La tecla del duende
Como si 30 años no bastaran, como si no fuera una cifra que de por sí vale la pena, el sicólogo y profesor Manuel Calviño ha estado acompañando otras dos veces por semana a la audiencia de Radio Rebelde. Es una oportunidad extraordinaria, en tiempos de pandemia, para abordar temas cotidianos y otros que resultan de utilidad en la vida. Y las personas lo agradecen.
Y es que en tres décadas de emisiones de Vale la pena, somos muchos los que le agradecemos al profesor Calviño por su profesionalidad y carisma para asumir como suyo nuestros problemas. Para enfrentar con una sonrisa la dificultad en duros años, para encontrar soluciones, para mejorar comportamientos, para que la vida sea mejor desde nosotros mismos.
Durante 30 años han sido varios los integrantes del equipo, con apenas un rostro visible, pero a todos llega la felicitación, como en un símbolo, cuando decimos Calviño. Por eso tomo la frase de este amigo televisivo y radial, en su libro Vale la Pena. Escritos con sicología, cuando concluye:
Este libro, el programa de televisión que (…) he mantenido al aire, se ha hecho justamente para que nos demos cuenta de «los huecos». Para que la costumbre de convivir con ciertos «baches» no nos imponga la acriticidad. Para que no le pasemos por el lado a «las furnias» en lugar de eliminarlas. Para que la familiaridad que tenemos con nuestra vida cotidiana no se convierta en motivo de estancamiento, de costumbre, de desesperanza o resignación.
La vida es sobre todo un proceso intencional. No somos vividos, sino que vivimos. Y para eso hay que asentir y dudar, afirmar y cuestionar, confirmar y negar. Es así como se construye un mejor ser humano, una mejor familia, un mejor centro de trabajo, un mejor barrio, una mejor ciudad, un mejor país. Vale la pena.
Keyla: Ahorra tu tiempo para los demás, pero gástalo conmigo. Tu puchunguito.
Tecleros de La Habana: Ante un año de distancias, otro año de numerosos rencuentros. Duende de Chocolate.
El secreto de la felicidad en el amor consiste menos en ser ciego que en cerrar los ojos cuando hace falta. Simone de Beauvoir.