Juan José asegura que debe aprovecharse todo lo que esté en el suelo y pueda salvarse. Foto: Roberto Suárez Autor: Roberto Suárez Publicado: 02/11/2022 | 09:56 pm
Aquella mañana, aún con los vientos de Ian sobre su finca La Central, perteneciente a la CCS Manuel Cordero, un remolino de recuerdos llevó al campesino Juan José Cordero Díaz hasta el año 2008, cuando el paso de los huracanes Gustav e Ike dejaron un triste paisaje en el municipio pinareño de Consolación del Sur.
«Esta es la segunda vez que tengo que empezar de cero», me dice. Y es que el ciclón se ensañó duramente con Juanito, como lo llaman los más allegados. Derribó sus tres casas de tabaco, demolió sus cultivos, arrancó la nave para conejos construida apenas horas antes, dejó sin vida o con lesiones a varios ejemplares de ganado mayor y menor. Algunos animales corrieron a guarecerse en los aposentos y allí mismo quedaron atrapados cuando los vientos incrementaron su velocidad y las fuertes ráfagas lo derrumbaron todo.
Una de las casas de trabajo del campesino Juan José Cordero Díaz. Foto: Roberto Suárez
La naturaleza intentaba borrar de un zarpazo más de 24 años de trabajo. En 1994 Cordero Díaz se había graduado como ingeniero de equipos y componentes electrónicos en la universidad. Entonces, la dramática situación del país lo obligó a ver en la agricultura un modo de sustento familiar y también de realización personal. «La tierra tiene que gustarle a uno. Hay gente que quiere venir al campo a hacer dinero, a generar fortuna, pero si no amas lo que haces… al final no encaja, no machea».
Las ráfagas de Ian pretendían desaparecer todo ese patrimonio forjado con el empeño de él y su familia. Y aunque el impacto inicial resultó angustiante, enseguida comprendió que, más que lamentarse, la solución estaba en reconstruir lo dañado y empinarse sobre los destrozos… una vez más.
Aprovechar lo que dejó el ciclón
«La filosofía ahora no puede ser talar árboles para obtener la madera que necesitan las casas de tabaco que debemos tener listas para enero. Primero, porque los bosques son los pulmones del planeta; segundo, porque tampoco contamos con tantos; y tercero, porque hay mucha madera en el suelo que se puede aprovechar. Es algo que no lleva recursos, no necesita transporte ni combustible.
«Hay mucha madera en el suelo que se puede aprovechar», refiere Juanito. Foto: Roberto Suárez
«Por eso lo primero que hice fue buscar una brigada de carpinteros que me están ayudando a levantar las casas, haciendo un uso óptimo de lo que está en el piso. Como ventaja tenemos la experiencia del golpe anterior. Lo que no sirve porque está muy dañado por supuesto que no lo utilizamos, pero todo lo que podamos salvar, sí.
Se reutiliza la madera caída debido al paso del huracán. Foto:Roberto Suárez
«Las casas de tabaco resultan muy vulnerables, por constituir grandes estructuras de madera. Las mías se encontraban en muy buen estado, pero verdaderamente la fuerza de la naturaleza resultó superior. En ocasiones, mientras más calidad tienen, más sensibles son por sus propias características», comenta este destacado productor mientras recuerda que Ian estuvo bastante tiempo, demoró mucho su velocidad de traslación sobre el territorio, lo que provocó más daños.
Con un optimismo que contagia y energiza, no se amilana y emprende junto a los suyos la recuperación de la finca. «Teniendo en cuenta la situación actual, y la madera con la que cuento, de los tres aposentos que el huracán me derribó, pienso levantar dos, y puede ser que se siembre un poquito menos de volumen de tabaco por el momento de la campaña en que estamos. La prioridad mía es garantizar el tabaco tapado, que es la capa para la exportación, y tratar de producir aquella que el país no tiene en inventario, en sus almacenes.
Juanito se levanta de su asiento, una especie de columpio campestre, y nos invita a recorrer sus tierras. Mientras caminamos enseña cómo ya tienen sembrado frijoles, maíz, cómo crece allá a los lejos la yuca o el boniato, para ir reponiéndose del impacto.
«No nos dedicamos solo al tabaco, el monocultivo mata a cualquiera. Por eso mantenemos la finca diversificada. El estiércol que genera el ganado es abono para las vegas y así se va conformando una cadena, como la cadena evolutiva de Darwin, que funciona también en la agricultura: se concatena todo, uno aporta al otro hasta que se completa el ciclo productivo».
El estiércol que genera el ganado es abono para las vegas. Foto:Roberto Suárez
El ser humano, lo fundamental
A pesar de que desde el paso del ciclón ha tenido que estar sin corriente eléctrica por más de un mes, Juanito impregna ánimo a sus más de diez trabajadores, algunos de los cuales se encuentran con sus viviendas damnificadas y perdieron muchas de sus pertenencias. «A ellos también los ayudamos porque la atención al ser humano constituye lo primero. Fíjate que en el tabaco la mayor parte de las labores son manuales. Algunas, como la preparación del suelo, se pueden mecanizar, pero las de ensarte y recolección dependen de nuestros hombres y mujeres, y así siempre será. ¿Qué ocurre si no los atendemos?».
Sobre este tema, preocupado por las limitaciones que sufre el campo cubano, para quien desde hace varios años integra el Comité Nacional de la ANAP, hay que darle una mirada integral a la situación de la fuerza de trabajo. «Estamos en un país eminentemente agrícola y apenas tenemos un 20 por ciento de la población rural. En los últimos años ha habido limitaciones de recursos, fertilizantes, combustible, fundamentalmente por el bloqueo de Estados Unidos, pero hay que estimular que más personas vengan al campo y detener el flujo hacia la ciudad.
«Cuando pasa un ciclón, como el de ahora, el más afectado es el campesino, incluso hasta su propia casa se daña, su infraestructura… Un trabajador de un centro laboral se damnifica y le siguen pagando, a veces hasta como interrupto, pero el campesino depende de su esfuerzo. Entonces, rápidamente se le pide como reclamo sembrar para darle comida al pueblo, que además es nuestra misión. Pero cuando empieza la recuperación, donde último llega la corriente es a las zonas rurales, donde último se atiende al damnificado es en las comunidades campesinas.
«No obstante —afirma Juanito— de aquí ha salido comida todas las semanas para la placita, ya ves los sembrados, como se recuperan los platanales, las casas de tabaco van levantándose. Contamos con esa brigada de carpinteros que están en la finca prácticamente albergados, duermen aquí. Tengo mis créditos como productor en el banco y les puedo pagar. Por suerte algunas cosechas estaban aseguradas, las casas de curar tabaco también. El seguro ha trabajado con una operatividad muy buena en esta etapa de la recuperación, por lo menos en mi caso. Y ya están las indemnizaciones en el banco para que los productores puedan utilizar el dinero».
Y con esa sabiduría propia del guajiro, confiesa: «Yo no digo que ustedes no hagan falta, el periodista, el doctor, todo el mundo cumple una función, pero el hombre del campo es importante. Un día al año tal vez necesitamos a un abogado, o por desgracia, a un médico, pero alimentarnos es tres veces al día».
Finalmente, cuando le pregunto dónde está la clave para transformar el panorama desolador que Ian dejó a su paso, se acaricia la gorra y reflexiona: «Yo pasé días complejos. No es fácil levantarte una mañana y ver en el suelo el esfuerzo de muchos años, las noches de desvelo, la pasión de uno, lo que uno ha hecho toda la vida, el esfuerzo de la familia… Pero la solución jamás podrá ser el derrotismo. A esto le estamos poniendo la gota de sudor del pinareño. No hay de otra, como lo hicimos cuando el Ike y el Gustav, de nuevo hay que levantarse».
Ya va tomando otro panorama la finca La Central, en Consolación del Sur. Foto: Roberto Suarez