Soldados israelíes sostienen una placa metálica que colocarán sobre un tanque. Si el símbolo deja lugar a dudas... Foto: AP El primer ministro israelí Ehud Olmert ha echado a volar una paloma: «Tiendo una mano, y espero que no quede vacía», anunció en un discurso el lunes ante la tumba de David Ben Gurión, fundador del Estado de Israel. Un gesto de buena voluntad hacia los palestinos, dicen Estados Unidos y Bruselas. Pero la paloma tiene problemas de orientación.
Veamos qué tan excelente es la disposición del primer ministro sionista, paso por paso. En primer lugar, prometió «excarcelar a numerosos presos palestinos» si se libera al soldado israelí Gilad Shalit, capturado por la resistencia palestina cerca de la sureña Franja de Gaza en junio.
¿A cuántos de los 10 000 presos árabes liberará Tel Aviv? ¿A la mayoría? La pregunta vale, pues buena parte de los que se abarrotan en las cárceles israelíes están allí bajo el concepto de «detención administrativa», o sea, sin cargos. Israel puede definir que un joven, una mujer o un niño palestino son un peligro latente, y echarlo tras las rejas sin muchos devaneos. ¿Hasta cuándo? ¿Cómo saberlo, si no hay cargos ni, por tanto, penas que se le adecuen?
En puridad de verdad, han sido las propias autoridades israelíes quienes han puesto en un aprieto al joven Shalit, que en vez de andar de universitario, estaba como militar de ocupación. Ahora Olmert quiere canjearlo, pero meses atrás no «negociaba con terroristas». ¿Acaso un novedoso signo de pragmatismo?
Lo siguiente: «Reducir los puntos de control en los territorios ocupados». ¿Solo reducir? Entonces se quitarían unos y otros no. Hablamos de puestos militares israelíes en medio de caminos palestinos. Si al ejército sionista se le antoja, se cierran, y los muchachos no pueden ir a la escuela, y las mujeres deben dar a luz allí mismo, al no permitírseles llegar al hospital.
Olmert habla de desmantelar algunos. ¡Bien! Supongo que los palestinos deberán agradecer que algunos niños puedan seguir yendo a sus escuelas, y que algunas mujeres no traigan al mundo a sus criaturas en el puesto de control.
¿Qué más nos dice el Primer Ministro? Anuncia que, si hay paz, descongelará los millonarios fondos palestinos retenidos desde que el Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS) ganó las elecciones en enero. Sin embargo esos dineros, procedentes de impuestos a los productos que entran a los territorios ocupados, les pertenecen a los palestinos. La propuesta es que, si se portan bien, Israel les devuelve lo que es de ellos. ¿Qué nos perdimos de ese rapto de bondad? Por cierto, ¿alguien les garantiza a los árabes que Israel se porte bien?
Ahora el pollo del arroz con pollo: la devolución de las áreas palestinas. Olmert promete «retirarse de numerosos territorios a cambio de la paz». En esto hay una inextricable ecuación: cómo encajar esta promesa con la autorización de nuevos permisos para más y más viviendas de colonos judíos en el este de Jerusalén. Si el Primer Ministro logra explicarlo con éxito, quizá le otorguen el Nobel en la categoría de Ocupación ilegal de tierras ajenas.
Huele a engañifa, a maniobra dilatoria. Previsiblemente el pueblo palestino, que merece una paz efectiva y duradera, deberá esperar mejor discurso. Y una paloma más sensata.