Cuando esta semana llegue a su sexto día, el viernes, a los seis equipos involucrados en la segunda fase de la Serie Nacional de Béisbol le restarán 15 partidos por disputarse —sin contar los elencos que tienen juegos sellados o pendientes— y aún nadie tiene «visa» para la ronda definitiva.
La casualidad ha puesto un escenario en el cual, en los pareos que acaban de concluir, cada equipo jugó con el elenco que estaba inmediatamente arriba —o debajo— en la tabla de posiciones, de ahí que los lugares cambiaban casi a diario.
En el Cándido González de Camagüey, los Indómitos, tras los dos primeros partidos, eran los que peores número exhibían en defensa (84 errores y .969 de average), aunque el desempeño con el madero al hombro les permitió encabezar, hasta este martes, la clasificación. No obstante, no fue este un factor determinante en este duelo particular, aún cuando el quehacer ofensivo del Santiago se enfrentó a un pitcheo camagüeyano que es uno de los que más cuadrangulares permite (55).
El actual campeón, Las Tunas, rival de Matanzas, intentó, sin lograrlo, tomar aire en la zona de clasificación y complicarle la existencia a los Cocodrilos, elenco que ha logrado un repunte encomiable gracias al buen funcionamiento del tándem pitcheo-ofensiva dentro del equipo. Los de Armando Ferrer eran, hasta este miércoles, los que con más frecuencia sacan la bola del parque (67 vuelacercas y uno cada 36.6 veces al bate), y sus serpentineros esgrimen un promedio de carreras limpias de 4,07 y un WHIP de 1,47.
En el sótano, tanto Cienfuegos como Industriales buscaron subir peldaños y meterse en la «zona feliz». Al empezar estos cotejos, ambos equipos vivían momentos diferentes, pues los Azules venían de ganar ocho de sus últimos partidos, mientras que los Elefantes mostraban una línea ofensiva que los ubicaba como la novena que más dolores de cabeza provocaba a los lanzadores rivales, con 304 de average, y 395 de OBP, además de ser los que más carreras traen al plato, producen y fabrican (420, 812 y 413.9, respectivamente). Pero recordemos, ningún equipo es tan bueno como cuando gana, ni tan malo como cuando pierde.
Como en el popular juego de fiestas y bodas, habrá que esperar a que «pare» la música para ver quién se queda sin silla. Por ahora todos siguen bailando.