Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El filósofo Lázaro

Homenaje a nuestro más antiguo y fiel colaborador

Autor:

Julieta García Ríos

Cuando nuestro espigado y destacado caricaturista y exbailarín de Tropicana, Humberto Lázaro Miranda Ramírez (LAZ) comenzó a publicar sus dibujos en la prensa, tuvo que recurrir a esta variante para firmar sus caricaturas, pues desde la década de los 70 ya aparecía en nuestros medios impresos un artista que firmaba como LAZARO. Esta diferencia de firmas en colegas de igual nombre, se resolvió rápido en el gremio al identificarlos como «Lázaro el negro» y «Lázaro, el blanco». Este último, es decir: Lázaro Fernández Moreno, el colaborador más antiguo y fiel que ha tenido el dedeté, falleció el pasado 26 de julio en esta capital.

Por casi cincuenta años se dedicó al arte de la caricatura, la que desarrolló de manera autodidacta con el inconfundible sello de su formación como ingeniero hidráulico.

Con este oficio participó en la construcción de escuelas, hospitales, hoteles, en  microbrigradas. Por su prestigio y talento como ingeniero fue convocado para trabajar en importantes obras como el Estadio Panamericano, al este de La Habana, y el Complejo de Piscinas Baraguá. Su impronta trascendió a otras latitudes: asesoró la ampliación urbanística de ciudades como Biskra, en Argelia; Tobruk, en Libia, y Misila, en Argel.

En el humor gráfico trabajó todos los géneros, pero su fuerte era el humor llamado blanco, muy reflexivo, donde el lector es más cómplice a la hora de leer e interpretar la caricatura. Fue miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos de la Unesco y de la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba.

Su colega y diseñador de lujo del dedeté, Wilfredo Torres nos ha confesado: «Por esa época el dedeté era una mezcla vaga de genios en embrión y personajillos geniales que visitaban la redacción con el ánimo absoluto de publicar sus caricaturas o textos satíricos. Lázaro era uno de esos. Era él. Siempre, desde que lo vi por primera vez, llegaba con su vestir recto y fino, de peinar cuidadoso y con su carpeta de dibujos bajo el brazo. A decir verdad él era una anomalía entre nosotros, sucios y sin casi dormir, «peluos» y desgarbados al hablar y dibujar. Esa fue la simiente del dedeté y Lázaro estuvo ahí. No me equivoco al decir que se ganó un puesto en la tal vez más importante publicación de humor post Revolución y defendió como pocos un humor que para esos momentos a muchos les parecía inocuo y falto de compromiso. Llegaba a nuestras mesas de dibujo y entregaba lo que traía, se reía un poco, contaba alguna anécdota corta e interesante y se marchaba tal y como había llegado. Eso se repetía quincena tras quincena. No cobraba colaboraciones. Muchos años fueron así».

Lázaro Fernández tuvo una larga hoja de servicios como ingeniero y una extensa obra como caricaturista en el dedeté o Palante. Vivió honrada y modestamente, y no atesoró más riqueza que la de la familia que fundó con Pilar Polo, con quien tuvo tres hijos: Lázaro, Alfredo e Ileana.

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