de que en Cuba, para crear cultura en el terreno del pensamiento, tiene que producirse esa síntesis fecunda con la política.
Martí decía en Meñique que el estúpido no era bueno, y que el bueno no era estúpido. Afirmaba también en su consejo a los niños que tener talento era tener buen corazón y el que tiene buen corazón es el que posee talento. Decía que todos los pícaros son tontos. Y afirmó: Los buenos son los que ganan a la larga.
Estas expresiones martianas siempre me han despertado una curiosidad insaciable que no he podido despejar a través de un análisis intelectual, sin embargo, sí puedo comprenderlas cuando observo la vida y la conducta de los hombres en particular.
La síntesis entre cultura y política, bondad e inteligencia, la encontramos en su forma más alta y sublime precisamente en Félix Varela y José Martí. También la apreciamos en los más grandes forjadores de las ideas cubanas del siglo XX: Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Fidel Castro. Ellos ya han ganado, y seguirán ganando a la larga, porque depositaron en el surco fértil de la patria semillas que permiten hoy y permitirán mañana, con mayor riqueza aún, recoger una cosecha de ideas y de ejemplos de valor universal. Nadie puede evitarlo porque tales semillas se expresan ya en hechos capitales de la historia de Cuba y porque los mismos están ensamblados con la tradición espiritual y moral que forjó la nación cubana en el siglo XIX. Se entiende así la decisiva importancia de la educación y de la política en el sentido más puro de los estilos y fines que nos enseña el Apóstol.
Se trata de una inmensa tarea de creación en la que se necesita voluntad para marchar hacia adelante, e imaginación para descubrir cómo construir el futuro. ¿Hacia dónde? Hacia lo que llamamos patria y que Martí definía como humanidad, es decir, garantizar la liberación radical de nuestro pueblo y soñar y cooperar con la de la humanidad en la forma en que la vida práctica nos permita.
La luz que nos indica el camino son las ideas martianas y socialistas que tenemos en el corazón, y que nos incitan a exaltar el sentido ético de la vida y que Cintio Vitier representa en su grado más alto. En él bondad y talento se abrazan y forman una sola pieza. Siempre será recordado por su entrega apasionada al estudio y promoción de las ideas del Maestro. Su labor para dotar a todo el sistema educacional cubano de textos imprescindibles del pensamiento del Apóstol, a través de los Cuadernos Martianos, constituye un legado imperecedero. Su obra poética, sus ensayos, sus novelas y toda su vasta producción intelectual le aseguran para siempre un lugar excepcional en la historia de la cultura cubana.
Sigan los jóvenes de talento su ejemplo de entrega martiana y podremos así mantener viva la tradición ética que nos viene de Varela y del Maestro. Por continuarla Cuba ha ganado a la larga. Por este camino y sin vacilaciones nuestro país llegará a ser lo que soñó el Maestro: Universidad del continente.
El Apóstol también afirmó que no hay gloria completa de hombre sin sonrisa de mujer. Cintio tuvo la dicha de disfrutar a plenitud, entre amor y poesía, de la inteligencia y la bondad de una gran mujer. Vaya también para Fina en esta hora difícil y llena de dolor mi solidaridad y mis sentimientos de respeto y admiración.
Este es mi homenaje a Cintio Vitier, con quien tuve el honor de compartir ideales y una sincera amistad.