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Cosecha de guerreras

Invitada al 10mo. Congreso de la FMC en representación de nuestras más de 15 200 colaboradoras en Venezuela, la doctora Diamela Ávila Céspedes cuenta que su trayectoria es también una recompensa para alguien especial

Autor:

Enrique Milanés León

Caracas.— Ocurrió hace «algunos» 23 de agosto: «Mi carné me lo entregó mi mamá, en un acto público municipal; como ella integraba el ejecutivo local, me lo dio allí. Fue un orgullo recibirlo de sus manos», recuerda la joven doctora tunera Diamela Ávila Céspedes ahora que fue invitada al 10mo. Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas en representación de nuestras colaboradoras en Venezuela y se sienta a conversar con el periodista sobre dos de sus orgullos: ser mujer y ser cubana.

La niña de entonces llegó feliz a la casa, «pero mi mamá estaba más orgullosa que yo, y también en el CDR nos hicieron un bonito recibimiento a las muchachitas que acabábamos de ingresar».

Diamela cuenta: aunque nunca estuvo lejos de papá, es hija de divorciados y creció con su mamá y su abuela, «dos federadas ejemplo —afirma— que siempre tuve como referentes. Fueron muy activas, tanto en los CDR como en la Federación. Crecí en un hogar revolucionario, con el ejemplo esencial de mi mamá, tanto mostrándome su trabajo como enseñándome a ser humilde y a integrarme a las luchas del país».

La respuesta de la muchacha fue asumir su condición como un honor de cubana y hacerse líder en grupos, brigadas estudiantiles…

El privilegio de darse

Diamela se hizo doctora y actualmente, a sus 30 años, es la coordinadora de cinco misiones cubanas en el estado de Yaracuy. La argumentación de quienes la eligieron refiere el liderazgo, el trabajo en equipo, los resultados y la integración con los entes venezolanos que, bajo su guía, se ha logrado allí. A todas luces, aquella bisoña federada ha crecido mucho.

«Las cubanas siempre hemos sido dignas revolucionarias y enfrentamos con valentía las tareas. Así fue mientras estudiaba y sigue igual ahora. A medida  que pasa el tiempo, asumo las misiones con mayor madurez y eso me ha ayudado mucho en lo profesional. En Venezuela la misión es fuerte, pero nuestro carácter se impone a todas las dificultades que enfrentamos», asegura.

—¿Cómo es el paisaje femenino en tu trabajo de coordinadora de las misiones en el estado de Yaracuy?

—Yo digo que las mujeres llevamos la fuerza, sin menospreciar al hombre. En mi estado somos 608 colaboradores de cinco misiones y las tareas de dirección están repartidas 50 a 50 por ciento entre hombres y mujeres, aunque nosotras pudiéramos ser más de esa mitad; sin embargo, como colaboradores en brigadas, el 68 por ciento es femenino.

«Las compañeras siempre están al frente, no temen hacer activismo para algún encargo fuera de sus perfiles, se muestran creativas en cada actividad y ofrecen a diario solidaridad al pueblo venezolano. Estoy muy satisfecha de que hagamos esa mayoría en las brigadas».

La otra cara del toque…

Lo hemos visto mil veces: a menudo se asocia el «toque femenino» a la belleza o la poesía contrastantes en ciertos entornos laborales ásperos, pero la tensión geopolítica en torno a Venezuela exige otros toques firmes a las cubanas. Diamela tiene su opinión.

«Hay algo curioso: en esta situación compleja, el gobernador de Yaracuy me pone de ejemplo en su estado mayor de salud y en su gabinete profesional. Él acostumbra a afirmar que me admira porque, además de ser mujer, llevo con éxito las tareas en frentes muy variados. Dice que los he enseñado a sobrevivir entre las dificultades, pero así lo hacemos todas, en todas las brigadas, como cuadros, trabajadoras políticas y federadas.

«Las cubanas somos muy valientes. En este tiempo que vivimos con la preocupación de qué podía pasar, las mujeres les dimos ánimo a todos y luego, cuando los colaboradores firmamos el compromiso de permanecer aquí en cualquier circunstancia, nosotras fuimos las primeras en organizar un buen acto en el momento y explicar la realidad de hoy. Somos, ante todo, unas guerreras».

—¿Qué imagen de la mujer cubana han dejado aquí las colaboradoras en 18 años de misión?

—La del ejemplo, desde que llegaron las primeras. Lo dicen los mismos venezolanos que trabajan a nuestro lado. De hecho, les llama la atención que siempre somos más mujeres que hombres.

«Nunca perdemos la delicadeza, pero se nota, por encima de todo, ese espíritu impetuoso que tenemos para trabajar. Nos hemos mostrado organizadas, carismáticas para ejecutar un plan; somos nosotras quienes convencemos a la tropa venezolana para que nos acompañe en nuevas acciones. Venezuela sabe que la cubana se impone».

—Háblame del «susto» de tu elección como invitada al Congreso…

—Yo andaba en un recorrido. Como parte de nuestro sistema de trabajo visitamos todos los municipios de Yaracuy para que el equipo de la coordinación intercambie con las brigadas en la base. Regresaba a casa cuando Julio César —García Rodríguez, jefe de la Oficina de Atención a Misiones cubanas en Venezuela— me llama y me adelanta que me dará una noticia. Me asusté, pensando que algo había pasado en mi familia, pero no, me dijo que me habían seleccionado como invitada de toda la colaboración al Congreso de la FMC. Respondí un «¿Yo…?», y él que sí, que yo. Me sentí orgullosa del trabajo de las mujeres aquí y claro, mucho más revolucionaria. 

Un congreso como misión

El periodista, que ha constatado en el terreno el resuelto empuje de Diamela para levantar el trabajo de las misiones en Yaracuy, le pregunta si no será muy pesada para llevar a La Habana la palabra de 15 224 colaboradoras —el 62,3 por ciento de la plantilla total— en Venezuela.

«Hay un voto de confianza     —responde la doctora— y lo vamos a honrar, en Cuba y donde nos ubiquen. Es el primer congreso en el cual voy a participar y me preparo para ese escenario. Veo un reto, pero estoy feliz de asumirlo. Es un orgullo para mí y sé que lo será para mi familia».

—¿Qué espera la doctora Diamela de esta misión por la que interrumpe, por unos días, su misión venezolana?

—Será para mí una nueva experiencia como federada y un espacio para expresar nuestras experiencias en la misión en Venezuela. Y, claro, aprenderé de mis compañeras en Cuba, porque hemos estado un poquito lejos, cumpliendo esta labor. Es increíble poder representar a nuestras colaboradoras. Sé que serán unos días maravillosos.

Recompensa entre cubanas

Solo hay que ver los noticieros o apreciar en vivo la dinámica de los ataques sufridos y la lucha emprendida de nuestros pueblos para entender mejor que el mundo necesita mucho de sus mujeres. ¿Cuál es, en ese panorama, el puesto de las cubanas?, pregunta el reportero a la doctora.

—Las cubanas crecemos cada día. Somos más valientes para enfrentar los encargos de la patria, así que, como buenas revolucionarias, en el sitio donde estemos nos verán en el frente. Mi primera línea aquí es servir como médico, pero nunca dudaría en enfrentar las consecuencias de cuanto pueda venir.

—Hace «unos agostos», tu mamá te dio un carné; ahora tú le das esta alegría. ¿Es su hora de cosecha?

Diamela ríe: —Es como una recompensa por lo que una vez me entregó. Creo que va a estar muy orgullosa. Le regalo doble sorpresa, porque me seleccionaron y porque me tendrá cerquitica por unos días y nos podremos abrazar después de tantos meses.

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