El cubano Heriberto Sarduy se despide de la selección nacional con el oro de Barranquilla. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 30/07/2018 | 09:59 pm
BARRANQUILLA.— «Me arriesgué, le fui arriba al portero, o agarraba un golpe o la desviaba para la portería. Coloqué al equipo arriba en la final con ese gol y después puse la asistencia del segundo. ¿Qué más puedo pedirle a la vida? Me premió con una despedida redonda, una final muy linda», dice el jugador más veterano de la selección cubana de hockey sobre césped en relación con el título de su escuadra ante México en esta cita regional.
No duda en ver ese desempeño como la contraparte del penal que falló en la disputa del bronce contra Chile en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, cuando faltaban tres minutos para el cierre, tiempo que le bastó a los sudamericanos para ganar el juego y privar a Heriberto Sarduy de una medalla panamericana. Hasta este domingo el avileño mantuvo abierta esa página, desde hacía siete años.
Sarduy, en la parte más emocionante de su breve testimonio, levantó las manos, contuvo una insistente lágrima que amenazaba rodar sobre el pómulo golpeado, y miró a un cielo oscuro, encapotado, pero renuente, al igual que él, a soltar ni una gota de lluvia. Aquella imagen tocaba lo celestial y lo terrenal. La despedida de un guerrero encima del verdor de su sempiterno campo de batalla. Definitivamente guardaba el bastón en el desván. Lo hacía camino a los 41 años.
«Termino mi carrera con la selección nacional, ya no estaré para los Juegos Panamericanos de Lima. Es el momento indicado, es una decisión muy bien pensada por mí y mi familia, me retiro con un resultado grande, confío en el relevo generacional que tenemos y saben que pueden contar conmigo como entrenador, te digo que sería una satisfacción enorme», asegura el curtido hockeista, líder goleador con 316 perforaciones en campeonatos nacionales, y 139 en el extranjero, con los tres que marcó aquí. «Me gustaría quedar como un ejemplo para esta generación de jugadores», insiste.
«Después de algunos años de descanso, pues estuve como entrenador del equipo nacional de Venezuela, me llamaron a la selección cubana para que me incorporara. Antes jugué en el campeonato nacional y lo hice regular, pero el colectivo técnico me dijo que eso no importaba, que confiaban en mí, que tenía un año para prepararme con vista a estos Juegos. Me lo tomé en serio, porque todo es sacrificio y amor por la camiseta y por un equipo que es familia y salió este resultado, que para mí significa mi primer título a este nivel.
«Lo más grande que puede tener un atleta es que la gente te aloje en sus corazones, como recuerdo del jugador humilde que fui y mucho le agradezco al entrenador Alain Bardají, compañero mío en el equipo Cuba, quien apostó ciegamente por mí, me dijo que él me traería de vuelta a la selección, de ahí el doble sacrificio que le puse al regreso. Bardají me dijo que me tendría que morir en el último juego, porque sería el último para mí también, y así lo hice», concluyó Heriberto, quien no salió ni un minuto de la cancha en la final.