Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Cambiar los mandamientos?

Autor:

Ricardo Ronquillo Bello

Como en Rebelión de la granja, la novela de George Orwell, hay a quienes el contexto de la actualización cubana parece alentarles no solo a trastocar los «siete mandamientos», sino hasta el mismísimo muro sobre el cual se estamparon.

Ya sabemos que en la novela del escritor inglés los animales de la granja llevan a cabo una insurrección, que termina por crear sus principios, estampados sobre una pared.

Lo más sorprendente es el final del relato, cuando los cerdos se constituyen en una élite dentro de la granja, hasta que terminan por cambiar los Siete Mandamientos, incluyendo el más esencial, el séptimo, convenientemente modificado: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros».

Algún lector dirá que exagero al acudir a semejante comparación, pero resulta que los transformistas de «mandamientos» ya hacen galas en algunos de nuestros espacios. Me lo reafirmó en fecha reciente un especialista, quien afirmaba en televisión que él no tiene ningún conflicto con las «élites», las cuales son «normales» en cualquier sociedad, que necesitan de ellas para «progresar»…

Resulta que coincide con los ideólogos de derecha, para los cuales las élites son ineludibles y sería una fantasía pensar en su eliminación. Precisamente el derrumbe del socialismo soviético reubicó a las élites en un lugar central de la teoría social.

Entre los atributos propios de una élite se consideran una riqueza personal considerable. También se refiere a situaciones en las que un grupo, que reivindica poseer grandes habilidades, conspira para conseguir privilegios a expensas de otros… Puede hacer referencia a situaciones en las que una cúpula recibe privilegios y responsabilidades especiales, con la expectativa de que mediante estas medidas quede beneficiado todo el pueblo… Se les vincula, además, con la clase social y con lo que los sociólogos denominan estratificación social… Las personas de clase social alta son reconocidas normalmente como la élite social.

Y mientras más se profundiza en lo que el elitismo significa, menos acomoda en los postulados por los que sacrificaron sus vidas tantas generaciones de revolucionarios en este archipiélago, y menos aún encaja en las transformaciones en marcha.

Cuba ha padecido años de dificultades, y hasta medidas difíciles de superar, algunas de las cuales incubaron gérmenes de elitismo, acentuaron la estratificación social y distorsionaron la pirámide social; pero, como ha sido fundamentado en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, los procesos en marcha están muy lejos de pretender devolver a nuestra nación a los tiempos de las élites de cualquier naturaleza. Cuba busca avanzar hacia más socialismo, y pese a las fracasadas experiencias del modelo en otras geografías, socialismo y elitismo son, definitivamente, como aceite y vinagre.

Los Lineamientos, por ejemplo, apuntan el propósito de acabar con el igualitarismo, aunque la igualdad de oportunidades sigue presidiendo las esencias de la Revolución. De lo que se trata es de honrar el principio socialista: «De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo», para acabar de enderezar nuestra pirámide social.

Nada de lo subrayado hasta hoy por la actualización invita a la idea de favorecer elitismo alguno. Raúl ya dejó bien claro que debe garantizarse que ninguna decisión trascendente pueda tomarse sin consulta con el pueblo, sin consenso nacional. La misma discusión de los Lineamientos y la que está en marcha sobre el Anteproyecto del nuevo Código del Trabajo son ejemplos.

En el ámbito político la decisión de que no puedan ostentarse los más importantes cargos públicos más allá de dos períodos de cinco años es también una señal clara para una etapa inédita de la Revolución, cuando no pueda contarse para las candidaturas con la autoridad y el prestigio históricos de los líderes fundacionales.

Las medidas más radicales en la economía apuntan también a romper con el verticalismo, que ofrece demasiado protagonismo hacia arriba, y favorecen estructuras y formas de gestión y participación más socializadas. Hasta en este campo se adoptan decisiones para que todas las formas productivas estén en igualdad de condiciones para producir, como las 17 medidas adoptadas por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros para zafar las ataduras a las unidades básicas de producción  cooperativa.

El país necesita erigir muchas cosas, pero no un Olimpo para «elegidos»; en todo caso lo que debe seguirse buscando es el ascenso al pueblo. No requerimos elitismos, sino participación, además de protagonismo y construcción colectiva. Hay que poner el parche antes de que caiga la gotera. No sea que alguien crea que puede hacerles a nuestros mandamientos como a los de la granja de Orwell.

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