Una foto, una historia
El Fairfax County Times, el digital de la localidad, hizo como que no se enteró del acontecimiento. No tiene ni una sola información sobre la reunión anual del Club Bilderberg, a pesar de que se llevó a cabo durante cuatro días en sus predios periodísticos y debiera ser información de portada por los personajes que estuvieron allí, en el distinguido hotel Westfield Marriot, de la pequeña población estadounidense de Chantilly, que ya había sido sede en tres ocasiones anteriores (2002, 2008 y 2012) de este encuentro exclusivo de poderosos.
En medio de escasos detalles y mucha especulación, no pocos medios internacionales describen a sus participantes como los «amos o dueños del mundo» y a la reunión anual que tiene lugar desde 1954 —cuando se inició en Holanda en el hotel que le dio nombre al club—, como «la más selecta, elitista, prestigiosa y hermética» del planeta.
Todo parece indicar que el presidente Donald Trump deberá pasar el examen del Club Bilderberg y no se sabe si lo logrará. Foto: Internet
Para esta ocasión, la reunión privada 65, estaban en la lista 131 miembros de 21 países. Entre ellos CEOs de bancos como el Deutcsche Bank, el Banco Nacional de Bélgica, el ING Bank. Además los presidentes de Goldman Sachs y del Grupo Carslyle, también la presidenta del Fondo Monetario Internacional y el secretario general de la OTAN, así como de grandes consorcios y multinacionales como Google, Airbus, Bayer AG, Fiat/Chrysler, AT&T y Ryanair,
No faltaban en el encuentro editores de medios de comunicación que se jactan de ser abanderados de la libertad de prensa y de expresión, como Financial Times, The Economist, el grupo Prisa y El País, Bloomberg y Wall Street Journal, entre otros.
Pero ellos asumen y cumplen tal y como dice Bilderberg, «Las reuniones se llevan a cabo bajo la regla de la Chatham House que afirma que los participantes son libres de utilizar la información recibida, pero no puede ser revelada ni la identidad ni la afiliación de los portavoces ni de cualquier otro participante».
Se completaba la nómina con ex directores de la CIA, altos funcionarios del Pentágono, ex ministros de varios países, políticos en activo como el presidente del Partido Ciudadanos, académicos y analistas y muy conocidas figuras de la política internacional como Henry Kissinger.
Del 1ro. al 4 de junio de este 2017 tuvo lugar la 65 cumbre del Club Bilderberg, y más allá de una foto de la fachada del hotel, otra de la custodia y vigilancia policiaca y una imagen de una manifestación contra el conclave, ni siquiera se ha filtrado el contenido de los informes y menos aún de las conversaciones que pudieron haber suscitado. Por supuesto, nada en absoluto sobre cualquier conclusión, acuerdo o plan a ejecutar, si los hubo.
Dicen que las reuniones no se graban, no se transcriben y está prohibido que trasciendan a la opinión pública. Hay un argumento para estas medidas que impiden la presencia de periodistas, así se favorecen «las opiniones y el diálogo al máximo nivel posible».
La austera y sucinta página oficial del Club Bilderberg, carente de cualquier tipo de imagen reveladora, informa muy escuetamente de sus propósitos, de su historia, da un listado de los participantes, y responde apenas con un simple párrafo las que considera son las preguntas que más frecuentemente le hacen, y menciono los temas que tratarían en esta reunión.
«No hay agenda detallada, no se proponen resoluciones, no se vota, y no se publica ninguna declaración política», advierten en bilderbergmeetings.org.
Chantilly, 46 000 habitantes con ingresos por encima del promedio de los estadounidenses y a escasos kilómetros de la capital, Washington D.C., propicia esa seguridad ante los ojos y oídos curiosos de quienes quieren saber, por algo es preferida como residencia por figuras de la alta política de Estados Unidos. Por citar uno solo de sus vecinos, el exvicepresidente Dick Cheney…
Sin agenda previa, pero…
Quizás el más interesante punto llevó por título «La Administración de Trump: un informe de la situación», que se supone nunca conocerá el presidente de Estados Unidos, quien jamás ha participado en un conclave de los bilderbergs, porque nunca ha sido invitado.
Con la picardía de la sátira, el periodista Charlie Skelton escribe en el diario británico The Guardian: «Si existe un lugar donde un presidente pueda oír las palabras “estás despedido”, es en el Bilderberg», y se refiere nada menos que a Donald Trump, preguntándose si podrá pasar el examen o si «será detenido por tuitear en clases o le pedirán que vacíe su casillero y se vaya».
Pero en la lista de los «invitados» se nombran cuatro de su equipo de gobierno y en cargos bien importantes: Herbert Raymond McMaster, asesor de Seguridad Nacional; Wilbur Ross, secretario de Comercio; Christopher Lidell, director de iniciativas estratégicas del presidente, y Nadia Schadlow, asistente adjunta del Consejo de Seguridad Nacional del presidente.
Otro tema bosquejado a la sobra de la reciente cumbre de la OTAN en Sicilia y la posición de Trump que le dijo a sus aliados que «deben pagar» los gastos que ocasionan, fue la «Relación transatlántica y su alianza de defensa», de ahí la presencia del jefe otaniano Jens Stoltenberg.
Preocupante en el contexto del Viejo continente el futuro inmediato de la Unión Europea con el brexit del Reino Unido y los muchos problemas que ello acarrea y se une a la prolongada crisis de los refugiados, y se unieron temas como la ciberguerra, el papel de Rusia en el plano internacional, tampoco podía faltar China, el Medio Oriente y la proliferación nuclear.
Pequeños grupos protestaron en Chantilly contra el Club Bilderberg. Foto: The Guardian
Por eso a este foro anual son invitados por un comité directivo de 30 miembros entre 120 y 150 líderes políticos y expertos de la industria, las finanzas, la academia y los medios, tal y como afirma el grupo el cual acota que «Unos dos tercios de los participantes vienen de Europa y el resto de América del Norte (aunque no vi ningún mexicano en el registro); un tercio de la política y el gobierno y el resto de otros campos».
Más allá de las teorías sobre conspiraciones globales —y la vinculación —nada acertada— del grupo Bilderberg con aquellos Illuminati o Iluminados del siglo XVIII que se consideró la sociedad secreta más poderosa del mundo, destinada a cambiar la historia derrocando a las monarquías—, nadie puede obviar que estas reuniones no se hacen por pura recreación o ejercicio intelectual entre homólogos poderosos.
Tienen su objetivo y ese es ultrasecreto, entonces vale desconfiar y estar alertas.