Por tercera ocasión, en solo un año, volvemos a hablar sobre el Conjunto Escultórico Parque de La Libertad, erigido en el corazón de la ciudad de Matanzas. Primero fue un reportaje publicado el 5 de diciembre de 2013 titulado Las tonalidades de la falta de rigor, en el que se denunciaba el grave deterioro sufrido por esa obra tras una inadecuada reparación.
Luego, el 25 de septiembre de este año, con el trabajo Las tonalidades del rigor dábamos a conocer la buena nueva de la terminación de una costosa restauración que dejó dicho monumento en perfecto estado de conservación y desde el punto de vista estético.
Pero ya en ese último material periodístico Gilberto Martínez Orgallez, restaurador de la empresa Atrios, del Ministerio de Cultura, advertía sobre la reincidencia de las indisciplinas sociales alrededor del monumento, que obligó a repetir determinadas tareas de limpieza, debido al vertimiento de bebidas o alimentos de comida rápida, y hasta el atraso en la entrega de la obra por culpa de irresponsables que hacían sus necesidades fisiológicas en derredor del sitio.
Es cierto que todos los matanceros y visitantes admiraron el cuidado con que fueron restauradas la escultura de Martí, La Libertad y la Bandera cubana con su asta.
Sin embargo, pronto los elogios desaparecieron y aumentan las quejas y el desasosiego. En las madrugadas matanceras reiteradamente algunas personas empezaron a usar todo el perímetro y el mismo monumento para terminar sus resacas nocturnas en franca violación de lo estipulado por la Ley que protege esos lugares de bien público.
Entre cantos, conversaciones y bebedera observamos el irrespeto por esa obra. Todo indicaba que se abonaba el camino hacia dislates mayores si no se detenía de raíz ese mal. Entonces nos desayunamos con que fue partida y sustraída la punta de bronce de la lanza del asta de la bandera, la que había sido restaurada y relucía en todo su esplendor.
Según Leonel Pérez Orozco, al frente de la Oficina del Conservador de la Ciudad, quien nos precisa que la primera idea fue enrejar el Monumento para evitar los daños que siguen ocurriendo cada noche, los individuos continúan tomando, comiendo y dañando el monumento.
Cuenta que se pensó en cercar el área con una reja original que estuvo en el propio parque en otra época, pero ha parecido impropio, porque enrejar el conjunto escultórico Parque La Libertad, con el valor simbólico que entraña el nombre, es bastante contradictorio. Por eso se ha pensado en la variante de demoler las escaleras de acceso al monumento y cercarlo con canteros de flores y plantas ornamentales, como mismo estuvo en su inauguración y hasta los años 70, para evitar el acceso libre.
Quizá se deba valorar que en las madrugadas exista un custodio que lo cuide, después de esta minuciosa restauración. Una vez más el bien se repliega ante el desorden y la indisciplina. Por eso la impunidad no debe entronizarse.
Igualmente se ha dañado la estatua de La Libertad, la cual ha sido arañada y se le ha escrito nombres en uno de sus pies, y hasta se han apagado tabacos sobre partes del Conjunto Escultórico.
Después de conocer de esta depredación y deterioro, considero que encaja certeramente la exigencia de medidas emergentes, sean cuales sean, pero efectivas, en aras de preservar esa joya arquitectónica, pues sería muy triste que en días sucesivos siguiéramos lamentando otras pérdidas o daños causados por personas insensibles.
Esperemos no tener que escribir un cuarto trabajo, y de hacerlo, quisiéramos que fuera para el elogio oportuno.