Los extranjeros se asombraban de que usáramos: me llovizné, y no: me lloví. Más aún, cuando iban a un diccionario y encontraban que llover podía conjugarse como pronominal: lloverse; sin embargo, lloviznarse, no. Hace un tiempo se aceptó también este último, con ese carácter.
Alguien exclamó: ¡Qué «truenamenta» hubo ayer! Otro, que lo oía, dijo en voz baja:¡Oye eso, se dice: «tronamenta»! Los dos estaban equivocados. Quizá por su semejanza con cornamenta, le pareció más aceptable esta última al criticón.
En nuestras zonas rurales, si alguien está muy delgado, emplean frases como: «¡Parece un “espincho” en tiempo de sequedad!». Confunden tal vez espiche, que es el extremo de la palma real, a continuación del tallo; también arma e instrumento puntiagudo y estaquilla. Sequedad es cualidad de seco, y figuradamente dicho, expresión o ademán áspero y duro. Se utiliza más en plural. En el caso que nos ocupa, se recomienda: sequía. Pudiera decirse: «Parece un espiche en sequía».
«A la ocasión (o a la oportunidad) la pintan calva» se debe, según imaginan algunos, a que la imagen de la diosa romana Ocasión, una bellísima mujer, aparecía casi sin cabellos. Es probable que se mostrara con ello lo efímero del tiempo disponible para aprovechar una ocasión, a la que ni siquiera nos es dable asirla por el cabello cuando pasa por nuestro lado.
La respuesta de hoy
Sí, cité una vez la expresión: «No hay tutía». Se usa cuando una enfermedad carece de cura. Dulce María Ruiz, de Candelaria, desea conocer el origen. La atutía o tuthía (del árabe attutíyya) era un ungüento que sanaba todos los males; al menos, eso creían en aquella época. Consistía en una mezcla de óxido de zinc y otras sales metálicas.