Luego de publicar un artículo del ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld en el que habla de «las amenazas de hoy día» y da su receta de cómo enfrentar al presidente Hugo Chávez, el Washington Post, en otro artículo publicado este domingo, potencia a los universitarios como oponentes al mandatario y a la reforma constitucional que hoy está votando el pueblo venezolano.
Partiendo de una aseveración totalmente falsa: «Pistoleros pro-gobierno los han tiroteado», el diario washingtoniano presenta al «ecléctico grupo de estudiantes universitarios» como aquellos que «han formado quizás la oposición más creíble y potente a los cambios constitucionales propuestos por el Presidente Hugo Chávez». Le dan así una validez y alcance lejos de la realidad y una consistencia monolítica que tampoco se ajusta a cuanto sucede en los centros universitarios de ese país, donde la juventud —universitaria o no— ha dado en estos días más de una muestra de ser parte del pueblo bolivariano en la batalla por el Sí a las reformas.
Con este artículo dominical, el Washington Post, completa su papel en la campaña y proceso anti-chavista, en que está involucrada casi toda la gran prensa estadounidense, y que en el caso del influyente periódico washingtoniano se resume en el editorial que publicó hace un par de semanas: «El golpe del Sr, Chávez», donde aseguraba que de aprobarse las reformas Venezuela consumaría su evolución hacia una «dictadura».
Para el Post, «los estudiantes han emergido como la conciencia» del país, sin embargo, no pudo pasar por alto que muchos de esos estudiantes y sus líderes proceden en realidad de universidades elites como la católica Andrés Bello, de Caracas, y que «algunos grupos estudiantiles han recibido financiamiento para sus talleres de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID)», como prueban documentos oficiales que fueron puestos en manos del diario.
Los documentos que la publicación recibió el sábado, fueron obtenidos por Jeremy Bigwood, investigador del Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, mediante la ley de libertad de información, y ellos muestran que desde el año 2003 esos grupos estudiantiles han recibido 216 000 dólares para programas de «resolución de conflicto» y «promoción de la democracia», términos harto conocidos en los planes subversivos que Estados Unidos promueve en aquellas naciones que considera «enemigas» y hasta tiene en las listas de supuestos estados «terroristas».
La mano de la administración Bush está entonces en ese movimiento, que se presenta como si fuera todo el estudiantado venezolano.
El artículo del Washington Post cita también a Jennifer Rahimi, portavoz de la embajada de Estados Unidos en Caracas negando que financien el movimiento opositor y que existan una conspiración contra el referendo constitucional, pero reconociendo que sí apoyan «la actividad no partidista de la sociedad civil», la nomenclatura asignada para enmascarar sus peones para fomentar la subversión, incluso desde que dieron el frustrado golpe de estado que encabezó Pedro Carmona, el breve.
Este domingo, dirigentes estudiantiles opositores han llamado a los jóvenes a acudir masivamente a los centros electorales a las 14:00 hora local y permanecer «para defender el voto», lo que pudiera complicar el proceso en la segunda parte del día, decía la agencia Prensa Latina. ¿Podría esta convocatoria suponer la posibilidad de alteraciones como las provocadas en los días anteriores por esos grupos universitarios?
Hasta ahora, la jornada electoral transcurre con tranquilidad, apenas las autoridades venezolanas han reportado 16 detenidos en incidentes menores, 14 de ellos por destruir la boleta de votación —lo que es penado por las leyes en cualquier lugar del mundo—y dos por tratar de afectar el funcionamiento de las máquinas utilizadas en el proceso; hechos condenables pero apenas destacables en el contexto de más de 33 000 mesas de votación y más de 16 millones de ciudadanos convocados a ejercer el sufragio
Tan sustancial como los resultados de las urnas, que se sabrán probablemente esta noche, es seguir de cerca las posibles acciones que tomaría una oposición negada todavía hoy a reconocer los resultados del referendo, y ver cómo hay dinero y mucha campaña para presentar a unos pocos miles de estudiantes como centro de una oposición que ha ido perdiendo su poder, paso a paso, a medida que avanza una Revolución dispuesta a construir su socialismo del siglo XXI.