Fidel, desde las oficinas de la administración del central Australia, imparte instrucciones a los combatientes revolucionarios durante la invasión de las tropas mercenarias dirigidas por el Gobierno estadounidense, el 17 de abril de 1961. Autor: Tomada del sitio web Fidel soldado de las ideas Publicado: 17/04/2025 | 06:53 pm
Matanzas.— Fueron horas tensas. Las comunicaciones eran escasas y vitales a la vez para el desarrollo de las operaciones militares. El «Gallego» Fernández escogió como puesto de mando la oficina de la administración del central azucarero Australia, porque estaba relativamente cerca del teatro de operaciones y además porque contaba con teléfono.
Repeler la invasión fue la respuesta del pueblo. En esas primeras horas nadie sabía a ciencia cierta la magnitud del desembarco, hasta que la escasa aviación cubana comenzó a precisar los detalles que observaba desde las alturas.
Después se supo que los invasores pertenecían a la brigada 2506, compuesta por 1 500 mercenarios, quienes procuraban con urgencia una cabeza de playa para solicitar el reconocimiento de la Organización de Estados Americanos y desconocer al Gobierno Revolucionario, como disponía la operación Pluto.
En Cuba se unieron, con el objetivo común de derrotar al enemigo en el menor tiempo posible, los combatientes del Ejército Rebelde, la Policía Nacional Revolucionaria y la Milicia Nacional Revolucionaria, y el pueblo se sumó en tareas de la retaguardia y en todo lo que hiciera falta.
Retaguardia segura
Humberto Rodríguez Hernández, historiador de Jagüey Grande, detalla momentos memorables de los días que precedieron a la victoria, porque, como dijera el entonces capitán José Ramón Fernández, ese poblado fue la retaguardia segura de Girón.
Desde que se conoció el desembarco, se creó allí, por parte del comisionado político Rodolfo Carrasco Arévalo, el puesto de mando para organizar la retaguardia de los combates. «El día 17, a las 8:05 a.m., llegó Fernández a las oficinas de la administración del central Australia para montar allí el puesto de mando y dirigir los combates. Luego arribó el Comandante en Jefe, a las 4:05 p.m.
«Con celeridad se crearon en Jagüey Grande las condiciones para atender a los heridos y traumatizados. Varios inmuebles sirvieron como hospitales de sangre, entre ellos la actual Casa de Cultura, entonces Casino Español; el liceo, que hoy es la CTC; la escuela especial Rubén Martínez Villena (que era la sociedad Diez de Octubre) y la biblioteca municipal, en ese momento casa del doctor Alberto Oscar Ibietatorremendía Vega, donde se atendieron a los combatientes quemados con napalm en Punta Perdiz», enumera el historiador.
Otros locales sirvieron para acoger a los evacuados de distintos barrios cenagueros, entre ellos logias e iglesias. Se activaron muchas mujeres como
sanitarias, y todas las sábanas, colchones y camas, todo lo que se utilizó para atender a los heridos, fue entregado por el pueblo. Se hicieron numerosas cocinas populares y todos daban recursos para la alimentación. También se construyeron lavanderías, y muchas personas donaron su sangre.
«En nuestra funeraria un pequeño grupo de personas dieron atención a 79 cadáveres, de ellos 14 mercenarios, que todavía están enterrados en nuestro camposanto. Jagüey fue un hervidero durante esos días, porque hasta el batallón 225 de ese territorio entró en combate el propio 17 de abril», precisa.
Todos por la victoria
Atanasio Suárez Rodríguez, residente de Jagüey Grande, recuerda que una semana antes de los sucesos de Girón llegó de la limpia de los bandidos en el Escambray. Pertenecía a la compañía 1 del Batallón 225 de este mismo municipio.
«Yo estaba en el poblado de Torriente y me enteré de que pasaba algo. Salí para la calle a ver cómo me trasladaba para Jagüey, donde me cambié de ropa y cogí un carro para incorporarme a mi batallón cerca de Boca de Guamá, para contener a los mercenarios si avanzaban», nos cuenta Suárez Rodríguez.
«Regresé a Jagüey para buscar un carro para los abastecimientos. Ya volaban los aviones, era casi un suicidio transitar por la carretera con los B-26 encima. Cuando nos sorprendieron los disparos, nos tiramos del vehículo y nos resguardamos como pudimos, para intentar defendernos», recuerda este jagüeyense de 92 años de edad.
«Al final, cuando vi a los mercenarios con las manos detrás de la nuca comprendí que eran unos desalmados, que no eran nadie y se entregaban como palomas», añade Suárez Rodríguez, quien considera que Girón demostró cómo la valentía y moral de un pueblo puede más que los plomos y la metralla.
Por su parte, Jesús Prado del Rosario, natural de Calimete y graduado del primer curso de comunicaciones del Ejército Rebelde e integrante del escuadrón 42, en Coliseo, participó activamente en la captura de los mercenarios que se dispersaron apenas comenzaron los combates, ante el empuje de los revolucionarios.
«Íbamos con extrema dificultad por senderos y caminos cenagosos, y revisamos cada bohío. Cerca de Caleta del Rosario, en un rancho de carboneros, encontramos dos mercenarios que se rindieron sin resistencia y los trasladamos para Playa Larga», precisa Prado del Rosario, y narra cómo avanzaron hasta Cayo Ramona y permanecieron en la ciénaga hasta el 13 de mayo.
Fecha histórica
«El 19 de abril se ha convertido en una fecha histórica para nuestro país. El 19 de abril se une a las demás fechas con las que se ha ido escribiendo la historia de nuestra Revolución. Pertenece, al igual que el 26 de Julio, el 1ro. de Enero, el 13 de Marzo, el 2 de Diciembre, a la historia de esta Revolución».
Así lo expresó en fecha similar, pero de 1965, el Comandante el Jefe Fidel Castro Ruz, primer secretario del entonces Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el acto de conmemoración por la victoria de Playa Girón, celebrado en el teatro Chaplin.
En sus palabras aseguró, también, que la importancia histórica del 19 de Abril se sale de los marcos de nuestro propio país, porque ese día, ciertamente, el imperialismo yanki recibió su primera gran derrota en América.
«Si el 26 de Julio marcó el inicio de la lucha armada del pueblo, el 19 de abril marcó el día en que los planes trazados por los sesudos generales del Pentágono, por las lumbreras de la Agencia Central de Inteligencia, se vinieron abajo estrepitosamente, y se vinieron abajo en cuestión de horas», destacó el líder de la Revolución Cubana.
«Luego, subestimaron a nuestro pueblo, calcularon mal; y ellos, acostumbrados a trabajar con cerebros electrónicos, con datos, con cifras, con computadoras de todo tipo, se equivocaron, porque hay algo que sus cerebros electrónicos no podían medir, hay algo que sus computadoras no podían calcular, y eso era: la dignidad, la moral, y el espíritu revolucionario de nuestro pueblo (Aplausos). Porque fue el espíritu del pueblo lo que aplastó a los invasores», reflexionó quien tuvo sobre sus hombros las tácticas y estrategias de aquellos combates.
«Los cálculos desde el punto de vista militar, aparentemente, para ellos, eran correctos. Los otros cálculos, el cálculo del espíritu revolucionario del pueblo, el cálculo de la moral del pueblo, sin duda que no era correcto», ponderó Fidel.