Como si fuesen dos almas
abrazadas en la proa
entre Maisí y Baracoa
un tronco parió dos palmas
de coco, llenas de calmas
huérfanas de cicatrices
y sus penachos felices
ante una ráfaga adversa
recomponían su fuerza
en el tronco y las raíces.
Matthew las vio desde lejos…
mas ya cerca, se detuvo
y sobre ellas sostuvo
resabios de tiempos viejos.
Vientos furiosos, parejos
lanzó con todas sus ganas
contra aquellas dos hermanas
que resistieron unidas
las más fuertes estampidas
como valientes cubanas.
Se fue Matthew con sus males
y movimientos extraños
pero dentro de los daños
no hubo víctimas fatales.
Por las «jimaguas» vitales
hoy mucha gente averigua
mientras alguien atestigua
que están allí, relucientes,
como dos sobrevivientes,
en la zona de Barigua.
El secreto de esta historia
al observarlas lo obtuve:
ellas conforman la V,
símbolo de la victoria.
Y aunque motivos de euforia
son hoy para los curiosos,
los cocoteros famosos
presagian que, con afán,
saldremos del huracán
más firmes y victoriosos.
Porque oriente se levanta
paso a paso y hombro a hombro;
y hasta encima del escombro
jaranea, ríe y canta.
Porque se teje una manta
de trabajo y dignidad,
porque existe voluntad,
porque se oye al zunzún
y crece el tronco común
de la solidaridad.