José Suárez ha logrado la reproducción de aves en peligro de extinción como el tocororo. Foto: Roberto Suárez Vestidos de ilegalidad cazadores de todo el país dan captura cada año a innumerables aves amenazadas, que conforman la fauna endémica cubana
Tras conformar una pareja que durará toda la vida, las cotorras buscan un nido para sus futuras crías. Ha llegado el mes de abril y comenzarán a poner sus huevos. Necesitan de antiguos nidos para establecerse.
Después de unos 23 días nacen los pichones. Entonces llega el estruendo y luego el golpe. Un cazador furtivo se adueña de los pequeños, uno muere en la caída. Pero, eso no importa. Su objetivo es otro. Con los que quedaron, ya tiene asegurado su «negocio».
Bajo esa ideología «comercial» cada año son capturados por esa fecha pichones de cotorras en todo el país, principalmente en zonas de la provincia de Holguín, la Isla de la Juventud y en la Ciénaga de Zapata. Y aunque su caza está prohibida hace varios años, por la captura indiscriminada a que fue expuesta durante mucho tiempo, hoy es frecuente que las autoridades se encuentren por bosques y sabanas a personas en busca de unas cuantas «cotorritas».
El problema es alarmante. La mayoría de los reportes de caza se dan en los meses de mayo a julio, la época de cría de la cotorra, y al capturar los pichones se produce un daño doble al medio ambiente.
Por una parte se pierde la especie y se daña la flora. Además, se produce la muerte genética del animal para la naturaleza, pues aunque se críe en cautiverio, ese ejemplar deja de existir en su medio, lo cual imposibilita la conservación de la especie.
Así, este animal se ha convertido en una de las 39 aves en peligro, en una Isla que podría recrearse con su belleza natural, o admirar también la de las otras 371 especies, 25 de ellas endémicas, que de no ser por actitudes irracionales del ser humano, hoy estarían menos amenazadas.
Orden obligatorio en casaEscenas como esta son comunes y tristemente impunes. Foto: Heriberto Pérez. Tomeguines del Pinar, negritos, azulejos, mariposas, cateyes, entre otras aves, conforman una larga lista de plumíferos autóctonos que son dañados por la caza ilegal indiscriminada con fines lucrativos.
Según informes del Cuerpo de Guardabosques, es frecuente detectar capturas de aves, para ser utilizadas como elementos ornamentales en jaulas, algo que se asume como «una tradición», a tal punto que apenas se imponen multas, pues en la mayoría de los casos se ve como «algo normal».
Otras especies como las aves cinegéticas también viven bajo perenne amenaza. Los patos, la yaguaza, la paloma rabiche, la aliblanca, la torcaza, sufren una disminución de su población, a tal punto que en algunos casos se ha dictado veda permanente.
Luis Pérez Vázquez, presidente de la Federación Cubana de Caza Deportiva, subraya el caso de la Yaguaza Criolla, que en los años 70 sufrió una caza indiscriminada.
Como consecuencia esa especie está en grave peligro y se ha prohibido capturarla. Sus poblaciones han disminuido considerablemente y solo quedan aisladas comunidades en algunas zonas de la Isla de la Juventud, Ciego de Ávila, Sancti Spíritus, y en los arrozales de Pinar del Río. Otro ejemplo es la gallinuela de Santo Tomás, que únicamente vive en la Ciénaga de Zapata, y cuya captura ilegal ha contribuido en gran medida a que se encuentre en peligro de extinción.
En este problema no solo incide la caza como acción de depredación, sino los métodos empleados. Se han dado reportes de lugares en los que los campesinos utilizan redes de hasta cien metros para «coger» las yaguazas en pleno vuelo, y con ellas han capturado más de 200 animales en una noche.
«Estas prácticas han sido denunciadas por la Federación a diversas instituciones, y se han hecho algunos operativos, pero todavía el año pasado tuvimos reportes de que estas acciones ilegales se volvieron a realizar, incluso mediante el envenenamiento de aguas con sustancias tóxicas que provocan la muerte de varias especies», explica Luis Pérez Vázquez.
A todo esto hay que agregar, que antes de autorizar la caza de una especie, debe realizarse un conteo de esta para determinar el número de ejemplares y el lugar en que pueden matarse. Pero estos conteos, que deberían realizarse anualmente, según los expertos consultados no se hacen con la calidad requerida ni por el personal adecuado, lo que trae como consecuencia que las poblaciones están siendo cada vez más escasas.
Además, si se compara el número de cazadores —donde solo los legales superan los 35 000—, con el cuerpo de vigilancia establecido en todo el país, el problema se hace más complejo, pues no hay cobertura para todas las infracciones.
Sergio Riverón, especialista principal del Centro de Rescate de Fauna Cubana del Zoológico Nacional, cree que será muy difícil solucionar esta situación con las medidas represivas.
«Es necesario crear estrategias que permitan un control de la caza, pero también actuar sobre los criadores, de manera que se regule la tenencia en cautiverio. En esto debe incluirse también a la población. Si desea poseerlas en su casa, que lo haga con un permiso legal, lo cual evitaría la futura caza de otros ejemplares libres».
Más que concienciaSi la educación empieza desde la cuna, las lecciones no deben esperar tampoco. Inculcar en los niños el amor a la naturaleza, a las especies en su medio natural, es una forma de evitar futuros depredadores de animales por pura diversión o con fines lucrativos.
Así sostiene Humberto Cowley, presidente de la Comisión Científica de la Sociedad Ornitológica de Ciudad de La Habana. Para él, la principal estrategia en la conservación es la educación ambiental.
Además, el alto precio de muchas de estas aves en el mercado negro, junto a las dificultades económicas y la tradición cultural de poseer aves, son elementos que no pueden soslayarse. Urge, entonces, buscar alternativas que permitan la crianza sin dañar el medio ambiente.
Por eso, según Cowley, otra posible solución sería la cría tutelar de los animales, con la debida responsabilidad y sobre todo especial amor y dedicación, que podría contribuir a amainar un tanto la situación crítica en las especies más amenazadas.
Tal es el caso de José Eutilio Suárez, que se enorgullece de sus más de 50 años de trabajo dedicados a la cría de aves, y quien ha trabajado en la reproducción de especies endémicas en peligro de extinción.
Hace alrededor de un lustro José logró la reproducción de tocororos en cautiverio, como parte de un proyecto de investigación de conjunto con organismos como el Instituto de Ecología y Sistemática. De la misma forma ha logrado pichones de cateyes, cotorras y paloma perdiz.
Sus años de experiencia le confirman lo peligrosa que puede ser la caza indiscriminada de las especies endémicas, en especial las personas que capturan los pájaros con métodos muy rústicos. «Muchas veces las técnicas de captura no solo atentan contra la diversidad biológica sino que son causa de muerte de las propias aves y como consecuencia, de cazas repetitivas», afirma.
«Hay quienes después de recibir permisos para capturar una pareja de aves, por las instituciones, cazan seis o siete, y violan los reglamentos establecidos. Eso también es un problema a resolver.
«Nos urge crear la debida conciencia en quienes van a criar estas especies, que se les exija responsabilidad, pues la conservación de nuestra fauna autóctona es una prioridad y más que todo una necesidad del país».