Gleyvis Coro Montanet (Pinar del Río, 1974) se ha convertido en pocos años en una figura conocida no solo en el contexto literario de su provincia sino del país. Con cuatro poemarios y un libro de relatos publicados, esta joven autora, estomatóloga de profesión, apuesta por una comunicación intensa con el lector, siempre desde presupuestos lúdicros y reflexivos; todo ello, sin soslayar una arista erótica que ya asomaba en sus primeros textos, cualidad que se ha ido estilizando hasta definir su más reciente propuesta: Aguardando al guardabosque, de Ediciones Loynaz, breve pero intenso volumen donde reúne sonetos y piezas en verso libre.
Durante la reciente presentación de este libro, la destacada escritora pinareña Nersys Felipe, autora de varios títulos entre los que destacan Cuentos de Guane, catalogó de ingenua la intención erótica de la poesía de Gleyvis. Interpelada sobre tal consideración y en general sobre el sentido del erotismo y lo femenino en su obra, Gleyvis aseguraba que bien pudiera definírsele «como una mujer que se mueve por intuiciones y pone todo su atrevimiento en lo que hace. Me gusta que la veta de mi inseguridad esté ahí, que la línea temblorosa tenga un sitio, que la literatura se le ofrezca un poco a la dentista que soy. Por eso hay mucha “sana malicia” en lo que hago, una malicia cargada de humor, que tiende un poco a confundir, a provocar, y por supuesto que hay rigor y estudio de la sintaxis, pero Nersys tiene más razón de la que cualquiera imagina: yo soy naíf. Aguardando al guardabosque es un cuaderno con una calma tremenda y una rebeldía juguetona y astuta, donde lo uno lleva a lo otro, aunque parezca contradictorio. Es un texto en el que dije todo lo que quise sobre lo femenino y lo erótico y si decirlo todo en poesía es difícil —porque te sometes a los códigos de la sonoridad y a la tentación de embarrar de belleza la frase exacta—, contar los problemas universales, históricos e íntimos de la mujer, desde la calma, es un ejercicio de madurez social, espiritual y creativo. Por eso me complace tanto este librito que defiende mi condición de mujer».
Gleyvis irrumpió en nuestro panorama editorial con sus Cantares de Novo-Hem, que glosa en décimas la tragedia Alceste de Eurípides. Sobre esta vocación, poco común entre nuestros más jóvenes poetas, Gleyvis apunta: «Me seduce lo histórico, lo político, el conflicto de la masa y las figuras aglutinantes, más que las solitarias. Mis poemas o textos narrativos en primera persona, responden casi siempre a un problema de grandes connotaciones sociales y no a una queja ni a la felicidad particular o aislada».
Ha publicado la mayor parte de su obra hasta el momento en Ediciones Loynaz, una institución que —según ella— «ha devenido casa para la intelectualidad vueltabajera, ha promocionado espacios de reunión, publicación y crítica; ha visto llegar, quedarse y partir a muchos escritores y artistas. Y, lo más importante, a todos los ha dejado crecer o no a su modo. «Mi relación con el Centro de Promoción Literaria Hermanos Loynaz —agrega— es casi conyugal, con lo que tiene de bueno y de malo estar enyugada a algo que fue casi lo primero y ha sido casi lo único por un buen tiempo. Es bueno saber que estos raros lugares no han muerto todavía, y que su persistencia contamina, contagia, y promueve la aparición de nuevos sitios de tertulia. Gracias a la Casa Loynaz los escritores de Pinar del Río tuvimos una generación, una manada para la interacción, la competencia y la sobrevivencia espiritual en una ciudad de provincia».
Sobre la relación intelectual que ha logrado establecer con varios amigos de Cuba, integrantes en su mayoría de la izquierda intelectual española y la influencia que pudiera ejercer en su obra esta indagación permanente en temas de interés político y social, Gleyvis, con una historia breve en la que, sin embargo, también aparece, mayúscula, la Historia, dice: «Tina Modotti arrojó un día su cámara fotográfica al río Moskvá. Quería decir con esto que se olvidaba de su arte para seguir una causa social. Yo no tiraría nada al pinareño río Guamá, pero admiro a quien lo haga. Los intelectuales como Tina están pasando de moda y, fuera de pequeños conatos de resistencia, es doloroso ver cómo el artista se desvirtúa en todos lados». Finalmente concluye arguyendo que por la recuperación de esa utopía, de esa poesía equivocada si se quiere, se justifican los diálogos polémicos, esporádicos y electrónicos con algunos intelectuales de izquierda, los más accesibles y pacientes.