La iniciativa de destinar el 8 de agosto a ese fin comenzó en Brasil hace siete años, por iniciativa de un concejal de la municipalidad de Espartina que deseaba saldar «deudas» con su esposa. Hoy es muy bienvenida en decenas de países
Hace menos de un siglo que se nos reconoció a las mujeres la capacidad de sentir placer erótico y ya tenemos un día internacional dedicado al orgasmo femenino.
La iniciativa de destinar el 8 de agosto a ese fin comenzó en Brasil hace siete años, por iniciativa de un concejal de la municipalidad de Espartina que deseaba saldar «deudas» con su esposa. Luego se expandió la idea a través de las redes sociales y hoy es muy bienvenida en decenas de países.
El propósito de esa jornada (además del esfuerzo práctico) es promover la reflexión en torno a los derechos sexuales y reproductivos, entre los cuales se incluye el acceso a conocimientos científicos actualizados que ayuden a borrar estigmas y tabúes sobre nuestra sexualidad y nos eviten sufrimientos.
Uno de esos estereotipos es la idea freudiana de que la madurez femenina se mide por los orgasmos vaginales, pues a juicio del Padre del psicoanálisis los orgasmos logrados al estimular el clítoris —a solas o con ayuda de la pareja— son cosas de adolescentes.
Esa apreciación sembró dudas y angustias en varias generaciones de mujeres, sobre todo porque el 70 por ciento jamás ha sentido un orgasmo puramente vaginal o no tiene idea de lo que eso significa.
Según el Informe Hite (elaborado hace varias décadas por la sexóloga y feminista alemana Shere Hite) las mujeres que refieren haber tenido ambos tipos de orgasmos dicen que el clitoridiano es más parecido a la idea que tenemos del placer masculino, porque genera «un aumento de sensaciones alrededor del área del clítoris y una sensación de espasmo muscular», mientras que el vaginal es menos intenso, pero se percibe con todo el cuerpo, en forma de «olas de sensación más amplias».
Criterios más recientes sobre el tema apuntan a que no hay tales diferencias: como la vagina apenas tiene terminaciones nerviosas, el estímulo logrado con la penetración en realidad lo recibe la prolongación del clítoris por su cara interior, que coincide con el controvertido punto G.
Lo curioso es que también los hombres pueden tener orgasmos genitales o del pene y orgasmos pélvicos o de la próstata, fenómeno documentado en decenas de reportes. Sin embargo nadie cuestiona la madurez del varón a partir de esa experiencia dual.
En la práctica lo que debe importar es el placer y no su epicentro. Una persona bien entrenada logra sentir orgasmos originados en varias partes y órganos de su cuerpo, como el ano, los pies, las orejas, los pezones, el cerebro, el hígado y hasta el corazón.
En el libro El hombre multiorgásmico, el maestro taoísta Mantak Chia describe al orgasmo como una serie de contracciones y expansiones, o más bien pulsaciones, que pueden ocurrir en todo el cuerpo.
En promedio los hombres llegan a esa fase más rápido que las mujeres, pero nosotras podemos ser fulminantes cuando la excitación es muy alta, sobre todo si nos tocamos libremente los puntos adecuados.
A mediados del siglo pasado, las investigaciones del sexólogo norteamericano Alfred Kinsey probaron que el cinco por ciento de los hombres y más de la mitad de las mujeres jamás se masturban, porque lo consideran inmoral o dañino o porque no tienen idea de cómo hacerlo.
Sin embargo en 1972 la Asociación Médica Americana reconoció en el libro Sexualidad humana que la masturbación es a menudo un complemento del coito, su frecuencia aumenta en la edad adulta y su práctica es más regular en personas casadas que solteras.
Todo lo que implique explorar el propio cuerpo es una manera de mimarlo y sensibilizarlo para el goce refinado. Una ventaja del placer autoinducido es que alivia el estrés sin esa carga emotiva del encuentro íntimo con otro ser humano, pero también es válido exhibir tales habilidades para estimular a una pareja desganada o darle participación visual, si está cansada, distraída o no tiene «apetito».
«Si tu pareja está dispuesta a acariciarse a sí misma, tanto mejor», escribe Mantak Chia, y narra historias de individuos que se quejan porque «ellas los usan para masturbarse».
En este punto no podemos negar el avance con respecto a nuestras abuelas. El reto está en hacer que los hombres no sientan el dar placer como tarea o responsabilidad, porque si la mujer es anorgásmica (o más bien, preorgásmica, porque nadie asegura que no lo logre algún día) va a sentirse frustrado y la relación puede peligrar.
Nadie puede otorgarle un orgasmo a una mujer, y eso vale tanto para los hombres como para otras mujeres, porque también en las relaciones lésbicas pueden darse conflictos. Cada quien es responsable de lo que experimenta en su mente y su cuerpo, y toca a las nuevas generaciones borrar esos prejuicios para evitarse ansiedades o disfunciones.
Muchas mujeres aprenden a fingir para cuidar el ego de su pareja, pero esa no es la mejor solución: Esconder una necesidad no ayuda a resolverla ni garantiza respeto mutuo. Es preferible mostrar a la pareja dónde y cómo acariciarla con los dedos o la boca. Pero sin rodeos: en el estímulo erótico, como en cualquier otro fenómeno físico, el resultado depende de encontrar la adecuada intensidad, dirección y sentido del movimiento.
El «cultivo solitario» es una parte importante de la educación de aquellos individuos que quieren volverse multiorgásmicos, tanto mujeres como hombres, siempre que se practique en conexión con el cuerpo, no pensando en otra cosa, para estar conscientes del ritmo de excitación.
Así se desarrolla el potencial corporal para sentir placer y darlo a otras personas, dice el experto taoísta. Una vez adquirido el control de esos procesos naturales podemos concentrarnos en las emociones y sensaciones de la pareja, y sobre todo en esa magia que nos implica a ambos.
La cultura taoísta habla del método del agua y del fuego, o unión interior del lado masculino y femenino de cada persona. Algo así como «hacer el amor dentro de ti mismo y alcanzar un orgasmo muy elevado, que disuelve las fronteras entre cuerpo y espíritu».
Ese es un ejercicio al alcance de cualquiera con voluntad y mente abierta. El siguiente paso es perder el miedo a darse placer ante la otra persona y aprender a hablar sin remilgos del tema. Con el tiempo lograrán armonizar los ciclos sexuales individuales y multiplicar las vivencias placenteras.