Ta Duangchom exige la prohibición de las cluster junto a una instalación escultórica hecha con esas armas en el centro de rehabilitación en Vientiane. Foto: AFP OSLO.— Ciento once países firmaron aquí un tratado que prohíbe a los estados adherentes la producción, el uso, el almacenamiento y el comercio de las bombas racimo o cluster, pero se ausentaron de este encuentro en Noruega o no se adhirieron al tratado algunos de los principales fabricantes.
«El mundo es un lugar más seguro hoy, es el acuerdo humanitario más importante del último decenio», dijo Richard Moyes, copresidente de la coalición contra las bombas de racimo, que reúne a unas 300 organizaciones no gubernamentales, citado por ANSA.
También expresó su satisfacción el Comité Internacional de la Cruz Roja, que lo calificó de «avance histórico» y de «acontecimiento excepcional», pues además impone la destrucción en los próximos ocho años del almacenamiento, la limpieza de los sitios y tierras donde fueron usados, así como la asistencia a las personas o estados afectados.
Pero Estados Unidos, el mayor productor y empleador del arma, no dio su visto bueno al acuerdo que prohibiría al proyectil, que tiene la particularidad de esparcir cientos de pequeños explosivos en el lugar donde ha sido lanzado, algunos de los cuales no detonan y siguen matando o mutilando por años.
Según Handicap International, cerca de 100 000 personas, el 98 por ciento civiles, resultaron muertas o mutiladas en todo el mundo desde 1965 por la explosión de bombas de racimo, y más del 25 por ciento de las víctimas son niños, atraídos por el color y la forma de las pequeñas bombas.
El país más afectado por esas armas es Laos —pues entre 1964 y 1973 Estados Unidos descargó sobre ese territorio 260 millones de bombas cluster— y este miércoles fue el segundo en firmar el tratado, luego de Noruega, el anfitrión del encuentro.
Hasta ahora, menos de 400 000 han sido retiradas del territorio laosiano, un escaso 0,47 por ciento, y al menos 11 000 personas han muerto, informó Reuters.
Dice DPA que después de la Segunda Guerra Mundial las bombas de racimo fueron empleadas masivamente en muchos conflictos, y la última vez por Israel en el Líbano. Todavía a tres décadas del fin de la guerra de Vietnam las bombas estadounidenses no explotadas representan un gran peligro. Bombas de racimo cayeron —según defensores de los derechos humanos— en la guerra de Kosovo (1999), en la operación contra los talibanes en Afganistán (desde 2001) y en la guerra de Iraq (2003).
Desde mayo, en la reunión de Dublín en la que se perfiló el acuerdo, Estados Unidos anticipó su negativa a adherirse al tratado porque considera que esa arma es «esencial para las tropas norteamericanas y para su seguridad», y este martes el Departamento de Estado, que encabeza Condoleezza Rice, ratificó la postura.