La tecla del duende
El hombre es un animal de ritos. Bien lo sabía aquella ingeniosa zorra que Exupery dibujó para amaestrar y ser amaestrada por el pequeño Príncipe. De abrazos —casuales o diseñados— va armándose hacia lo infinito nuestra enciclopedia particular del afecto.
Por estos días celebraremos el rito de vernos para compartir las linduras humanas. Ocurre que hace ya nueve años El Genio tocó la primera tecla ocurrente y se cumple un lustro de que la columna se repartiera en tertulias.
Por eso, y a las puertas de un amoroso 14, nos reuniremos el sábado, a las dos de la tarde, en el mítico hueco de G y 21, del Vedado capitalino. Ser feliz en los otros, ese será tema para todos los tecleros que deseen sumarse.
Los ganadores del Concurso Encuentro Inolvidable recibirán sus premios, de manos del jurado y del maestro de la fotografía Liborio Noval. Como en ocasiones similares, el Instituto de Cariñología anuncia llovizna de duendes de varias peñas hermanas. Será una cita larga e intensa. JR llevará sorpresas.
Por su amor conocerás al hombre. El amor es su fruto natural, el más suyo, el más liberado de su ambiente.
El amor es el único fruto que crece, madura y brota en él, con toda la simpleza, la pureza y la gracia de la naranja en el naranjo, y de la rosa en el rosal.
Hay hombres sin amor, pero de esos hombres nada se sabe: nada pueden decir a la inquietud del mundo.
El amor es el fruto del hombre y también su signo; el amor lo marca como un hierro encendido y nos lo deja conocer, distinguir, entresacar…
No conocerás al que pasa por su vestido de palabras brilladoras —lentejuelas de colores…—, ni por la obra de sus manos ni por la obra de su inteligencia, porque todo eso lo da la vida y lo niega… Lo da y lo niega a su capricho —o a su ley— la vida.
Y hay muchos que van derechos porque el aire no sopló sobre ellos, y otros hay que se doblan como se dobla el arco, para arrancarle al viento su equilibrio, o para proyectarse de ellos mismos, fuera de ellos —¡en el viento!—, por la trémula, aguda flecha íntima...
La palabra noble es ciertamente un indicio; la obra útil es ya una esperanza. Pero solo el amor revela —como a un golpe de luz— la hermosura de un alma. (Dulce María Loynaz)
Muchacha que buscaba los cuentos de Poe: Me encantaría volverte a ver. Escríbeme, por favor. El muchacho de la librería
¿Qué ángel de hermoso vitral/ quiso hacerte aurora fiel/ dando a tu frente el dosel/ (leyenda para el final)?/ Paz y lumbre, su misal/ de un amor, sueño que espera/ por la dicha valedera:/ el misterio de la rosa/ que vive en la mariposa/ la llama de su quimera. (A una rosa, de Serafina Núñez)