Fue un ser inmenso, lleno de luz, pródigo en inteligencia y vitalidad a pesar de su corta existencia. Vivió cuando en nuestra Isla había tranvías y coches de caballos, cuando las ideas se amplificaban impresas sobre el papel o a viva voz.
Él, bello y amante de la belleza más profunda; tímido y pudoroso con las muchachas; y fiero y vertical en la defensa de su pensamiento. Él, consciente de su destino, de tener sobre sí el estigma por ser un «apestado de la fiebre roja» del comunismo, para él la única opción, que «no es un delito», de los revolucionarios honrados. Él, para quien la coherencia y el esfuerzo personal en aras de los demás eran religión, y que creía en andar inspirado, en la «inquietud constante», en el «renovar continuo de ideas y cosas» como «condición esencial» de la vida…
Julio, hijo de un país cuya verdadera emancipación estaba pendiente, hubiera estado feliz hoy con tanto bien conquistado, aunque también hubiera roto lanzas contra otros molinos que nos entorpecen el avance hacia una sociedad superior. Y sería igual de antimperialista, como lo aprendió de José Martí.
Nacido el 25 de marzo de 1903, en Mella deslumbra cómo la profundidad, el compromiso diáfano, no estuvieron en contradicción con el amor por la vida y todo lo hermoso que esa vida pudiera entrañar. Un testimonio dejado para la posteridad por un profesor universitario que conoció al excepcional comunista nos los muestra como una persona equilibrada, con apetito envidiable y excelente salud. También se sabe que era alegre, entusiasta, amante del deporte, que hablaba como abrazando, que podía entablar relaciones con personas de diversas edades y características, que siempre buscaba tiempo para leer, que era sumamente sensible y que, como su pasión era la justicia, defendía sus ideas con una intensidad que podía llegar a ser telúrica.
«En Cuba, nadie ha hecho tanto en tan poco tiempo», ha dicho Fidel sobre Mella. Alfredo Guevara lo describió como un «mago»: «En poquísimo tiempo —cito sus palabras— hizo de todo. Construyó estructuras de lucha antimperialista; participó del apoyo a Sandino; fundó la FEU y el Partido Comunista, participó de la Primera Internacional... Y no duró nada, pero eso que duró vale por mil años».
Además fundó la Universidad Popular José Martí, la Liga Anticlerical, la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas y el Partido Comunista de Cuba, junto a Carlos Baliño. Expulsado de la Universidad de La Habana y encarcelado, salió en libertad luego de mantener una huelga de hambre durante 18 días, y de una fuerte campaña de solidaridad en Cuba y fuera del país. Embarcó clandestinamente rumbo a Guatemala, de donde lo deportaron hacia México; allí continuó su lucha en pos del movimiento revolucionario del Archipiélago, y así se incorpora al Partido Comunista Mexicano y llega a ser su secretario general. Fue asesinado con solo 25 años. Según palabras de su amigo, el pintor mexicano Diego Rivera, el sepelio del luchador resultó ser el más grande que recordara el país hasta aquel momento.
Hay que volver a Mella; estudiarlo con paciencia. Hay que subrayar su exhortación a que fuésemos seres pensantes, no seres conducidos. Julio ofrece horizontes sobre una belleza redonda: se puede defender una gran causa sin que ello implique falta de pasión o falta de elegancia. Se puede ser un enamorado de lo grande, suerte que solo será posible si antes se vivió un enamoramiento por múltiples jornadas pequeñas.
(Publicado en la edición de JR el 10 de enero de 2017)