Michelle Bachelet se reunió con el presidente Nicolás Maduro en su reciente y enjundiosa visita a Venezuela. Autor: EFE Publicado: 27/06/2019 | 10:32 pm
Un artículo de The Washington Post reseñado por el portal Misión Verdad asevera que Donald Trump podría haber vuelto a dejar en manos de su equipo el rediseño de la estrategia para Venezuela, y que esta tiene continuidad, al menos por ahora, en la presión de las sanciones económicas y políticas.
Tal reconocimiento declara el fracaso de los más recientes planes intervencionistas, a lo que sigue el disgusto de Trump por lo mucho que la propia Casa Blanca, el asesor de Seguridad Nacional John Bolton y su funcionario para el Hemisferio Occidental, Mauricio Claver-Carone, le apostaron a la oposición venezolana y a la falsa expectativa creada por esta de que la alta oficialidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana se pasaría de bando.
Pero, el análisis del periódico estadounidense también pone el dedo en una dolorosa llaga. Las injustas medidas punitivas que castigan a Venezuela siguen constituyendo el arma de asedio contra ese país, en el propósito de desgastar la ejecutoria del Gobierno y la credibilidad del pueblo en él.
Las sanciones son denunciadas por Caracas desde 2015, cuando el expresidente estadounidense Barack Obama declaró a la nación bolivariana como un peligro para la seguridad nacional de EE. UU., y dio el pie «legal» para el resto de las medidas de castigo, incrementadas con la administración de Donald Trump.
Sin embargo, hasta hoy, creo que ninguna figura internacional se había referido al tema. De ahí, pienso, la importancia de que la exmandataria chilena y actual titular del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, tocara el asunto al término de su reciente y enjundiosa visita a Venezuela.
Desde luego que Bachelet, en su condición de comisaria internacional, no haría discursos que parecieran arengas políticas y trató de ser equidistante entre lo que cierta prensa llama «el oficialismo» y la «oposición».
Se reunió con los representantes de todas las instituciones del Gobierno, de quienes recibió explicación detallada del acontecer venezolano, y también con la Asamblea Nacional en desacato que encabeza Juan Guaidó, al que escuchó en esa condición y no en la ya obsoleta calidad de «presidente interino» que él mismo se endilgó, lo que habla también de que Bachelet fue respetuosa de la institucionalidad venezolana.
Consecuentemente con ello, en el enjundioso y bastante pormenorizado resumen final de su visita, la exmandataria de Chile habló de la disposición de cooperar para «reforzar la prevención de la tortura y el acceso a la justicia en Venezuela», a partir del compromiso del Gobierno para evaluar a la Comisión Nacional que vela por el tema; y acogió la narración de un hombre, quien le contó que su hermano habría sido torturado por hombres encapuchados que, dijo, eran oficiales de las fuerzas especiales de la policía bolivariana (algo que el ciudadano percibió a pesar de que llevaban capucha).
Mas tal aseveración, que tiene como punto de referencia la narración de una persona (¿una concesión?), palidece ante «los cientos de violaciones contra partidarios del Gobierno» que se registraron durante las protestas violentas azuzadas por la oposición política en 2017 incluyendo la incineración de personas vivas y que ella recogió en su informe, en lo que es también el primer reconocimiento de una personalidad política internacional de la violencia opositora en Venezuela.
Todo importa de cara a la estabilidad y la paz nacional. Todo duele. De ahí, también, la importancia de su llamado al diálogo que, como se sabe, ya ha tenido contactos en Noruega y, aunque nada trasciende de él, está vigente.
Sin embargo, en el contexto de un país agredido por la fuerza descomunal de la mayor potencia del mundo, lo más significativo es el reconocimiento de Bachelet del daño que las injustas medidas punitivas impuestas por Trump causan, y de la crisis en que sumen al país.
Fue una cita breve, pero tajante y clara: «Me preocupa que las sanciones impuestas este año por Estados Unidos sobre las exportaciones de petróleo y el comercio de oro están exacerbando y agravando la preexistente crisis económica».
Dicho criterio cobra relieve si sabe que el próximo 5 de julio, Bachelet deberá rendir el informe de su visita a Venezuela, ante el Consejo.
Se sabe que ninguna resolución de esa entidad tiene carácter vinculante, y que el tema de los derechos humanos ha sido manipulado con fines políticos por los poderosos para injerir en los asuntos internos de terceros y satanizar a naciones incómodas.
Por eso, justamente, sería importante que una figura con el cargo que ostenta Bachelet repitiera apenas ese párrafo en las sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Poco a poco las fuerzas bolivarianas se anotan triunfos mientras siguen enfrentando la arremetida imperial, que no cesará. En un contexto mediático tan contaminado y enrarecido como el que rodea a su país, verdad del tamaño de esa puede ser considerada una victoria.