Lourdes Mazorra López. Autor: Cortesía de la fuente Publicado: 05/08/2019 | 09:49 pm
CAMAGÜEY.— «No sé en qué momento me incliné por escribir. Tal vez si le pregunto a mi abuela, Aya, quien me alentó siempre a tomar el lápiz y papel, lo recuerde». Así comenzó el diálogo con Lourdes Mazorra López, la nueva camagüeyana que gana el anhelado Premio Celestino de Cuento, en su 20ma. edición, otorgado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS). De ese modo, el lauro sigue quedándose en la provincia, ya por tercer año consecutivo.
La muchacha confiesa a Juventud Rebelde que no puede recordar cuál fue su primera historia, su primer borrador. «Creo que nací queriendo escribir, no es que pudiera escribir, sino que lo necesitaba para ser, para existir; y en mí este deseo ha sido una cuestión de sobrevivencia. Mi familia me apoyó y creó hábitos de lectura muy favorables. Eso es importantísimo».
La joven, de 27 años de edad, aún sorprendida por la noticia asegura que no imaginó que su cuaderno de cuentos Las fauces, conformado por nueve relatos, fuera el elegido entre tantas buenas propuestas.
Mas el jurado, integrado por los destacados escritores María Liliana Celorrio, Félix Rodríguez y Rubén Rodríguez, reconoció en el texto de esta agramontina, quien es periodista de profesión, la buena construcción de sus personajes, las atmósferas de los relatos, el aliento poético que embellece las historias, lo que influye positivamente en el ritmo y la fluidez de las narraciones, y la adecuada selección del narrador.
Sobre Las fauces, la autora, quien se mantiene como colaboradora de Televisión Camagüey, reflexionó: «Sería difícil decirte cómo fue el proceso de creación de este cuaderno. Pero cuando cursé hace un año el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, salí con muchas ganas de escribir.
«Teníamos en el Onelio el Laboratorio del escritor. Allí nos “comíamos a preguntas” al escritor invitado, y este siempre nos ofrecía sus coordenadas escriturales; sus “trucos”, técnicas y paradigmas literarios. En ese debate una entiende que cada quien tiene su propio trance con el cuento; vive a su modo las historias y crea de maneras infinitas.
«Aunque al comienzo una se siente demasiado llena de contenidos, en el Centro Onelio se abren poco a poco los caminos de la escritura, y eso fue lo que me ocurrió. Yo quise escribir y lo hice. Así nació Las fauces, mi primera obra “completa”; terminada como libro».
—¿La creación en Lourdes?
—La creación es múltiple, una tiene que leer, trabajar, estudiar y crear, todo al mismo tiempo; así que hay que escribir siempre. No tengo momentos preferidos para hacerlo, pues la escritura es la que prefiere mis momentos, y cuando esta llega, el trance es inevitable. No puedo decirle que no, porque es muy persuasiva. Si no estoy en casa, escribo en el celular, en un papel cualquiera y hasta en mis sueños.
—¿Satisfecha por el Celestino?
—Sí, pero también de Ediciones La Luz. Cuando me entregaron el premio dije que estaba feliz, sorprendida y asustada como cualquier cronopio cortazariano (personajes del libro Historias de Cronopios y de Famas, 1963, del escritor argentino Julio Cortázar, los cuales son dibujos fuera del margen o un poema sin rimas), porque entrar en el mundo de los escritores publicados de la mano de Luis Yuseff y su equipo de trabajo, es un honor; sus selecciones de textos son excelentes y sus libros siempre tienen una hermosa factura.
—Varias veces has afirmado que los premios te impulsan a seguir trabajando...
—Sí, porque el laureado debe superarse a sí mismo y seguir trabajando, pero más fuerte. Los premios además tienen el «don» de visibilizarte en los medios de comunicación masiva, y también permiten compartir con escritores de distintos lugares; intercambio necesario para crecer profesionalmente.
«En mi caso el premio Celestino es una nueva etapa de creación, pero también significa una colaboración cercana con Ediciones La Luz, que de seguro será fructífera y que no terminará hasta la Feria del Libro de 2021, cuando Las fauces se presente, y aun después de este momento, porque es imposible concebir la creación sin la recepción de la obra. Incluso, los lectores serán quienes completarán este libro, y aun así nunca sentiré que está acabado. Pero hay más: con los premios también se gana la posibilidad de agradecer en público a quienes de una forma u otra ayudaron».
—¿A quiénes agradeces?
—Mi lista, que es larga, comienza por mi familia, la de sangre y la de los afectos: mami, papi, tíos, abuelos, pareja, amigos como Benito Carballo, quienes se han encargado de mi formación. Me es imprescindible mencionar a mis profesores del Centro Onelio: Eduardo Heras León, Raúl Aguiar y Sergio Cevedo. Tengo además nombres para siempre: los escritores Oneida González y Gustavo Pérez, su esposo, así como Obdulio Fenelo, quien también ganó un Celestino.
—¿Tus autores y libros de cabecera?
—Son varios, estoy contagiada de literatura argentina, siento debilidad por ella. Me «revuelco» en orgías literarias inacabables con Cortázar, Borges y Abelardo Castillo; y de ellos prefiero a Cortázar, estoy realmente seducida por él, aunque también me gustan Alejandra Pizarnik, Ernesto Sábato, Franz Kafka y Antón Chéjov.
«Mi adolescencia quedó marcada por García Márquez, Horacio Quiroga y Carpentier, además de por algunos clásicos griegos. Hace algunos años descubrí el placer de la narrativa de Onelio Jorge Cardoso y Mario Vargas Llosa. También necesito de Cabrera Infante y Virginia Wolf. Trato de leer mucho, casi siempre obras o autores recomendados; el Centro Onelio también puso muchas guías para mi lectura.
«Los libros que no pueden faltar en mi almohada son Rayuela, de Cortázar; El Aleph, de Borges, la poesía toda de la Pizarnik; y Los desafíos de la ficción, del Centro Onelio. En mi celular están los cuentos de Cortázar, Vargas Llosa y García Márquez; también Tres tristes tigres, de Cabrera Infante».
—¿Proyectos?
—Trabajar, escribir. Con eso soy yo misma.