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La responsabilidad no puede quedarse en las nubes

El año 2009 se inscribe como el cuarto año de mayor sequía en Cuba desde 1901. Es necesario «apretarse el cinturón» para entronizar, no como tendencia, sino como cultura, el uso racional del agua

Autor:

Marianela Martín González

De nada ha servido cantarle en los últimos tiempos a la virgen de la cueva para que rompa nubes. El cántico ingenuo de cuando hombre y naturaleza se llevaban mejor es insuficiente para mediar entre las partes. De los cien acuíferos subterráneos más importantes del país, 33 están esperando por que caigan chaparrones; de no ocurrir así la tendencia será al decrecimiento de sus niveles.

A mediados de los años 80 la sequía provocó una hambruna que mató a un millón de seres humanos en Etiopía. Actualmente Burkina Faso, Níger, Mali y Mauritania son las cuatro naciones más flageladas por la falta de agua en el planeta. La Cruz Roja Internacional estima que entre diez y 12 millones de personas al sur de África sufren escasez de alimentos por la ausencia del vital líquido.

Cuba no cuenta entre los países en emergencia por la sequía, pero tampoco es el aljibe que satisface todas las demandas del sector residencial e institucional.

Actualmente, 413 fuentes de abasto están afectadas y 106 agotadas. Como consecuencia de esas limitaciones más de 632 700 personas dependen del servicio de agua mediante pipas.

El 2009 se inscribe como el cuarto año de mayor sequía en Cuba desde 1901, solo superado en ese mismo orden por 2004, 1961 y 1962.

Según un informe del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), el comportamiento de las precipitaciones durante marzo fue de 22 milímetros, que tan solo cubrieron el 37 por ciento de la media histórica en el tercer mes del año. En 115 municipios, de los 169 del país, se registraron acumulados inferiores al 50 por ciento de lo estimado.

La ingeniera Aymée Aguirre Hernández, vicepresidenta del INRH, advierte que del mismo modo en que se han emprendido campañas para ahorrar energía, se hace necesario «apretarse el cinturón para entronizar, no como tendencia, sino como cultura el uso racional del agua».

Explica que, de noviembre del año precedente a marzo del corriente, en el territorio nacional se han registrado precipitaciones de 251,6 milímetros, lo que equivale al 95,7 por ciento de la media histórica. En 88 municipios llovió por encima de lo pronosticado en el período, mientras que en 42 localidades se registraron acumulados inferiores al 75 por ciento.

Al referirse al estado de los embalses, la funcionaria asegura que hasta el 14 de abril se encontraban al 46,1 por ciento de su capacidad total y al 41,6 de la utilizable (existe un volumen llamado muerto, que es el agua que no puede utilizarse para fines de consumo). Están embalsados 4 042,8 millones de metros cúbicos; 1 964,8 millones de metros cúbicos menos que en igual fecha de 2009.

«De los 239 embalses existentes hay 130 con menos de la mitad del llenado útil, y de estos, 76 con menos del 25 por ciento de su capacidad. Tenemos 14 casi secos», señala.

Puntos neurálgicos

Debido a la sequía y al uso irracional de los recursos hídricos en la capital, el sistema La Coca-La Zarza-Bacuranao siente ya los estragos. Solo uno de sus embalses —Bacuranao— supera el 50 por ciento de su capacidad útil. Desde allí se entregan 300 litros por segundo. La Coca y La Zarza están casi tocando fondo. Autoridades del INRH aseguran que se mantiene un plan de reducción de pérdidas controlando los grandes salideros.

La sequía también se siente en la agricultura de La Habana al encontrarse en mantenimiento el conjunto hidráulico Pedroso-Mampostón, importante proveedor del riego de las áreas agrícolas de esta provincia. Aunque se prevé que en mayo recomience, será solo a media capacidad.

«Los espirituanos han visto reflejado el fenómeno de la falta de lluvias directamente en el Complejo Agroindustrial arrocero Sur del Jíbaro. Los embalses que le suministran el agua enfrentan problemas técnicos», añade la experta.

En el oriente del país la situación no es diferente, en Holguín el embalse Güirabo solo cuenta con el 23,5 por ciento de su capacidad. Como paliativo iniciaron el bombeo desde la estación de Veinte Rosas y Cacocum para trasvasar agua desde el río Cauto hacia esta presa.

En Santiago de Cuba el embalse Mícara, abastecedor de Mayarí Arriba, tiene puestos encima los ojos de las autoridades a partir de las medidas implementadas para usar racionalmente el agua embalsada. El panorama en esa provincia advierte que la presa Gilbert garantizará agua solo para 300 días, Charco Mono para 104 días y Gota Blanca escasamente para 49.

Los guantanameros tendrán que apretarse el cinturón, como insistió la Vicepresidenta del INRH, para asumir el descenso del embalse Faustino Pérez, el cual acumula solo el 22,3 por ciento de su volumen total. Para contrarrestar la sequía, el embalse Clotilde, que almacena solo 11,5 por ciento de su capacidad, recibe agua trasvasada desde la presa Jaibo y con esa medida se atenúa la situación de la Faustino.

Gracias a las estrategias emprendidas por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos hemos podido manejar la escasez de agua sin que colapse el país. Hace seis años sufrimos la peor sequía desde 1901, fecha en que comenzaron en Cuba a registrarse las estadísticas de las precipitaciones, y a partir de ese momento se intensifica la ejecución de tres trasvases que serán garantía de los recursos hídricos desde el centro hasta el oriente del país.

El trasvase Sabanalamar-Pozo Azul —que abarca el tramo del río Sabanalamar, en Guantánamo, hasta la presa Pozo Azul, en la misma provincia— será terminado como obra hidráulica en julio próximo, según informó Aymée Aguirre.

El valle de Caujerí, muy fértil en otros tiempos y productor de granos en la antigua provincia oriental, sentirá los beneficios de esta inversión. Así quedará materializado un anhelo de Fidel, quien ante la sequía del valle, en 1981, cuando visitó el lugar con motivo de las celebraciones por el Día del Campesino, consideró imprescindible darle una ayuda a esta región y encontrar solución a sus problemas.

En agosto de 2009, Raúl inauguró el primer tramo del trasvase Este-Oeste que atraviesa desde Moa, en Holguín, hasta Nuevitas, al norte de Camagüey. El segundo intervalo de esta obra quedará concluido el año venidero.

Sucesivamente serán terminados los demás tramos de la más colosal inversión de este conjunto, así como los del tercer trasvase Centro-Este, que cubrirá desde Sancti Spíritus hasta el sur de Camagüey.

Los trasvases son garantes para no tener que huir de la sequía, como harán antes de 2020 más de 60 millones de africanos. Pero si a esas formidables obras no se añade la voluntad del ahorro seguiremos dilapidando recursos, muchos de estos con vida limitada.

Hay cifras que obligan a meditar sobre la responsabilidad —individual y de las instituciones— que no puede quedarse en las nubes. Quizá una de las más dolorosas es que el 58 por ciento del agua bombeada se pierde por deficiencias en los sistemas, principalmente por salideros, como informaron autoridades del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.

Las conductoras —según la Vicepresidenta del INRH— desaprovechan el 16 por ciento del agua bombeada, las redes de distribución son responsables de la pérdida del 20 y en las redes interiores de los inmuebles se malgasta el 22 por ciento.

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