La Jornada Nacional de Teatro Callejero a contribuido a interesar tanto a los espectadores como a los nuevos creadores que se van sumando. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 05:07 pm
La reciente celebración de la VI Jornada Nacional de Teatro Callejero en la ciudad de Matanzas dejó en claro que, si bien en nuestro país existe una marcada vocación por cultivar esta modalidad escénica, el movimiento de los artistas de la calle no alcanza aún a consolidarse con la fuerza a que aspira y merece. Auspiciado por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas y con El Mirón Cubano como anfitrión, el evento ha devenido sitio de encuentro y confrontación e incluso indicador indispensable a la hora de calibrar calidades, inclinaciones, vertientes o alternativas de un modo de hacer cuya continuidad fue interrumpida durante mucho tiempo.
Entre los méritos de estas jornadas matanceras está el de haber ganado un público numeroso, fomentar espacios para la reflexión en torno a diversos temas relacionados con este modo de hacer, incentivar a los colectivos ya existentes, así como contribuir al interés por fundar otros. Durante los intensos días en que las calles y parques yumurinos fueron tomados por las agrupaciones participantes se pudo comprobar el proceso de maduración y crecimiento que vive D’Morón Teatro, el regreso de El Mirón Cubano al diálogo con la estética y el magisterio de Albio Paz o la vocación investigativa de Gigantería.
La tropa avileña que lidera Orlando Concepción ha encontrado un camino que los distingue a partir de la utilización del barro. Con los cuerpos y atuendos revestidos de una pátina de lodo llevaron a Matanzas su ya conocida versión de Medea y el estreno de Gente de barro. La tragedia griega es recreada a partir de hieratismo, coreografías y composiciones espaciales. El trabajo con el cuerpo, la máscara facial o las posturas alcanzan aquí un protagonismo innegable, en especial debido a que la palabra es desterrada del montaje. La limpieza en la ejecución y la concentración distinguen la labor de los intérpretes en medio de un espectáculo que atrapa por su atractivo visual y por el desprejuicio y sencillez con que es encarado el antiguo mito.
Gente de barro resulta la confirmación del interés por seguir explotando esta vertiente. Concepción vuelve a cubrir a sus actores con el humilde légamo, pero ahora su interés se desplaza hacia criaturas cercanas como el policía, el pintor, la florista, el limpiabotas, la bailarina… De nuevo son la visualidad y la sugerencia las que llevan la voz cantante. Luego de la procesión inicial, nos deleitamos con la expresividad de varias estatuas cuyos oficios nos resultan familiares y que asumen posturas que nos remiten a obras clave del patrimonio escultórico universal mientras van poblando la cotidianidad de los transeúntes que son de inmediato atrapados por su hechizo.
Entre lo más atractivo del evento estuvo la propuesta de Francisco Rodríguez y El Mirón Cubano bautizada como La palangana vieja. Se aprecia aquí la sana y muy bien asimilada influencia del maestro Albio Paz. Digo esto tomando en cuenta la fuerte impronta teatral del montaje, las características del diseño de Adán Rodríguez, así como las texturas y capacidad de sugerencia de los objetos y artilugios empleados. A esto hay que agregar la calidad del desempeño actoral, el diálogo con el público y el tema abordado. Sin alardes ni precisando de muchos recursos, Rodríguez y sus colaboradores consiguen con La palangana… un buen momento.
Con La Tarasca, Roberto Salas y Gigantería contribuyen a rescatar una tradición olvidada. La historia del enfrentamiento y la victoria de Santa Marta contra un monstruo representativo de la maldad pobló las calles de la Isla siglos atrás y se cuenta entre los actos inaugurales de nuestro teatro. El conjunto capitalino asume este reto luego de un arduo proceso de investigación. En honor a la verdad La Tarasca es un espectáculo en formulación, sus hacedores en un inicio se limitaron a recrear la quema del monstruo, pero ahora se han lanzado a la reconstrucción de la representación íntegra. Para lograrlo recurren a un amplio despliegue que incluye también a gigantes y soldados.
Si bien es cierto que el teatro de calle es francamente escaso entre nosotros, también lo es que jornadas como estas han contribuido a interesar tanto a los espectadores como a los nuevos creadores que se van sumando. En momentos como estos, cuando las salas teatrales no alcanzan, el teatro de calle resulta una alternativa a tomar muy en cuenta. Sus posibilidades para dialogar con amplios sectores de público, de sorprenderlo incluso en sus propios barrios, le confieren un valor añadido que hay que aprender a explotar sin renunciar a la calidad.