En otros sitios de Europa, por ejemplo, en Gran Bretaña, el estilo es más directo. El ministro de Finanzas, Alistair Darling, confesó al diario The Guardian que el país está atravesando la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, y que será «más profunda y más larga de lo que piensa la gente». La Oficina Nacional de Estadísticas no lo desmiente: no hay crecimiento económico desde el primer trimestre de 2008, con lo que acaban 15 años consecutivos de buenas noticias.
Sin dudas, es demasiado para el gobierno laborista del primer ministro Gordon Brown, marcado ya por una alta impopularidad entre los votantes. «Éramos pocos ¡y parió Catana!», podrá lamentarse en versión inglesa, desde su oficina en Downing Street.
Pero no solo en Londres y en Madrid hay poco ánimo para risas. Los signos económicos negativos se expanden por el continente, según un informe de Eurostat (la oficina de estadísticas de la Unión Europea), que asegura que la economía de la eurozona (el grupo de países donde circula el euro, y en el que no se incluye Gran Bretaña ni algunos otros) se contrajo en el segundo trimestre del año un 0,2 por ciento con respecto a las cifras del trimestre anterior. Como dos trimestres consecutivos de contracción bastan para que comience a hablarse de recesión, ya se esperan con inquietud las cifras del corte venidero, en noviembre. Si ahora descendieron las exportaciones, las importaciones, el consumo de los hogares y la inversión, y si siguen altos los precios del petróleo (por cierto, algo más bajos por estos días) y persisten las dificultades para obtener créditos, pues los próximos números quizá se parezcan bastante.
Claro, hay diferencias entre países, pues mientras Eslovaquia, Lituania y Polonia experimentaron un incremento, otros, como Estonia y Letonia mantienen números rojos. Francia e Italia, por su parte, retrocedieron un 0,3 por ciento, y en el caso de Alemania, aunque el Producto Interno Bruto se contrajo un 0,5 por ciento —según la cadena Deustche Welle, el consumo se estancó por el alza de los precios y por la desconfianza en una mejora de la coyuntura económica—, expertos coinciden en que seguirá alta la utilización de las capacidades productivas, toda vez que se ha reducido el desempleo.
Pero es una guerra de nervios. En este mundo tan interconectado, en el que los capitales vuelan velozmente, se ve qué rápido llegó a Europa una «gripe» que comenzó en EE.UU., con la crisis hipotecaria que dejó insolventes a varios bancos y provocó que millares de personas en ese país estén perdiendo sus viviendas. Así, también en España y el Reino Unido, donde el sector de la construcción es importantísimo y ahora empieza a retroceder, el desempleo muestra los dientes. Según datos de El País, en agosto, 103 000 personas más que en julio quedaron en paro en el Estado español, donde el total de desempleados es de 2,5 millones. En suelo británico, las cifras escalarán a los dos millones antes de fin de año.
Con estos datos, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español anunció a mediados de agosto un paquete de medidas para paliar los efectos de la crisis, que Zapatero ha dicho querer afrontar tratando de proteger a los sectores más desfavorecidos —para eso la Seguridad Social ha alcanzado hasta julio un superávit de 12 918 millones de euros, ¿no?—. Por ello, entre otras cuestiones, se inyectará anualmente 5 000 millones de euros al programa de viviendas de protección social, y se ayudará con otros 2 000 millones a las pequeñas y medianas empresas.
En Londres, entretanto, algunos ven esperanzas en las ya pregonadas devoluciones de impuestos que ordenará el gobierno laborista en unas semanas. Además de que «con los altos niveles de empleo, con las bajas tasas de interés, y con los elevados ingresos de la pasada década, el Reino Unido está bien posicionado para lidiar con esto (con la crisis)», dijo el ministro Darling.
Números y dineros. Porcentajes y flechas generalmente descendentes. En un planeta de riquezas mal repartidas, incluso los ricos tienen que apretarse el cinto...