(de izquierda a derecha)Bárbara Ricardo Saavedra, Yorliet Adela Díaz Suárez y Jenny Fernández Ríos. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 22/08/2020 | 10:20 pm
«La Federación de Mujeres Cubanas ha sabido mantenerse en el sitial de honor al que supo llevarla Vilma; ha sido consecuente con el compromiso que significa haber sido fundada por el líder histórico de la Revolución…»
José Ramón Machado Ventura
Sin las mujeres, como dijera nuestro Martí, es imposible toda obra. Se evidencia en estos meses de enfrentamiento al nuevo coronavirus, en los cuales ellas han demostrado lo mucho que pueden hacer como fuerza organizada.
Hoy, cuando la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) celebra su aniversario 60, es un acto de justicia recordar que las hijas de Cuba han estado en la primera línea formando parte del ejército de batas blancas que ha viajado a distintas latitudes para salvar vidas.
Mientras, en nuestro país, han sido mensajeras, científicas, artistas, maestras, deportistas, trabajadoras de los servicios, amas de casas… y en la producción de alimentos, frente vital, ocupan espacios decisorios.
Historias habría muchas que contar. La de Yorliet Adela Díaz Suárez, por ejemplo, representa la esencia misma de las jóvenes que no se detienen ante límite o dificultad alguna.
Yorliet Adela Díaz Suarez
A sus 23 años esta muchacha alegre y sencilla, siempre con un sí en los labios, ha sido protagonista en diversos espacios: ha realizado pesquisas en zonas con casos sospechosos en el municipio capitalino de Cerro, escenario al que acudió por llamado de la FMC y pudo liderar a jóvenes de la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte que voluntariamente aportan sus esfuerzos, y todo el tiempo ha sabido conjugar paciencia y rapidez para estar allí donde es más útil.
Como delegada de la circunscripción no. 83 del consejo popular Vedado, de Plaza de la Revolución, ella está pendiente de que llegue atención a todas las personas vulnerables y se cumplan las medidas higiénico-sanitarias en los centros laborales. Organiza colas, busca medicamentos… Si el día tuviera más de 24 horas, las dedicaría a seguir haciendo por su gente mientras se desempeña como mensajera.
De las experiencias que más le han marcado, no pueden faltar los 14 días que estuvo como voluntaria en el hospital Salvador Allende (La Covadonga). Si bien la ropa verde, la sobrebata, las botas, los nasobucos, los guantes y la careta la ocultaban, ella era distinguible con facilidad por el modo ágil y entusiasta con que desinfectaba cada rincón de la zona roja.
«Allí compartimos momentos difíciles y de tensión. Las personas enfermas nos esperaban para conversar, aunque no tuvieran idea de cómo eran nuestros rostros. La alegría de hacerles sus días un poco mejores solo se compara con el momento en que, luego de 14 días en un centro de aislamiento, supimos que nuestros PCR habían sido negativos».
Yorliet tiene la certeza de que «las mujeres son una fuerza decisiva en las comunidades porque saben de la vocación humanista de la Revolución». Así lo asegura la también secretaria de la Unión de Jóvenes Comunistas en la Universidad del Deporte de La Habana.
Quienes la conocen saben que seguirá «de locura en locura», aportando cada granito de arena., y no es de extrañar que el próximo día 31 vuelva a dejar su huella en los pasillos de La Covadonga: «En tiempos de grandes retos el legado de Vilma, de Haydée, nos inspira. Ahí está toda nuestra fuerza».
Jenny tiene fe y paciencia
Jenny Fernández Ríos nunca olvidará los momentos del comienzo de la pandemia en Matanzas. Natural de Quemado de Güines, en Villa Clara, vive en Cárdenas desde hace siete años.
Jenny Fernández Ríos
«Al principio tenía temor. Después me dio satisfacción estar en el centro de aislamiento de Varadero con tantos pacientes, médicos y enfermeras, y traducirles para que existiera una buena comunicación entre ellos. Me sentí útil y estoy agradecida de esa oportunidad».
Jenny es guía de turismo de la Agencia Cubanacán Varadero desde hace seis años. Graduada de Licenciatura en idioma inglés y francés, fue de las primeras voluntarias en el primer centro de aislamiento para turistas.
«Llegué nerviosa, recuerda. El 17 de marzo tenía trabajo y ya estaba suspendido. Nos reunieron a varios jóvenes y nos preguntaron quién estaba dispuesto a colaborar. Enseguida levanté la mano. Fui para la casa a recoger mis cosas y me llevaron para el centro por 15 días.
«Fueron jornadas de mucha incertidumbre, era el principio de la pandemia en Cuba y todos estábamos asustados. Fue doloroso ver a tantas personas allí, hasta con niños pequeños.
Me llamaban cada cinco minutos, hasta por la madrugada. Casi todos perdieron sus vuelos y eso los angustiaba más. Me sentía mal ver a los pequeños pidiendo permiso para bañarse en la playa y no podían salir de la habitación».
—¿Qué te ha marcado de la pandemia?
—Cuando tomé la importante decisión de ir al centro de aislamiento no dije nada a mi familia. La comunicación con los pacientes implicaba riesgos. Luego en casa, cuando pude llamar, se mostraron preocupados, pero orgullosos.
—¿Habías vivido antes tanto estrés?
—He tenido momentos así, mi mamá estuvo ingresada mucho tiempo, falleció hace seis años. El 17 de marzo lloré mucho porque no podría ir al cementerio, pero fui a la playa y le puse una florecita.
Jenny permaneció un mes en casa. Luego la reubicaron junto a los directivos de su empresa y jóvenes de otras agencias en la lucha contra los coleros y acaparadores, «para detectarlos, tomarles el número de carné e informar a las autoridades; esa es otra labor muy necesaria».
En la primera línea
Jamás imaginó que a sus 20 años viviría una experiencia como la que la llevó hasta un importante hospital habanero. La cadete Bárbara Ricardo Saavedra, natural de Manatí, en Las Tunas, estudiante de Medicina en la Universidad de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), dio el paso al frente en cuanto pidieron voluntarios.
Barbara Ricardo Saavedra
«Cuando todo comenzó nos llevaron al hospital militar Doctor Luis Díaz Soto. Primero fueron estudiantes de 6to. año. Luego nos tocó el turno a unos cien cadetes de 1ro. a 3ro. En la institución fuimos pantristas, lavanderos, auxiliares de limpieza, repartidores de comida, asistentes de enfermos… Trabajamos en lugares donde había personas positivas al virus y nos exhortaron a cuidarnos.
«El riesgo era común, pero quien más se exponía era el que trabajaba en la zona roja, con los enfermos. Mientras el resto repartía alimentos, limpiaba y lavaba, el estudiante que atendía a esos pacientes debía darles la comida, el agua y, de ser necesario, hasta ayudarlos a bañarse».
—¿Cómo evalúas esta experiencia en tu formación?
—Como algo de gran importancia. Nos potenció el sentido del humanismo y la solidaridad con personas que padecen una enfermedad. Aprendimos a tratarlas y a comprender sus estados de ánimo, según el estadio de su padecimiento.
—¿Estuviste cuando le dieron el alta a algún paciente?
—Sí, fueron momentos muy emotivos. Recuerdo a una muchacha que había dado positivo dos veces en el PCR. En vísperas de la tercera prueba estaba muy nerviosa. Cuando supo que esta vez era negativa, su alegría fue tan grande que quiso abrazar y besar al médico que le dio la noticia.
Aunque el mundo parece haberse detenido, la cadete Bárbara tiene muy claro cómo proseguirá su carrera militar en el orden académico: «La COVID-19 fue la causante de que no termináramos el 3er. año, pues en marzo dejamos de recibir docencia prevista para el ciclo.
«En septiembre nos pondremos al día, y en enero de 2021 se prevé que comencemos el 4to año. Será un entusiasta rencuentro con mis compañeros de estudio y con mis profesores de la Universidad, con la que ya tengo gran sentido de pertenencia».