Acuse de recibo
El de hoy es un tema polémico. Uno de esos sobre los que se vuelve una y otra vez y no se logra consenso. Pero persiste la necesidad de tratarlo, al menos para dilucidar, en común, lo pertinente de buscar el equilibrio. Rafael Sarmiento Enríquez (calle Medio Interior, entre Guachinango y San Fabián, Matanzas) comienza su misiva preguntándose hasta cuándo «la cantinela» sobre el corte de cabello de los estudiantes en los centros escolares.
«La padecí en los años 70 —evoca Rafael—, y nunca la comprendí, y expresa que si bien se asiste en uniforme a la escuela, las diferencias más marcadas no son el largo o el estilo de los pelados.
«Siempre los jóvenes han imitado los cortes de cabello de artistas y personalidades, y esa es precisamente la edad para ello. ¿Por qué no dejar que sueñen un poco? ¿Qué de malo hay en llevar un corte u otro si el uniforme se usa correctamente, si se asiste limpio y aseado al aula?...
«¿Es tan importante el corte de cabellos para el aprendizaje?, ¿define la postura ideológica? No lo creo... Las ideas y el corte de pelo no vienen en una oferta de dos en uno.
«Enseñemos a pensar a nuestros hijos desde el respeto a sus gustos y opiniones; enseñémosles que viven en una revolución de ideas y no de apariencias, avancemos a la par de los tiempos. Nuestros jóvenes han demostrado ser lo mejor de esta tierra a través de la historia. Dejemos que lleven el cabello como prefieran mientras se preparan para construir la Cuba revolucionaria, digna y libre del futuro», sostiene Rafael.
Sobre el asunto en cuestión, como dijimos al inicio, hay pelo por donde cortar. Si bien este redactor podría suscribir casi en su totalidad las palabras del papá matancero, también comprende que las instituciones, los espacios sociales, la vida en comunidad tiene reglas, límites. Si estos no existieran el hombre andaría trepado a los árboles dando alaridos, y al llegar a su caverna asestaría un buen mazazo a la mujer si no tiene la pierna de mamut en la hoguera.
Sé que caricaturizo, pero quiero focalizar algo: las normas son el resultado de un sedimento cultural, de una historia, no cayeron como por arte divino sobre nuestros hombros. Ah, lo ideal sería que estas normas siempre fueran el resultado de la discusión, del fraterno debate, y no la imposición dogmática de alguna mentalidad anacrónica.
En todo caso, ante la duda de si ser severos implacables o permisivos totales habría que analizar, siempre que sea posible, cada caso en su singularidad. Las historias humanas son demasiado complejas para que tajen con un planazo homogeneizante. Buscar el punto medio, los porqués de las cosas, y tratar de aunar esas dos esencias que han de guiarnos: justicia y bondad. ¿Qué creen ustedes?
La gratitud de los hombres es la gran dicha del mundo, podríamos decir readaptando aquellos inmortales versos del Apóstol. Más aun cuando se es capaz de sobreponerse a dolores irreparables para distinguir la entrega de los otros.
Pienso en ello tras leer la misiva de la capitalina Mayra González (Colón No. 213, Apto. 16, entre Factor e Hidalgo, Plaza de la Revolución), cuyo papá falleció recientemente en el Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez Landín, de la provincia holguinera.
A pesar del desenlace fatal, Mayra reconoce y felicita el esfuerzo que hizo por su padre el colectivo de la sala de terapia intensiva del centro de salud, en especial el doctor Alberto Riverón, «porque demostraron un gran sentido de humanismo y profesionalidad», «aun en medio de las limitaciones que tiene la institución.
«También apreciamos similar conducta con otros pacientes y familiares de parte del resto del personal médico y paramédico, digno de ser destacado, reconocido e imitado, como ejemplo de entrega sin límites», concluye la remitente.