Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una utopía que conquista y crece

Coraje, creatividad, fe, estrategia, constancia… Son muchas las cualidades que Migdalia (Milla para quienes la aprecian) dice haber adquirido en ese movimiento al que el Comandante en Jefe definió como «una revolución dentro de la Revolución»

 

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

«…La Revolución tiene en las mujeres cubanas hoy día un verdadero ejército, una impresionante fuerza política. Y por eso decimos que la Revolución es sencillamente invencible». 

Fidel Castro Ruz

Migdalia Guillot bullía de sueños cuando triunfó la Revolución Cubana. Como muchas jóvenes, se rebelaba en su interior contra la tradición que le encargaba honrar a su humilde familia encontrando «un buen partido» y teniendo muchos hijos, mientras los varones de su edad rebosaban entusiasmo por construir un nuevo país, ese por el que muchachas como ella también habían arriesgado sus vidas en la insurreción de muchas maneras.

 Pronto la Campaña de Alfabetización le dio la oportunidad de transformar ese destino. Con 18 años subió a las lomas de Sagua de Tánamo, en Oriente, para cultivar números, letras y esperanzas entre sus moradores. Luego se hizo telefonista, gracias a las becas que gestionó la aún novel Federación de Mujeres Cubanas (FMC) para miles de muchachas campesinas y las citadinas que participaron en esa heroica tarea educativa. Feliz definió la organización a nivel de barrio y municipio y recorrió el país creando más y más delegaciones de base, conquistando a otras mujeres para fundirse en un proceso que las colocaba en el centro de su propia transformación y desafiaba una cultura patriarcal de muchos siglos.

Coraje, creatividad, fe, estrategia, constancia… Son muchas las cualidades que Migdalia (Milla para quienes la aprecian) dice haber adquirido en ese movimiento al que el Comandante en Jefe definió como «una revolución dentro de la Revolución».

 Hoy mira desde el recuerdo aquella etapa y le parece increíble todo lo que se logró… Cosas que las más jóvenes dan por hechas, de tan naturales que resultan, empezaron con gestos inusitados y solidarios desde las propias casas, como esos aplausos que ella impulsa cada noche a las nueve desde su portal.

 Antes de la FMC había varios grupos civiles, políticos y religiosos que luchaban por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, por democratizar decisiones y tareas en el hogar, ampliar el acceso femenino a educación superior y buenos empleos, ganar en equidad laboral e independencia patrimonial y económica, y hasta por preservar derechos conquistados décadas atrás, siempre en la lupa de sectores reacios a reconocerlos o respetarlos. 

      

Migdalia Guillot, en una actividad comunitaria por el inicio del verano en Regla a la que asistió el doctor Francisco Durán. Foto: Cortesía de la entrevistada

 Ese activismo, que no ha cesado en estos 60 años, fue escuchado con respeto por la máxima dirección del país. El propio Fidel reconoció su valía y madurez al reunirse con unas 200 mujeres de diversas agrupaciones y gremios en el Teatro Lázaro Peña la noche del 23 de agosto de 1960, cuando germinó la FMC en el alma de Cuba: «Nuestro país puede sentirse afortunado en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres».

 Milla busca entre fotos y recortes de periódicos: «Aquel día un grupo de vanguardia aprobó el nombre y eligió a Vilma Espín como presidenta y a todo el ejecutivo, pero en el resto de los municipios y comunidades las mujeres fueron sumándose a la FMC de a poquito, desde adolescentes hasta mayores, a medida que entendían la necesidad de unirnos por nosotras, por los hijos que estaban o los que vendrían y por la patria misma, aunque eso implicara desafiar a la familia y hasta a los mismos compañeros de lucha, que sí veían la necesidad de liberar de la humillación a los campesinos, los obreros, los negros. Pero muchos no entendían que las mujeres también estábamos discriminadas y había que cambiar todo eso para que el país avanzara», narra esta humilde reglana sin contener sus lágrimas de orgullo y a la vez de indignación.

 «Fidel dijo que las mujeres éramos una fuerza decisiva de la Revolución, y como yo, muchas jóvenes empezamos a hacer lo que hacía falta para demostrarlo. Estábamos por miles en la agricultura, las escuelas, las milicias, los talleres, las brigadas sanitarias… Las que podían, aprovecharon para entrar a la universidad. Creamos círculos infantiles para que más mujeres se incorporaran a trabajar, y fue muy bonito porque probamos que sin nosotras de verdad no habría Revolución». 

 En aquel agosto memorable, Fidel vaticinó que las mujeres se unirían para ayudar a la patria en cualquier circunstancia, y no hubo que «asignar tareas» a la FMC porque las federadas se movilizaron orgánicamente para aportar la necesaria mirada femenina, y también feminista, a los diversos desafíos que enfrentaba el país en materia de defensa, producción de bienes, enriquecimiento cultural, calidad de vida, divulgación de la obra revolucionaria y solidaridad con otros pueblos, en particular con los reclamos de sus mujeres y niñas.

 Como toda obra viva, la FMC ha pasado por diferentes etapas y ha debido adaptarse a disímiles retos, sobre todo aquellos que en el plano ideológico y cultural implican heredar a las generaciones siguientes esa tradición de estar alertas para no retroceder en los espacios ya consolidados, y a la vez arrojar luz enérgica sobre lo que lastra a un proyecto social que entroniza la dignidad como valor supremo. 

 La FMC, como toda organización popular, se parecerá a sus integrantes en cada momento histórico. Por eso Milla no pasa por alto una jornada política o festiva para reunir a la gente del barrio y conversar con todos, en especial con las niñas, sobre sus proyectos de vida, sus sueños de hoy y sus tareas en la escuela o la familia.

 Seis décadas atrás, muchos llamaron utopía al movimiento encabezado por la joven santiaguera, heroína de la Sierra y la clandestinidad. Al cumplirse 40 años de sostenidas conquistas, Vilma reafirmó los principios de la FMC y, por ende, de la Revolución Cubana, en la 3ra. Conferencia Regional para América Latina y el Caribe de la Federación Democrática Internacional de Mujeres: una racionalidad opuesta al egoísmo y otros males deshumanizantes; un desarrollo sustentado en equidad; educación para todos; cultura para crear y disfrutar nuestras identidades; igualdad social sin discriminación por ninguna causa; paz y soberanía; solidaridad y justicia.

 «Tuve mi familia como yo la quise y pude hacer muchas cosas gracias a la Revolución… Y como yo todas aquí, en este barrio, lleno ahora de doctoras, maestras, ingenieras, artistas. Hay que mejorar la vida personal, sí, y trabajar mucho, pero sin olvidarse de la comunidad, de la mujer que sufre al lado de tu casa, de la familia de esas que están lejos, cuidando la salud de otros pueblos», enfatiza esta lideresa casi octogenaria.

 «Hicimos mucho en poco tiempo, pero estabamos inspiradas porque veíamos a Vilma, a Melba y a muchas otras trabajar sin descanso para atender al que buscaba amparo y justicia —otra vez sus mejillas se humedecen—. Celia es mi ídolo personal, pero mira si hicieron bien las cosas que ellas ya no están y la FMC sigue creciendo, aportando ideas y ayudando en todo lo que se ha dicho que es importante en estos 60 años… ¡60 y todos los que hagan falta, ya verán!».  

 

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