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Aireando la ropa sucia del bolsonarismo

El juicio anunciado contra el exmandatario de Brasil vuelve a sacar a la luz sus crímenes sociales y políticos

Autor:

Marina Menéndez Quintero

 

La denegación de un pedido de prisión preventiva es el más reciente acontecimiento en la saga de las últimas acusaciones contra Jair Bolsonaro, que ya fueron aceptadas por el Supremo Tribunal Federal de Justicia, razón por la cual es un hecho que el cuestionado expresidente brasileño volverá a juicio, aunque la vista todavía no tiene fecha.

Las pruebas emergidas de una investigación de la Policía Federal que comprobó sus vínculos con los movimientos desestabilizadores del 8 de enero de 2023, son lo suficientemente inquietantes como para que sean pasadas por alto.

Aquella fue la secuela, en definitiva, de un intento de golpe de Estado que estaba previa y cuidadosamente planificado.

El complot, denominado Daga Verde y Amarilla, buscaba impedir la asunción de Lula tras resultar electo en noviembre de 2022 y para ello preveía, incluso, su asesinato y el de su vicepresidente, Geraldo Alckim, así como la del magistrado que, precisamente, instruye la causa: Alexandre de Moraes, quien ya llevó ante la justicia a cientos de los participantes de aquella invasión tan similar a los sucesos vistos en el Capitolio en Washington, casualmente, en otro mes de enero, pero de 2021.

La conexión de procederes no sorprendió, tomando en cuenta la mantenida admiración de Bolsonaro por Donald Trump. Las huestes que asaltaron la sede del legislativo estadounidense proclamaban un supuesto triunfo del republicano, entonces derrotado en las urnas por Joseph Biden, y quien desconoció los resultados.

De manera similar, la muchedumbre que tomó las instalaciones de los tres poderes del Estado en la capital brasileña dos años después, reclamaba que en las presidenciales de su país hubo fraude, y pedía imponer la banda a Bolsonaro, también resistido a la derrota.

Para cualquier observador queda claro que aquella explosión depredadora apenas siete días después de la toma de posesión del líder del Partido de los Trabajadores, no fue una catarsis espontánea.

Las constantes «advertencias» acerca de la supuesta ineficacia del sistema electoral proferidas por Bolsonaro desde antes de los comicios, pero cuando ya se sabía perdedor, junto a otras manipulaciones, fueron enervando los ánimos y llegaron a propiciar las insólitas manifestaciones que, entre noviembre y diciembre de 2022, escenificaron sus seguidores ante los cuarteles, para que los militares abandonasen sus recintos y tomaran el poder.

Incluso, la satanización de Lula, del PT y de toda la izquierda brasileña durante, más o menos, los cinco años anteriores, habían envenenado el ambiente contra el progresismo y todavía lo contaminan. Fue otra jugada sucia.

La develación acerca de la existencia del plan golpista fue hecha por la Policía desde fines del año pasado. Pero ahora han emergido nuevos elementos que comprometen de modo más directo al controvertido y muy criticado exmandatario.

Entre esas pruebas destaca un documento identificado como La minuta del golpe, que se halló en la residencia del entonces ministro de Justicia, Anderson Torres, y también fue ocupado en el celular de quien en esos momentos era ayudante de Bolsonaro, el teniente coronel Mauro Cid.

Los procedimientos allí fraguados contemplaban, además, decretar el estado de sitio por medio del Tribunal Superior Electoral.

Según la acusación de la Procuraduría, más de 30 personas estaban enroladas; pero Bolsonaro y otros siete encartados, entre quienes se encuentran exministros y militares de alto rango, han sido señalados como responsables de las principales decisiones y «acciones de impacto social» en relación con los hechos.

La evidencia de que el ayudante del expresidente portaba La minuta…, constituye un indicio fehaciente para pensar que Bolsonaro estaba al tanto.

No hay más dudas de que el denunciado conocía, manejaba y discutió sobre el proyecto del golpe, señaló el juez De Moraes al presentar el expediente.

«Si se analizó (el plan) y (Bolsonaro) quiso, si se analizó y no quiso, esto será (verificado) en el juicio de culpabilidad. No hay duda de que él tenía conocimiento de La minuta del golpe que fue aprehendida», subrayó el magistrado, quien pidió encausar al exmandatario por los delitos de organización criminal armada, intento de abolición violenta del Estado democrático de Derecho, daño calificado por violencia y grave amenaza al patrimonio nacional.

Los acusados buscaron mantener a Bolsonaro en el poder «a toda costa» mediante un plan de varios pasos, que se aceleró después de que el mandatario derechista perdió las elecciones frente a Lula, comentó un juez de la corte suprema.

Varias lecturas

La pertinencia del proceso puede aquilatarse desde distintos flancos.

Por un lado, resultaría peligroso para la estabilidad nacional premiar esos planes con la impunidad, porque podrían repetirse.

Por el otro, debe reconocerse que es necesario ventilar todos los crímenes contra la justicia cometidos por quien, pese a que ya ha sido inhabilitado para ocupar cargos públicos en virtud de otro proceso judicial, insiste en volver a la presidencia, por lo cual quiere ser candidato con vistas a las ya cercanas presidenciales de 2026. Para lograrlo, el Partido Liberal, al que se afilió hace algún tiempo, promueve en el Parlamento una Ley de Amnistía.

En tercer, aunque no último término, debe valorarse el hecho de que, por primera vez, militares de alto rango concurrirán ante las cortes, algo que no ha ocurrido jamás en Brasil, ni siquiera para airear las atrocidades cometidas por ellos durante el golpe que depuso al presidente Joao Goulart en 1964. Las leyes de impunidad lo impidieron.

Tampoco hay que olvidar que el acusado emergió de sus filas, y que mal gobernó sostenido por ellos, y no solamente desde lo castrense. Decenas de puestos gubernamentales durante el mandato de Bolsonaro fueron ocupados por oficiales quienes, pese a deberle respaldo o precisamente para sostenerlo, llegaron a manifestarse, secretamente, preocupados por la sobrevivencia del mandatario en el cargo cuando peores fueron sus arbitrariedades. De algún modo, haber compartido mandato, los implica en ellas.

Misógino, racista, negacionista y voluntarista contra la ley y contra toda lógica, si más de 600 000 de sus compatriotas murieron víctimas de la COVID-19 se debió, en buena medida, a la olímpica forma en que el entonces Presidente ignoró todo lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud y otras entidades calificadas, en lo concerniente a la pandemia.

Ahora, tres de los siete exmiembros de su gabinete con el grado de generales aparecen enrolados en la trama golpista y le acompañarán en el juicio: Augusto Heleno (exministro de la Oficina de Seguridad Institucional), Paulo Sérgio Nogueira (exministro de Defensa) y Walter Braga Netto (exministro de la Casa Civil). Se añaden el comandante de la Marina Almir Garnier Santos, entonces jefe de la Armada, y Mario Braga.

Independientemente de los resultados, su enjuiciamiento traspasará el umbral de intocabilidad que ha protegido hasta hoy a las fuerzas armadas.

La ausencia de comentarios por parte del cuerpo o de individualidades dentro de él en torno a las acusaciones, ha sido interpretada por observadores brasileños como un intento de mantener presuntamente libre de culpas a la institución, dejando que respondan y paguen las «individualidades».

Preserva esa narrativa el hecho de que otros dos generales, Marco Antonio Freire Gomes, comandante del Ejército, y Carlos de Almeida Baptista, de la Aeronáutica, se negaran a unirse a la conspiración, según consta en el expediente confeccionado por la Fiscalía. Eso pudiera liberar al cuerpo militar de ser considerado, en su conjunto, como golpista.

No obstante, ellos siguen ahí y seguirán estando después de las presidenciales pautadas para el año que viene, cuando la dirigencia del PT ha confirmado la candidatura de Lula, y el apoyo que buscaría en la alianza con el centro (Centrao), frente a los seguidores que, pese a todo, pueda seguir arrastrando lo que ha dado en llamarse «el bolsonarismo».

A las puertas de esa coyuntura, también es importante develar sus crímenes.

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