Ingrid Betancourt en Francia. Foto: AP Con demora que podría achacarse a las grandes distancias que separan a los frentes guerrilleros, o la denunciada penetración de su sistema de comunicación; esperado para conocer la versión de uno de los protagonistas, el documento daría la razón a versiones según las cuales «César» y «Gafas» —los guerrilleros que custodiaban a los retenidos— habrían sido comprados con millones de dólares.
Para quienes persiguen la inmediatez, ello añadió nuevos elementos para entender lo que fue anunciado como un meticuloso y largo trabajo de «inteligencia» que contó con la participación del Departamento de Seguridad de EE.UU. —como reconoció desde allí una alta fuente—, y el no comprobado aporte del Mossad israelí.
Ello invita a pensar también en los motivos que estén detrás de la anunciada extradición a Estados Unidos de ambos ex insurgentes, y avisa sobre los nuevos golpes que podría ocasionar a las FARC esa táctica del gobierno y las fuerzas armadas de ofrecer altas sumas de dinero por información que facilite la «captura» de guerrilleros.
Los huevos de oro¿Con Ingrid se acaba todo? Esa es la pregunta que podrían hacerse muchos analistas y seguidores del conflicto, a tenor de la poca difusión que tuvo en los grandes medios, el comunicado de la insurgencia.
Televisoras como CNN, que transmitieron en vivo y con múltiples «pases» la llegada de Ingrid y sus colegas de cautiverio a Bogotá, apenas se refirieron al documento.
Un día después, la propia reacción del ministro colombiano de Defensa, Juan Manuel Santos, salvó del ostracismo al mensaje, al refutar el calificativo de «fuga» con el que las FARC pretendían desconocer —dijo—, «una derrota», y ratificar que el gobierno está dispuesto a negociaciones. Al propio tiempo, el titular advirtió que la guerrilla recibirá «garrote» si persiste en la violencia.
Tales reacciones confirman lo que muchos o casi todos sabíamos: Ingrid, de nacionalidad colombiano-francesa y cuya liberación fue, por ello, fuertemente defendida por el gobierno galo, era el ‘peje grande’: la ‘gallina de los huevos de oro’ con que contaba la insurgencia para presionar por el canje y la salida de las cárceles colombianas de unos 500 guerrilleros.
Centrados en el reencuentro de Ingrid con sus hijos, el distanciamiento de ella y su esposo, el retorno a una Francia que ama y donde su seguridad está a mejor recaudo, así como en el necesario y lógico chequeo de salud después de seis años en la selva, sin embargo, los media parecen prestar más atención de momento a Betancourt, que al propio devenir del conflicto.
No obstante, hay noticias. En lo que podría considerarse un matiz nuevo, el presidente Álvaro Uribe manifestó su deseo de un diálogo directo con los grupos guerrilleros para que se haga la paz, con una comisión internacional que verifique el cumplimiento de los acuerdos que se adopten. Así lo expresó en respuesta a los periodistas, durante la conferencia de prensa que siguió a su encuentro con el líder venezolano Hugo Chávez.
El elemento incorporado de la comisión parece responder a los muy fundados temores de que una desmovilización de las FARC termine en masacre de sus miembros y el exterminio masivo o selectivo.
En el entramado también pesan las denuncias sobre los miles de dirigentes sindicales y campesinos asesinados en los últimos años, reportes que han inhibido incluso a los demócratas en el Congreso estadounidense de ratificar el TLC con el gobierno de Bogotá y cuestionan —aunque al final no la hayan podido parar—, la cuantiosa ayuda militar que la Casa Blanca da cada año a esa nación en virtud del Plan Colombia: paquetes millonarios que llevan el rótulo de la lucha antidrogas, pero que todos saben han sido para la contrainsurgencia.
¿Por dónde transitar?Tras bambalinas, la presencia y participación de Estados Unidos en el conflicto resulta ingrediente principal, cuando sobran evidencias del interés de sus halcones de que América Latina acuñe la cruzada de Bush contra el terrorismo. Ello significaría que estarían en riesgo de ser invadidos todos a quienes Estados Unidos acusa de ser protectores de las FARC, un movimiento guerrillero que Washington ubicó hace rato en su lista de los «terroristas»; principalmente, desde que acudieron al secuestro de civiles para presionar por la liberación de los guerrilleros presos.
Esa práctica está ahora más cuestionada. Las voces se suman a favor de la liberación incondicional de los retenidos que quedan en poder de las FARC, un proceso que puede no resultarles fácil.
A propósito, el Secretariado de las FARC también advierte al gobierno en su mensaje contra rescates militares que podrían resultar alentados por la incruenta y, por eso, exitosa liberación de Ingrid.
Tampoco puede desestimarse el difícil momento en que las FARC se encontraban ya luego del asesinato de Ríos, la pérdida del comandante Raúl Reyes en el ataque de las fuerzas colombianas al campamento de Sucumbíos, en Ecuador, y el fallecimiento de su líder Manuel Marulanda, una figura histórica y emblemática, aunque lejos hace tiempo de los frentes.
En el sentido operativo, el verdadero paletazo pudo ser la pérdida del comandante Reyes, el negociador principal que tenía los contactos con quienes fueron países acompañantes de frustrados procesos de paz y, evidentemente, hombre de luces en la guerrilla.
No pocos han afirmado que Reyes atemperaba las condiciones para la entrega de Ingrid desde ese fatídico primero de marzo, lo cual fue impedido por aquel operativo: así se pudieron crear las condiciones para robar la iniciativa a la guerrilla y asestarle después el tremendo golpe político que ha representado la liberación por el gobierno de Ingrid y sus compañeros.
Sobre el tablero quedan alegaciones no aclaradas como la presunta presencia en Colombia, pocos días antes de Jaque —nombre de la operación militar colombiana—, de dos diplomáticos, uno sueco y el otro francés, que estarían también gestionando la liberación de la ex candidata presidencial, y cuyas prerrogativas han sido negadas ahora por el gobierno colombiano.
Mientras Ingrid y el resto de los liberados disfrutan la vuelta a la civilidad y el mundo lo celebra con razón, el conflicto se mantiene vivo... Al parecer, en el mismo punto, aunque no lo está.