Creyeron haber descubierto el agua tibia. Noemí Duchene se hizo pasar por parapléjica hasta que entró a una joyería con idea del más perfecto atraco. Fuera, Luis del Castillo hacía guardia y sostenía el asiento rodante, listo para dar lástima, pasar inadvertidos y escapar. Dentro las cosas se complicaron, porque la dueña del local estaba preparada con un arma de electrochoques e inmovilizó a la ladrona. Cuando la policía se presentó en el local, Castillo todavía esperaba a su cómplice para empujarle la silla de ruedas.