El lanzador Liván Moinelo y el intermedista Andy Sarduy fueron protagonistas del éxito de los Vegueros. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 06:30 pm
PINAR DEL RÍO.— Lo más parecido al equipo de esta provincia es uno de esos corredores de largo aliento que no cejan en el empeño de alcanzar la meta. Una vez más, demostró que pueden navegar a contracorriente y sortear cualquier obstáculo. Otra vez quedó claro que les queda gasolina en el depósito, y que el elenco de Ciego de Ávila tiene que probar que puede lidiar con la presión para retener la corona.
Si la noche anterior los dirigidos por Jorge Ricardo Gallardo salvaron el honor, este martes tomaron suficiente aire para ir a matar o morir en el campo enemigo. Las cosas no comenzaron nada bien, pero aun así el graderío del Capitán San Luis jamás dejó de temblar, unas veces al ritmo de la incesante conga y otras al compás de algún corito jocoso, con miles disfrutando la última noche de béisbol aquí hasta la próxima campaña.
La visita, en busca del triunfo definitivo, arrancó con bríos frente a los envíos del derecho Vladimir Baños. Velocidad en las bases —bateo y corrido más doble robo en la entrada inicial— y batazo oportuno del enmascarado Osvaldo Vázquez, fueron la fórmula para tomar una distancia que se desvaneció en manos del pitcheo de segunda línea.
Lázaro Blanco, cuya incorporación en la postemporada había sido un seguro para la tropa de Roger Machado, esta vez solo logró salir ileso durante el primer tercio. El cañonazo de Yosvani Alarcón, luego de la base intencional a William Saavedra, fue la voz de abordaje, y la rebelión tomó impulso con el descontrol de Denis Castillo y Yasmani Insua, ambos incapaces de lidiar con la presión. Sin embargo, lo que puso fuera de juego a los Tigres fue el cañonazo de Andy Sarduy —en noche perfecta— con las bases llenas, sobre el que Luis Robert cometió el error que le permitió limpiar las almohadillas.
El daño fue tal, que de nada sirvió el conato avileño en su última oportunidad al bate, cuando los rescatistas Yaifredo Domínguez y Liván Moinelo también extraviaron la zona de strike. Cuatro anotaciones, par de ellas forzadas por boletos, le pusieron el toque de dramatismo al duelo que deja la final, para bien del espectáculo, con cierto grado de suspense. El ponche del zurdo local al experimentado Ariel Borrero para bajar el telón del partido será recordado por buen tiempo, y quién sabe si, cuando termine la historia, clasifique como el out del campeonato.
Otra vez, la nave anfitriona cambia el rumbo para escapar del naufragio, pero sobre todo, para relanzar una candidatura al trono que, aunque sigue contra las cuerdas, comienza a preocupar a sus rivales. En circunstancias similares llegaron los pativerdes hace unos días a Matanzas y todos conocemos como terminó la historia.
Esta reversión ha sido posible porque las piezas del engranaje, más concentradas y calibradas, comenzaron a funcionar, sobre todo en el cajón de bateo. La confianza en los jugadores ha rendido sus frutos y tal vez el mejor ejemplo pudiera ser Sarduy, quien llevaba una postemporada para el olvido, y desde que la final aterrizó por estos lares ha conectado seis imparables en ocho veces al bate. Después del costoso desliz dominical, el villaclareño ha respondido con fuego, y se apuntó el empuje de la mitad de las carreras de los vencedores.
Sentenciado el pulso, el timonel Roger Machado declaró que la derrota estaba entre las posibilidades. «Cumplimos el objetivo con el que vinimos para asumir estos tres partidos, que era sacar un triunfo. Cuando lo hicimos en la primera presentación nos vimos con posibilidades, pero tenemos claro que estamos enfrentando a un gran equipo, difícil, acostumbrado a jugar con presión, pero además con el apoyo de su público», comentó.
Sin confirmarlo, el estratega dejó entrever la posibilidad de que sea Dachel Duquesne su designación para abrir el crucial sexto juego, para el que solicitó el total apoyo de la afición de la tierra de la piña.
Por su parte, el timonel pinareño no dudó ni un momento para anunciar al diestro Yosvani Torres para la trascendental apertura, en la que, una vez más, los Vegueros se juegan su suerte.