Muchos nepalíes llegan hasta donde están los cubanos o viceversa. Autor: Cortesía de la brigada médica para JR Publicado: 21/09/2017 | 06:10 pm
En bicicletas, en moto, en transporte público, a pie… a los voluntarios no los detienen las distancias, el paisaje en ruinas, las íntimas desgracias que hace poco más de un mes llegaron a sus vidas con el terremoto que asoló Nepal. Nadie les indicó que estuvieran allí, y tampoco hizo falta. Se saben imprescindibles porque convierten las palabras que los doctores cubanos no entienden en oraciones diáfanas para que ellos puedan comenzar a sanar. Traducen y lo asumen con la certeza y humildad de que no podría ser de otro modo.
Como muchos en Nepal, ellos también perdieron sus casas, sus seres queridos; padecen las mismas penurias de aquellos a quienes ayudan. Son tan jóvenes, y en muchos casos las escuelas a las que debieran asistir aún permanecen cerradas. Pero no tienen tiempo para lamentos. Los muchachos se entregan a facilitar la comunicación como si en ello les fuera la vida.
¿Cómo se dice en nepalí «me duele», «tuve fiebre», «la inflamación comenzó anoche», «no puedo mover la pierna…»? Aunque a estas alturas la palabra dolor será de las más familiares de cuantas han escuchado nuestros médicos en el país asiático, estos jóvenes les ayudan a entender para curar mejor.
«Su presencia constante a nuestro lado ha hecho más fácil la comunicación con los más de 2 000 pacientes que hemos atendido hasta ahora», me aseguran desde esas tierras lejanas. La cuenta en Facebook de la Brigada es aún más precisa: 2 918 pacientes atendidos y 34 cirugías realizadas. Mañana (se refiere a este jueves) se superarán los 3 000 casos.
La energía de saberse útiles los impulsa, van de un lado a otro sin parar. Con sus conocimientos de inglés tienden ese puente inicial entre los doctores y tantos que necesitan que les sanen el cuerpo y el alma. Adonde van los nuestros allí están ellos: pendientes, dispuestos a clarificar los más tormentosos monólogos de los pacientes.
Se imaginan la angustia de los sobrevivientes al no poder explicar exactamente qué y cómo se sienten. La impotencia lógica de los galenos cuando sus pacientes no hablan ni una palabra de inglés u otro idioma que no sea el nepalí. Lo mucho que podría complicarse el trabajo, de no entenderse ambas partes, por más empeño y medicinas que carguen los nuestros.
Todo está patas arriba allí donde antes cada cosa tenía un sitio en Nepal. Resulta fácil advertir la tranquilidad que llega a los pacientes al ver a estos muchachos, de los suyos, traduciendo a los «hombres raros» que los tratan con paciencia y les dicen, paso por paso, qué deben hacer para superar el trance.
Samyam (izquierda) y Sumon están satisfechos de apoyar a su pueblo y a los médicos.
Sumon y Samyam son dos estudiantes de tercer año de Medicina de la Universidad Ayurveda que acompañan a la Brigada Médica cubana. Los nuestros no solo están en el hospital de campaña, sino que salen de terreno a llevar la atención a quienes no pueden desplazarse hasta ellos.
Sumon suele traducirle al pediatra. Los pequeños ahora sobreviven en medio del estrés de sus mayores y muchos quedaron huérfanos. Uno se imagina a Sumon conminándolos a la calma, diciendo que se deben quedar tranquilitos para que los doctores le curen «la yaya». Seguro les sonríe, les toma de la mano y los entretiene, mientras traduce.
«Me gustan los niños y quiero aprender mejor a curar sus enfermedades», asegura.
Desde Nepal me cuentan que Samyam se reparte entre los Médicos Generales Integrales y los rehabilitadores, «porque en todas partes es necesaria una ayuda». Y, a pesar de los miles de kilómetros que nos separan, la imagen del joven llega nítida hasta Cuba.
La solidaridad convoca y estos jóvenes a quienes les ha tocado vivir horas terribles se suman a hacer el bien para su pueblo. Después de tan profunda entrega se entiende que no haya espacio para lamentos. Quizá cuando en algún momento del día les llegue de golpe el recuerdo de sus pérdidas, tendrán ante sí una palabra sanadora que traducir. Al final de la jornada los párrafos acumulados seguramente les harán dormir un poco mejor, aunque sea en una casa de campaña, y despertarse temprano para, en bicicleta, en moto, en transporte público, a pie… reescribir la historia junto a los médicos cubanos.