Después de dos años y medio de su llegada a la Casa Blanca, el presidente estadounidense Barack Obama sigue demostrando que no se ha distanciado de las políticas seguidas por su antecesor. La promesa de no aceptar el uso de la tortura ni la existencia de prisiones secretas, así como de cerrar el centro de detención en la base naval de Guantánamo, en territorio ilegalmente ocupado por Estados Unidos, se parece cada vez más a un cuento de hadas utilizado para anestesiar al electorado. Recientemente se supo que Washington tiene una cárcel secreta en Somalia y continúa empleando buques de guerra como prisiones clandestinas.
La lejanía y lo escondido de la instalación, ubicada en los sótanos de la Agencia Nacional de Inteligencia de Somalia (NSA), en la capital, Mogadiscio, supuestamente concede a la CIA más distanciamiento de las torturas y esas otras barbaridades que Washington eufemísticamente llama «métodos extraordinarios» para interrogar a determinados prisioneros. Sin embargo, su protagonismo es el de siempre. A cargo de este aparato de espionaje y contrainsurgencia, corre la preparación y el asesoramiento de los agentes de inteligencia somalíes; además, sus hombres tienen la prerrogativa de llevar a cabo los interrogatorios con todos sus macabros ingredientes.
A la cárcel subterránea, que según ex prisioneros se compone de un largo pasillo forrado con pequeñas celdas sucias, poco ventiladas e infestadas de chinches y mosquitos, no solo llegan detenidos somalíes acusados de ser miembros de Al Shabaad, grupo islámico al que Washington acusa de tener vínculos con Al Qaeda; algunos han sido capturados en la vecina Kenya y trasladados a Mogadiscio en avión.
Pero los planes de la CIA en Somalia son mucho más ambiciosos que tener unas cuantas celdas en los sótanos de la NSA. En su falsa guerra contra el terrorismo, Washington incluye también los ataques dirigidos por el Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC), así como los de aviones no tripulados (drones) que tanta muerte inocente han causado en Paquistán.
Los hombres del JSOC han violado el espacio aéreo somalí, a plena luz del día, y después de hacer su trabajo sucio toman vuelo de nuevo hasta un buque que los espera frente a las costas de la nación africana, llevándose consigo los cuerpos de sus víctimas. Todo esto, sin el conocimiento previo del Gobierno de Somalia.
Sin embargo, los supuestos líderes terroristas muchas veces no resultan el objetivo mortal de estas operaciones. Los ataques han sido fatales para muchas familias somalíes que nada tienen que ver con Al Shabaab ni con Al Qaeda. En 2007, el JSOC no pudo matar a Fazul Abdullah Mohammed, que se encontraba en la lista de terroristas más buscados del FBI, por su presunta participación en los atentados de 1998 contra la Embajada de Estados Unidos en Nairobi, Kenya. En ese operativo, los efectivos estadounidenses no logaron cumplir su misión; sin embargo, en el ataque aéreo murieron unos 70 nómadas de las zonas rurales. Finalmente asesinaron a Abdullah Mohammed en junio de este año.
En los últimos meses, según The Nation, las fuerzas de la denominada AMISOM (African Union Mision en Somalia), fuertemente financiadas por Washington, han lanzado bombardeos indiscriminados contra zonas controladas por Al Shabaad y densamente pobladas por civiles. Mientras la AMISOM hace alarde de sus «conquistas», el cuadro que dejan en estas comunidades para nada parece estar dibujado con su supuesta precisión quirúrgica.
Los efectivos del JSOC también capturaron a Ahmed Abdulkadir Warsame, un somalí supuestamente vinculado con Al Shabab, cuyo caso ha levantado revuelo y un encendido debate jurídico sobre la política seguida por Obama para la captura y detención de sospechosos de terrorismo, tal y como hizo Bush. Luego de su detención el 19 de abril, en el Golfo de Adén, Warsame, de 25 años, fue confinado en un navío de la Marina de EE.UU., donde lo interrogaron los servicios de inteligencia, sin abogados ni garantías constitucionales. Este mes, finalmente lo trasladaron a Nueva York, donde fue declarado culpable de terrorismo, como era de esperarse.
Al parecer, la actividad va a ser mucho más intensa en Somalia. Según The Nation, a finales de junio el Pentágono aprobó un plan para enviar 45 millones de dólares en equipos militares a Uganda y Burundi, las dos principales fuerzas de la AMISOM. Entre las novedades se encuentran drones Raven, de visión nocturna, y equipos de comunicaciones y vigilancia, al tiempo que la CIA planea crear su propia fuerza en ese país con pobladores locales.
Lo que menos le preocupa a EE.UU. es la estabilidad de este llamado Estado fallido. Como siempre, la crisis es la oportunidad perfecta para afianzar más su presencia militar en enclaves estratégicos como Somalia. Y la están aprovechando con todo.