Foto: Ismael González
Hombre a quien deben quedarle estrechos los salones académicos porque estamos ante un intelectual íntimamente vinculado con las masas, el brasileño Nildo Ouriques es pensamiento y voz que siempre «se escucha» en el Encuentro de Economistas de La Habana.No hace mucho reclamaba atención sobre la trascendencia de los movimientos populares que reverdecían en América Latina, según apretaba la soga del neoliberalismo. Ahora, aunque de modo más definido en algunos países que en otros, a pesar de que en unas naciones los movimientos sociales llegaron a la presidencia y en otras no, Ouriques considera que el despertar de eso que denomina «ola nacional-popular» se está dando en todo el continente y conforma ese nuevo clima político, económico y social que otros denominan nueva época.
En su opinión, el origen de la marejada está en «el fracaso rotundo de la política de modernización capitalista» que se nos impuso.
Vino esta vez como representante del Observatorio Latinoamericano OLA-UFSC y accedió a comentar a los lectores de JR algunos de sus criterios.
«Se ha roto el clima de resistencia que caracterizó a las décadas de los 70 y 80 y a parte de los años 90, para dar paso a una nueva etapa de ascenso y protagonismo de las masas populares», afirma.
«En ese contexto es muy natural que la ideología nacional popular nazca con imprecisiones e imperfecciones, pero nadie puede dudar del rol protagónico que va a desempeñar en lo adelante».
Considera de derecha a quienes apuestan a que esta ola no pasa de ser una expresión del viejo y llamado «populismo» latinoamericano y afirman que será la misma equivocación del pasado. «Pero hay otras versiones: estamos los que pensamos que lo nacional-popular puede convertirse en una ola nacional-revolucionaria, que es lo que creo está ocurriendo cada vez más en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
«Y hay una frontera avanzada, que es la conexión entre lo nacional-revolucionario y el socialismo del siglo XXI, planteado por Hugo Chávez. Él mismo lo dijo: “La revolución avanza con el látigo de la contrarrevolución”. Y en la medida en que ese proceso quiso realizar un conjunto de cambios en el sistema y lo único que recibió fueron golpes de Estado organizados por la embajada de Estados Unidos y por la élite de FEDECAMARAS, los bolivarianos se dieron cuenta de que la radicalización de las masas era absolutamente indispensable.
«A partir de la lucha, entonces, una propuesta nacional-popular se transformó rápidamente allí en nacionalismo revolucionario; y este no puede efectuarse plenamente en el marco del capitalismo. Por lo tanto, se plantea la conexión con el socialismo del siglo XXI.
«Llegamos, entonces, al viejo debate planteado por Marx: ¿cuál es la relación entre lo nacional y el socialismo? A mi juicio, no hay revolución sin marco nacionalista.
«Y nosotros, los de la izquierda, no tenemos que temer la ola nacional popular. Debemos “meternos” en ella para darle cada vez más consistencia, consecuencia y coherencia. E impulsar en los movimientos populares esa conexión con el socialismo.
«Eso es lo que va a permitir superar las ilusiones del neodesarrollismo, y evitar el regreso a una modernización capitalista o a una segunda generación de reformas por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que lo único que harían es profundizar el subdesarrollo, la dependencia, y la miseria de las mayorías».