Y para firmas singulares, la de Vladimir Kirlov. Hasta hace muy poco, este joven ruso signaba sus documentos legales…con el dibujo de una carita sonriente. Pero la sonrisa de su rúbrica debe haberse tornado en agria mueca luego que un banco de Moscú le negase un crédito, porque no les convenció el feliz garabato que estampó en su solicitud. Es que hay mucha gente «cuadrada», amigo Vladimir.