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Los estadounidenses están gastando menos, y no porque hayan decidido cambiar sus fuertes hábitos consumistas. Se están viendo obligados a comprar menos ropa, muebles o aparatos electrodomésticos, porque el dinero se les va en llenar el tanque de gasolina de sus autos y en la canasta de alimentos, cuentas que han crecido en un índice nada halagüeño mientras la economía de ese país avanza a una temida recesión, crece el desempleo, se desploma el valor de las casas y miles pierden sus hogares por no poder pagar los intereses hipotecarios.
AFP, comentando un informe de Bespoke Investment Group, una firma investigadora del estado de Nueva York, ha dicho que «los estadounidenses están excavando más profundamente en sus billeteras para sus necesidades básicas...», y primordialmente se debe a la inflación en los precios de los alimentos y de la energía, por lo que ello motiva que haya contracción en el mercado automovilístico, de los materiales de construcción y la mercadería en general, y ropa.
Foto: AFP Un detalle que ejemplifica la situación: Myron Ullman, jefe ejecutivo de J.C. Penney Co. ha declarado en un congreso de ventas al detalle, celebrado en Barcelona, que de un plan original de 50 nuevas tiendas por departamento que abrirían este año, ahora solo inaugurarán 36. Reconoció que no estaban muy optimistas sobre un pronto final para la situación económica que hace mermar las compras.
Una voz autorizada como Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal de EE.UU., ha reconocido que «el consumidor está recibiendo el grueso del efecto» de la desaceleración económica —todavía les cuesta pronunciar la palabra recesión, mucho más al señor de la Casa Blanca.
La poca disponibilidad de efectivo en los bolsillos estadounidenses es una expresión no solo del alza de los precios, también de otro síntoma mucho más serio de la recesión: solo en marzo se perdieron 80 000 empleos, la tercera mayor reducción en cinco años, lo que ha elevado el desempleo a 5,1 por ciento; y ahí sí que el «ahorro» es obligado.
En el pesimismo los acompañan los jefes ejecutivos de las grandes compañías, pues solo un cuarto de ellos anticiparon un incremento en sus respectivas industrias en los próximos seis meses... Y esto a pesar de que ellos sí que ganan a manos llenas.
La primera potencia mundial puede que tenga un crecimiento cero del Producto Interno Bruto (PIB) en el trimestre inicial de 2008, afirmaba un estimado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París, tras estudiar la crisis inmobiliaria y el desplome del poderoso banco inversionista Bear Stearns.
Un pronóstico que se sumará —mejor digo restará— al escaso índice de 0,2 por ciento con que cerró 2007. Está claro el estancamiento por el que se cuela la recesión y su impacto o implicaciones para el resto del mundo. «La economía norteamericana está pegando bandazos, si no contrayéndose por completo», afirmaba la OCDE, citada por el diario ABC.
Al mismo tiempo, el precio del crudo llegaba este martes a un nuevo récord: 113.79 dólares el barril, mala noticia bien entendida por el ciudadano común, golpeado por ello, aunque no sepa de qué trata el análisis de los expertos.
Y si repercute en los bolsillos, también lo hace en el nivel de aceptación del timonel del barco en medio de tanto oleaje: siete de cada diez estadounidenses desaprueban la actuación económica de Bush (encuesta Washington Post-ABC News).
Mientras tanto, unos demócratas en auto-pugna se vuelven de vez en cuando hacia el rival republicano para endilgarle, como se debe en año electoral, los males económicos. Que alguien tiene que sacar provecho, ¿o no?