Las consecuencias derivadas del (mal) uso de las nuevas tecnologías han estado en el centro de los debates en todo el mundo. Casos de falsas noticias que desencadenan efectos desastrosos como el llamado Pizzagate o los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, apuntan a la necesidad de analizar la autenticidad de contenidos en internet
El pasado 4 de diciembre el estadounidense Edgar Maddison Welch disparó tres veces con un rifle semiautomático AR-15 contra el restaurante Comet Ping Pong, ubicado en Washington D.C., Estados Unidos. Los balazos impactaron en varias paredes, un buró y una puerta.
El atacante explicaría luego, al entregarse a la policía, que había ido al lugar para encontrar evidencias de una acusación surgida en las redes sociales de internet con el nombre de Pizzagate, la cual refería la existencia de una red de pornografía infantil y abuso de menores oculta en el sótano de Comet Ping Pong. Maddison Welch no encontró evidencia alguna, pero en un ataque de furia, como contó luego a The New York Times, actuó de forma irresponsable y descargó su arma contra un lugar diseñado especialmente para toda la familia.
Las consecuencias derivadas del (mal) uso de las nuevas tecnologías han estado en el centro de los debates en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, desde el pasado noviembre, cuando el republicano Donald Trump resultó ganador ante la demócrata Hillary Clinton en la pugna por la Casa Blanca.
Mucho se ha escrito desde entonces del supuesto efecto que tuvo en la decisión de los estadounidenses la publicación de correos electrónicos privados de la Clinton, con datos sobre ella nada inspiradores, durante la campaña presidencial.
En estas discusiones las redes sociales se llevan la peor parte en cuanto a niveles de confianza, porque de ellas hace uso la mayoría de las personas que tienen acceso a internet, sobre todo para informarse.
Y entre esas múltiples plataformas para la comunicación está Facebook —la más grande de todas— en el centro de la polémica. La razón: las líneas de tiempo de los usuarios padecen de una plaga de noticias falsas.
El tiroteo provocado por Pizzagate es el clímax de una conspiración falsa surgida al calor de la carrera presidencial en Estados Unidos. Su nombre lo obtuvo en referencia al restaurante Comet Ping Pong, famoso por sus pizzas, y el sufijo gate como recordatorio del caso Watergate, que diera al traste con la presidencia de Richard Nixon en 1974.
Según esta teoría, los correos electrónicos de John Podesta, jefe del equipo de campaña de Hillary Clinton, filtrados por WikiLeaks, contenían códigos disfrazados como nombres de comidas que se referían a una red de pedofilia.
La historia, inventada por un usuario en Twitter, según reportes del influyente BuzzFeed, indica que en los correos entre Podesta y sus interlocutores se escondían oscuras intenciones en frases como cheese pizza, cuyas iniciales coinciden con child pornography (pornografía infantil).
Esparcida inicialmente a través de Twitter, Pizzagate obtuvo mucha fuerza luego en Facebook, alimentado por sitios de noticias falsas que abarrotaron las líneas de tiempo de los usuarios, especialmente en Estados Unidos.
El desmontaje de esta teoría de la conspiración se hizo a través de no pocos medios, los que una vez más desmitificaron la frase «es cierto porque lo leí en internet», esgrimida como el non plus ultra de la veracidad. Mientras la teoría aseguraba que los menores eran escondidos en el sótano del Comet Ping Pong —hecho que desató la ira de Edgar Maddison Welch—, la verdad es que el restaurante, de hecho, ni siquiera tiene uno.
Otra prueba vendida como pan caliente en Facebook fue una foto del dueño del restaurante, James Alefantis, quien vestía una camiseta en supuesto «apoyo» a la pedofilia. La imagen, en cambio, era de otra persona, como demostraron usuarios en redes sociales y medios estadounidenses, pues el pulóver que decía «Yo amo a L’Enfant», era una referencia a L’Enfant Cafe-Bar, en Washington D.C., cuyo propietario estaba representado en la imagen y fue nombrado en honor a Pierre Charles L’Enfant, diseñador de gran parte de la ciudad capital estadounidense.
Si bien no están claras las intenciones detrás de la creación de este escándalo —¿dañar a la Clinton quizá?—, lo verídico es que su propagación corroboró un estudio del Pew Research Centre, tanque pensante que arrojó que el 60 por ciento de los estadounidenses se «informan» a través de Facebook a partir de la lectura de los titulares de sitios de noticias que sigan o sean compartidos por sus amigos.
Las noticias falsas siempre han existido en internet. Se crean por seres humanos con malos propósitos y generalmente se difunden a través de lo que se conoce como granjas de contenido.
Estos sitios web automatizados generan informaciones para cumplir con los parámetros de los buscadores en cuanto a lo que se conoce como Optimización de Motores de Búsqueda (SEO, por sus siglas en inglés), para mejorar su posicionamiento y ganar más visitas con una técnica conocida como clickbait, lo que se traduce en carnadas falsas para los internautas.
En redes sociales como Facebook, el nivel de confianza de los usuarios aumenta porque reciben noticias compartidas por sus amigos o generadas por sitios web de terceros de forma automática. La decisión tomada por esta red social, en mayo de 2014, de dejar que los algoritmos se encargaran de clasificar la relevancia de las historias, la convirtió en un lugar con «pasto» para que las noticias falsas se difundieran.
Así, en noviembre de 2016 BuzzFeed reportó que las 20 noticias más populares del año eran todas falsas, y habían obtenido 8,7 millones de reacciones por los usuarios, número que supera los 7,3 millones conseguidos por las 20 noticias verdaderas más populares.
Datos como estos encendieron las críticas contra Facebook, cuyo creador, Mark Zuckerberg, negó su veracidad. Sin embargo, a finales de diciembre el propio director ejecutivo de la gran red azul indicó que pondrían en marcha una herramienta de detección de noticias falsas.
Básicamente, los usuarios podrán etiquetar una noticia como falsa, y una vez que esta alcance varias advertencias, la historia será revisada por verificadores independientes a Facebook, como la agencia AP, The New York Times o Snopes (esta última una compañía famosa por el chequeo de datos verdaderos). Si, en efecto, se trata de una información potencialmente falsa, las notas etiquetadas con esta señal tendrán menos probabilidades de aparecer a los ojos de los usuarios.
Tuvo que tomar fuerza una teoría falsa como Pizzagate, que desembocó en un tiroteo, para que los sitios de redes sociales hayan decidido emprender una lucha contra las granjas de contenidos que se prestan a fines dudosos. Lo cierto es que en este caso nunca está de más el consejo de que cualquier hecho debe ser verificado, al menos, por tres fuentes independientes entre sí, especialmente cuando la web, como el papel, aguanta todo lo que en ella se ponga.