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Voces del silencio (II y final)

Los personajes de Los gatos, las máscaras, las sombras llevan a la pantalla temas dolorosos pero necesarios. Así, las actrices Sailin Carbonell y Laura Moras reflexionan sobre el abordaje en televisión del abuso infantil y la violencia sicológica, problemáticas muchas veces silenciadas en la sociedad

Autor:

Félix A. Correa Álvarez

Sailin Carbonell y Laura Moras, respectivamente, interpretan a Sandra y Verónica en Los gatos, las máscaras, las sombras. Mientras Susana, marcada por el silencio cómplice de su familia a lo largo de generaciones, decide romper con el ciclo de abuso infantil oculto tras las paredes de un «hogar», Verónica vive en un matrimonio en que el control sicológico y las agresiones emocionales la atrapan en un proceso de negación. En entrevista con Juventud Rebelde, ambas actrices reflexionan sobre el desafío de interpretar a personajes tan complejos, cuyos conflictos reflejan realidades que siguen siendo silenciadas en la sociedad.

Sailin Carbonell (Sandra)

—Uno de los aspectos más impactantes de la historia de Sandra es la forma en que el silencio se convierte en otra forma de violencia…

—El silencio es violencia. No proteger, no hablar, mirar hacia otro lado… todo eso también es parte del abuso. Y Sandra lo rompe. Ella carga con el peso de una historia familiar en la que, durante generaciones, el abuso ha estado presente sin que nadie hiciera nada. Su madre calló, su abuela calló, su hermana calló. Pero Sandra no.

«Ella no es una heroína, pero cuando se trata de su hija se convierte en una leona. Ya no puede más. El silencio en esta historia es un monstruo que ha crecido en la oscuridad y Sandra es la única que se atreve a enfrentarlo. Y eso es lo más doloroso: cuando habla, cuando se atreve a señalar lo que ha sucedido, no solo enfrenta a su agresor, sino también a toda su familia, que prefirió callar. Esta historia es un llamado de atención. No podemos seguir silenciando a las víctimas».

—El capítulo también refleja el fenómeno de la repetición generacional del abuso. Desde tu visión como actriz, ¿por qué crees que es tan difícil romper ese ciclo y qué rol puede jugar la televisión en esa conversación?

—La familia es el eslabón más importante de nuestra sociedad. Lo que se vive dentro de ella marca profundamente a una persona, y cuando el abuso se repite de generación en generación, no es solo porque existe un agresor, sino porque hay una cultura de silencio que lo permite. Romper ese ciclo es casi imposible, porque denunciar a tu familia es como traicionar tus propios cimientos; es enfrentarte a todo lo que te ha formado, a todo lo que has creído. Es un acto de valentía, pero también de dolor profundo.

«Es muy difícil romper ese silencio porque en muchos casos la víctima sigue amando a su agresor. Ese es el gran dilema: ¿cómo confrontas a alguien que, a pesar de todo, sigue siendo parte de tu historia, de tu identidad? Romper ese ciclo es mucho más complejo de lo que la ficción puede mostrar porque la realidad, lamentablemente, siempre supera la ficción.

«Sin embargo, mostrarlo y compartirlo siempre es un primer paso. La televisión tiene la capacidad de abrir puertas y dar visibilidad a algo que muchas veces se calla. En medio de la oscuridad, lo que a veces se necesita es la valentía de empezar a nombrar lo que nadie se atreve a decir, porque incluso los ciclos más dolorosos pueden transformarse cuando, al menos, dejamos de esconderlos».

—La violencia sexual infantil suele estar rodeada de miedo, vergüenza y presiones familiares que impiden la denuncia. ¿Qué mensaje te gustaría que dejara este capítulo en la audiencia?

—Lo que me gustaría que este capítulo dejara es que, aunque el miedo, la vergüenza y las presiones sean enormes, no están solos. Hablar, aunque sea un pequeño paso, puede ser el principio de una gran transformación. Este capítulo no pretende dar respuestas fáciles, pero sí busca mostrar que la voz de cada víctima importa. Romper el ciclo de silencio, aunque doloroso, es el primer paso para encontrar la libertad y sanar. ¡No al silencio!

Laura Moras (Verónica)

—El conflicto que atraviesa Verónica muestra cómo la inseguridad y el ego herido de su esposo se convierten en un mecanismo de control y maltrato. ¿Qué tan común crees que es este tipo de violencia?

—Este tipo de violencia es más común de lo que creemos. Al no ser una violencia física ni totalmente visible, muchas veces pasa desapercibida. Sucede con frecuencia en mujeres que somos profesionales, que destacamos o que tenemos algún tipo de reconocimiento. En estos casos, el hombre, desde una postura de control que ha existido históricamente, puede sentirse por debajo de esta mujer o percibir que ella se le está escapando de las manos, lo que amenaza su dominio sobre ella.

«Ese afán de marcar territorio, de establecer a la mujer como una posesión, responde a la creencia de que tiene derecho sobre ella. Muchos hombres sienten que las mujeres les pertenecen de alguna manera, y cuando perciben que nos estamos alejando de ese círculo de control surgen actitudes agresivas, manifestaciones de violencia y crisis matrimoniales que desencadenan situaciones insostenibles, como está ocurriendo en este matrimonio».

Es importante tener la seguridad y la autoestima suficientes para decir «no» ante el primer acto de violencia, afirma Laura Moras. Foto: Elena Palacios

—Muchas veces se asocia la violencia de género con agresiones físicas, pero la serie evidencia que hay formas más silenciosas y devastadoras, como la manipulación y el chantaje emocional…

—Creo que esta serie puede ayudar a muchas mujeres y a muchas personas que no solo se encuentran en situaciones de violencia sin reconocerlas como tal, sino que además las justifican. Esta tendencia a justificar el maltrato es algo que tenemos que reconocer y combatir, porque no es normal. Es fundamental abrir los ojos y darnos cuenta de que no solo el golpe constituye maltrato. Existe el maltrato sicológico, el maltrato verbal y la vejación.

«Cuando alguien te dice que no eres capaz de hacer algo o te menosprecia diciendo: “¿Qué haces ahí? Tú no estás para eso, mejor ponte a cocinar”, eso también es violencia. Aunque no haya golpes, sigue siendo una relación abusiva, porque se basa en el poder y el control. Con esta serie, espero que muchas personas abran los ojos y comprendan que no podemos permitirlo ni soportarlo desde el primer momento. Es importante tener la seguridad y la autoestima suficientes para decir “no” ante el primer acto de violencia, sea física, verbal o de cualquier otro tipo».

—Verónica ama a su esposo, pero también le teme. Esa dualidad es clave en la trama y en su evolución como personaje. ¿Cómo lograste equilibrar esos sentimientos en tu actuación?

—Este tipo de relaciones está siempre marcado por el temor, porque el dominio que ejercen estos hombres en sus relaciones se basa en el miedo. Ese es el control que tienen sobre las mujeres. No es solo el temor al maltrato físico, sino también al impacto de lo que el agresor pueda decir. En la serie, hubo muchas escenas en las que yo temía lo que él estaba diciendo. Además, temes que las personas de tu círculo se den cuenta de las agresiones solapadas que están ocurriendo, lo cual se refleja en las escenas donde estoy con mis amigos. Yo trato de evitar que se note cómo mi relación está decayendo, cómo mi esposo me maltrata y es capaz de agredirme. Tengo miedo de que los demás lo noten, no solo por sus reacciones, sino también por el temor al qué dirán.

«Esto es algo muy importante en este tipo de relaciones: las mujeres tienen miedo de que los demás descubran lo que está sucediendo por vergüenza. Se sienten también cómplices y culpables del maltrato, especialmente cuando se trata de mujeres intelectuales o que tienen una posición social o profesional determinada. El hecho de que sean mujeres vulnerables y maltratadas les causa una gran vergüenza. Por eso, intentan ocultar el maltrato, como si no estuviera pasando.

«Esa es una reacción equivocada porque lo que realmente se necesita es visibilizar lo que está sucediendo para poder ponerle fin. Si no se hace, uno sigue atrapado en el mismo círculo y no se rompe el ciclo de abuso. Es justamente eso lo que queríamos transmitir con este capítulo: que hay que salir de este tipo de relaciones».

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