Este tsunami silencioso que esta provocando el alza del precio de los alimentos y la adición de ceros al número de seres humanos famélicos en el mundo, también está proporcionándole a los organismos internacionales encargados del tema, el mayor reto en su historia, y nos muestra un nuevo rostro del hambre cada vez más escalofriante.
Las repercusiones no son menos devastadoras: las familias gastan más en alimentos en detrimento de otras necesidades básicas como educación y salud, muchos hogares se ven obligados a eliminar ciertos componentes de la dieta (proteínas, micro nutrientes y otros), y finalmente se enfrentan al dilema de eliminar comidas, pasando de tres diarias a dos o una...
Los sectores más vulnerables de la población mundial, especialmente los niños, sufren en mayor cuantía los efectos de la tendencia alcista de los precios y los lleva a padecer de desnutrición infantil, que siembra en ellos secuelas físicas y cognitivas irreversibles.
Latinoamérica, por supuesto, no queda lejos de este conflicto y lo peor es que la situación amenaza con tornarse más grave.
En este contexto expertos de América Latina y el Caribe y de organismos internacionales, convocados por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, concluyeron en la Conferencia «Hacia la Erradicación de la Desnutrición Infantil en América Latina y el Caribe» que el tema alimenticio constituye una urgencia nacional, regional y universal.
En la región, el siete por ciento de los menores de cinco años sufren de desnutrición global (baja talla para la edad) y el 16 por ciento de desnutrición crónica (bajo peso para la edad), lo que equivale a casi nueve millones de pequeños afectados.
Pero como este último es el verdadero problema, dado que impacta de modo irreversible en la capacidad intelectual de los menores, políticamente se acordó que esta tiene que ser el principal indicador para medir el hambre en la región.
Además de privar a la infancia del desarrollo de todo su potencial, la desnutrición genera mayores costos en salud y educación y reduce la productividad de los países por la baja escolaridad y la alta mortalidad que este flagelo provoca.
Durante los dos días del encuentro, expertos regionales trataron de encontrar fórmulas para intentar erradicar en pocos años la desnutrición infantil en la región, algo muy difícil teniendo en cuenta la poca disponibilidad de alimentos con que cuenta hoy el mundo. Asimismo, acordaron colocar la seguridad alimentaria en el más alto nivel de las agendas políticas de los gobiernos, así como promover espacios de diálogo a nivel nacional e internacional impulsando iniciativas de apoyo con países cooperantes.
En la que llamaron «Declaración de Santiago», los expertos plantearon la necesidad de garantizar la alimentación de los grupos más vulnerables, especialmente los menores de tres años de edad, las mujeres embarazadas y lactantes.
Otro acuerdo firmado fue el de hacer hincapié en promover con fuerza la Cooperación Sur-Sur, beneficiando a las comunidades indígenas y a los emigrantes, otros de los grupos poblacionales vulnerables ante la catástrofe alimentaria.
América Latina y el Caribe tienen condiciones para reducir el hambre y la desnutrición, pero la clave está en redistribuir la riqueza y en hacer justicia con las poblaciones que han estado excluidas y marginadas durante siglos, como sostuvo el presidente boliviano Evo Morales en un mensaje a la reunión.
Los países de la región, agregó, definitivamente cuentan con las condiciones esenciales y básicas que les permitirían lograr, de manera sostenible, la reducción del hambre y la desnutrición en un plazo incluso menor al previsto por la ONU para 2015.
Así, América Latina vio durante esta última semana una luz esperanzadora. Los acuerdos tomados en Santiago de Chile se suman a los alcanzados en la Cumbre sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria de Nicaragua, donde se llamó a la unidad del continente para batallar y trabajar juntos en el enfrentamiento al impacto de la crisis alimentaria mundial.
Este es el momento, el desafío es grande, pero mañana será tarde.