A punto de cumplirse este miércoles 40 días del despliegue de todo el poderío militar israelí contra el minúsculo enclave palestino de Gaza por aire, mar y tierra, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, reportó un dudoso control sobre los centros de mando del Movimiento de Resistencia Palestina Hamás.
Lejos de proclamar una contundente victoria, como podría esperarse de una fuerza dotada del apoyo logístico de Estados Unidos y lo más avanzado de sus arsenales, incluyendo bombarderos aéreos y municiones de alto poder destructivo, Galant dijo mediante un video televisado que «Hamás ha perdido el control de Gaza» y que sus efectivos «huyen hacia el sur».
En realidad, las tropas del Estado sionista, apoyadas por tanques y blindados, así como por potente fuego de artillería, ingresaron a un territorio en ruinas, convertido en escombros por los devastadores bombardeos aéreos que han dejado más de 11 500 civiles asesinados y unos 25 000 heridos, más de la mitad de ellos niños y mujeres.
Los combatientes se esfumaron, después de ofrecer resistencia y causar daños a los invasores, que van siendo reconocidos a cuentagotas, como los soldados y oficiales que a diario mueren en las escaramuzas, así como un número mayor de heridos y equipos rotos.
Los objetivos declarados de la ofensiva de «destruir totalmente» a Hamás y liberar a los prisioneros israelíes en su poder —según Tel Aviv, más de 240— siguen como una fuerte cuenta pendiente para el gobierno de ultraderecha
ortodoxa sionista del primer ministro Benjamín Netanyahu.
Los avances visibles se registran en la limpieza étnica en curso, el desalojo de sus hogares y tierras en la zona norte de Gaza de más de medio millón de residentes palestinos, algunos desde tiempos ancestrales y otros refugiados desde 1948, al proclamarse el Estado de Israel, cuando fueron expulsados de sus localidades mediante el terror de las bandas de invasores extranjeros sionistas.
La crueldad del genocidio actual alcanza ya un grado tan inadmisible que aparecen grietas en el bloque de apoyo incondicional a Israel de naciones sometidas a Washington, basado en el pretexto del «derecho a la legítima defensa».
La magnitud de los asesinatos de niños, mujeres, ancianos y civiles inocentes pesa cada vez más sobre el bloqueo sistemático de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a un alto al fuego.
Gallant alegó que han «intensificado» sus operaciones contra la red de túneles que tiene Hamás por toda la Franja de Gaza, a sabiendas de que esa es la parte decisiva del combate con Hamás, que según expertos militares puede ser prolongada y muy riesgosa, sin un pronóstico claro de victoria.
El titular de Defensa se vio obligado a responder indirectamente a quienes señalan que el tiempo se acaba ante la fuerte y masiva presión mundial por un cese del fuego, reclamado por la recién concluida Cumbre conjunta de estados árabes e islámicos, realizada en Arabia Saudita, en la que no pocos aliados de Washington se vieron obligados a sumarse a la unánime condena del genocidio y una enérgica demanda del alto al fuego.
El propio ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, dejó entrever durante el pasado fin de semana que la presión internacional podría obligar a Tel Aviv a modificar sus acciones en Gaza.
La campaña para desalojar a Hamás de la inmensa red de túneles construidos a lo largo de los últimos 20 años, en los que existen diversas salidas y entradas, puede convertirse en una pesadilla para Netanyahu y su Gobierno, que también está bajo la fuerte presión de los familiares de los más de 240 israelíes tomados prisioneros por Hamás y la Jihad Islámica, que han propuesto un intercambio por los cientos de presos palestinos que se pudren sin juicio en las cárceles, incluyendo decenas de niñas y mujeres.