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Tras el viento, agilidad y palabra

De la celeridad con la que se haga el levantamiento de las afectaciones, del trabajo de las oficinas de trámites y la información oportuna y clara, depende la recuperación en Pinar del Río

Autor:

Dorelys Canivell Canal

PINAR DEL RÍO.— Yanet solo quiere una mano sobre el hombro: «Que acaben de venir los técnicos que hacen la planilla porque después del ciclón pasó el delegado de la circunscripción viendo las afectaciones y por aquí no ha venido nadie más». Así nos cuenta esta joven, madre de una niña y vecina de la comunidad El Rosario, muy próxima a Puerto Esperanza, en el municipio de Viñales, sitio por el que el huracán Ian abandonó el territorio cubano.

«En la casa no puedo reparar nada porque se me afectó todo el techo y las viguetas de madera», asegura, a la vez que explica que no perdió los equipos porque todo lo que pudo resguardar en el baño, que es de placa, se salvó.

«Ahora sigo lavando las cosas que se mojaron, pero eso es bobería. En la bodega nos vendieron galletas, chícharos y también las cuatro libras de papa. Del quiosco sí que no hemos cogido nada… y agua, ni una pipa ha venido desde antes del ciclón», acota.

Igual situación vive Odaisy Porras, quien reside en la circunscripción 11 del consejo popular Santa Fe, una comunidad conocida como Forteza, en la carretera que conduce al pueblo de San Luis.

«La casa estaba mala, era de madera. El huracán se llevó el techo y las paredes se abrieron desde abajo. Por supuesto, todo se mojó. Los tres colchones están al sol, y aunque yo duermo con las niñas en otra casa, mi esposo está haciendo un “quimbito”, con la madera vieja de las paredes para mudarnos, y en lo que lo termina tiene que dormir allí…, porque eso es lo otro: con esta situación hay quien se aprovecha y te lleva hasta los clavos y las tres tablas malas».

En lo que la muchacha se pone una camisa de mangas largas y se protege del sol, dispuesta a ayudar a su esposo, refiere: «Hija, es que hay solo un técnico, y esto aquí es muy grande y casi todo el mundo tuvo afectación. Eso sí, en la bodega nos vendieron picadillo y galletas por pan, también llegaron las papas y dieron otros dos tubos de picadillo y un paquete de detergente».

Arsenio Linares Valdés es delegado de la circunscripción 18, también del consejo popular Santa Fe. En su localidad contabiliza 198 afectaciones y otros 44 derrumbes totales.

«El principal problema está en la disponibilidad de técnicos. Se nos ha dicho que van a mandar otros para apoyar esta labor aquí. Imagine que el que tenemos apenas ha podido visitar 65 viviendas en tres días, parece bastante, pero con la cantidad de afectaciones no es nada».

Cuadra a cuadra, persona a persona

En uno de los más recientes chequeos a las acciones de recuperación en las provincias afectadas, Jorge Luis Tapia Fonseca, vice primer ministro, recalcaba que la atención en Pinar del Río debía ser cuadra a cuadra, persona a persona.

La ruta crítica está en el funcionamiento de las oficinas de trámites, el cual se requiere que sea más ágil, para lo cual habrá que seguir con el proceso de capacitación y asesoramiento de más personal.

No obstante, las demoras no están solamente en la propia oficina, sino en el levantamiento de las afectaciones, un proceso que enlentece la venta de materiales y de los recursos que han ido llegando a la provincia.

Según datos ofrecidos por Desirée Díaz Díaz, coordinador de programas del Gobierno provincial, hasta el jueves había llegado al territorio vueltabajero un grupo de materiales de la construcción, entre ellos, 26 100 tejas de asbesto cemento, 3 000 tejas infinitas, 14 300 bloques de hormigón, alrededor de 141 toneladas de cemento P-350 en bolsa y unas 621 toneladas a granel. Con cierre del viernes se habían vendido a la población 11 522 fibras de asbesto, 1 637 bloques, 152 tanques, 582 bolsas de cemento y 1 121 sacos del que se expende a granel, según informó a la prensa Madelyn Acosta Posada, especialista de ventas de mercancías en el Grupo Empresarial de Comercio de Pinar del Río.

Agregó que 1 028 clientes habían recibido estos recursos, fundamentalmente de Viñales, Guane y San Luis.

Ignacio va levantando, palo a palo, un techo para su casa. Foto: Dorelys Canivell Canal

Las cifras denotan excesiva demora en el levantamiento de los daños y la tramitación de la venta de materiales, sobre todo si se tiene en cuenta que las afectaciones a la vivienda ascienden ya a 83 707. De ellas, 9 354 son derrumbes totales y 9 418 derrumbes parciales —2 906 facilidades temporales—. Los derrumbes totales o parciales de techos ascienden a 43 104, el 51 por ciento de las afectaciones al fondo habitacional, en correspondencia con lo anunciado el 7 de octubre en el chequeo de las acciones de recuperación en el occidente.

Primero, la información oportuna

Quizá el panorama más desolador tras el paso del ciclón lo hemos encontrado en la comunidad de El Corojo, en el municipio de San Luis. Allí no se vive el ajetreo de la ciudad y mucho menos el de La Coloma.

Hasta las cercanías de este paraje han llegado trabajadores eléctricos y los de Etecsa. Mientras en el pueblo los hombres
y mujeres parecen hormigas en medio del trabajo de la recuperación, la imagen de El Corojo es triste: en un sitio eminentemente tabacalero, las casas de cura son montones de madera apiñadas en el piso, una al lado de la otra, una aquí y otra allá, y la arboleda de mangos de más de 60 años fue arrasada. El sol castiga a los lugareños, muchos de los cuales han perdido su casa de tabaco y su hogar también.

En medio de ramas, troncos y planchas de zinc retorcidas está Ignacio Rodríguez Medina, un hombre que pasa los 70 años y vive solo: «Jamás había visto un ciclón que hiciera esto. La casa se fue en la primera vuelta, antes del ojo. Me paré en esa esquina que ves ahí, que fue lo único que quedó en pie y ahí pasé todo el ciclón. Después de las nueve de la mañana, salí gritando: “¡Estamos vivos!”.

«Yo no voy a esperar a que me den nada: ya estoy poniendo unas vigas, con unos palos que recogí por allá, y lo voy a forrar con el zinc de la casita del patio que voló y cayó al frente».

El Porro, como le dicen los vecinos, tiene en sus manos la planilla que constata que su casa es un derrumbe total. Sin embargo, dice, «ahora no sé qué tengo que hacer con esto». Otra vecina le dice que debe llevarlo a la oficina de trámites que ubicaron en el local de la Agricultura, y él insiste: «A mí me dijeron que lo guardara. Me tienen que explicar bien… Ahorita se me pierde el papel».

Desde que se activó el Consejo de Defensa Provincial se ha hecho énfasis en la necesidad de mantener una información constante al pueblo, que no implica solamente la cuestión de cuántas afectaciones hay y por dónde se va trabajando.

Cuando se habla de comunicación e información, se refiere también a esa explicación detallada que precisa cada quien: a dónde debe ir, con cuáles documentos, qué significa que el Estado asuma el 50 por ciento de los costos de los materiales, qué casos se priorizan, por qué un núcleo debe esperar…

Pudiera parecer sencillo, cuestiones básicas, pero en medio de este panorama, la incertidumbre agobia cuando a uno no se le escucha o no se explica bien lo que otros hacen para no dejarte a la deriva.

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