El biógrafo de la Alonso en la actualidad. Foto: Roberto Morejón Siempre fue un muchacho con una sed de conocimientos insaciable, curiosidad infinita e imaginación superpoderosa. Sin embargo, nada en su infancia le hizo pensar que algún día no solo tendría la oportunidad de estar tan cerca de la gran Alicia Alonso, esa inmensa mujer que aprendió a admirar desde pequeño, sino que con el tiempo se convertiría en su biógrafo y en el Historiador del Ballet Nacional de Cuba, función que Miguel Cabrera desempeña desde hace 40 años.
—¿Cuándo se produjo el encuentro con Alicia?
—A inicios de la Revolución tuvo lugar la Operación Cultura, cuyo cierre se iba a hacer en el estadio universitario (después yo haría la cronología de la relación histórica entre la FEU y el BNC), pero amenazaba lluvia. Y el 1ro. de junio de 1959, con un amigo entrañable, fuimos al coliseo de la Ciudad Deportiva, donde Alicia bailó el segundo acto de El lago de los cisnes. A ella no le gusta que lo diga, pero a pesar de que allí estaba el cuerpo de baile y tenía como partenaire a Igor Youskevitch, yo nunca los vi, solo tenía ojos para Alicia. La emoción apenas me dejaba respirar. Era el encuentro con un símbolo.
«Tocó la casualidad de que, cuando me retiraba, sentí una voz gruesa. Me volví y me sorprendí al ver que aquella voz de contralto provenía de un cuerpecito ataviado todavía con su corona de Odette y su tutú con plumas. Hablaba emocionada, apretando contra su pecho un ramo de rosas rojas, con el maestro Enrique González Mántici. Me quedé lelo, como cuando miras una aparición».
—¿Y no se atrevió a abordarla?
—Yo estudiaba Historia en la Universidad de La Habana, por lo que me había involucrado en el estudio de la huelga obrera de 1935. Un buen día, mientras revisaba publicaciones de la época, di con un periódico de marzo de 1935 donde se escribía: «La graciosa jovencita Alicia Martínez, que el próximo 20 de marzo tendrá a su cargo el rol de Swanilda en la función de Coppelia, que se efectuará en el Ballet de Pro Arte...».
«Y me entró la duda: ¡Esa Alicia Martínez tiene que ser la misma Alicia Alonso! Y, a partir de 1966, comencé a preparar unas fichas. Dondequiera que revisaba hallaba: Alicia Alonso, la célebre Giselle..., pero me faltaba un dato. Un amigo me embulló: ¿Y por qué tú no se lo preguntas? ¿Hablarle yo a Alicia? No me atrevía, hasta el día de una función en que protagonizó La fille mal gardée. Por alguna razón, se quedó solita, y algo me impulsó a acercármele. Alicia, yo soy un estudiante de Historia, le dije con voz temblorosa. Estoy terminando mi carrera y haciendo una bibliografía sobre usted, pero necesito establecer una fecha: ¿Cuándo usted se estrenó en Giselle? Se me quedó mirando y me respondió: “Joven, si usted supiera que no lo sé... Ay, tengo que pensar en eso, pero hable con Adolfo Roval”.
«Cuando ya me marchaba, una persona me puso la mano en el hombro y me dijo: “Joven, creo que tengo esos datos. Era Ángela Grau, quien se desempeñaba como subdirectora del BNC. Me propuso que fuera a su casa, lo que no hice hasta un tiempo después. Yo salía de la Biblioteca Nacional, donde permanecía horas y más horas, y después me encaminaba hacia su casa. Me comía una croqueta de esas que se pegaban en el cielo de la boca y me llevaba otras en un cartuchito.
«Al tiempo encontré tres críticas donde se escribía: “Anoche se produjo el triunfal debut de Miss Alonso en el rol de Giselle”. Miré el machón y era noviembre 3. Luego, la función había tenido lugar el 2. ¡Encontré la fecha! Muchas croquetas que me costó. Esa es la razón por la cual entre Alicia y yo se estableció un “pacto de croquetas”. Dondequiera que estemos juntos y exista ese exquisito “manjar” lo compartimos (ríe)».
—El público del BNC lejos de disminuir, crece. Usted ha jugado un papel esencial en ese sentido...
Cabrera junto a Alicia en un descanso de la filmación de Ad libitum. —Entre mis mayores orgullos se encuentra haberme involucrado en una tarea que me ha regalado una de las experiencias más grandes de mi vida: participar en la divulgación masiva del arte del ballet. Aunque no era una labor nueva para la compañía, no fue hasta después de 1959 en que favorecer la apreciación del ballet alcanzó una magnitud asombrosa, gracias, en buena medida, a los espectáculos didácticos encabezados por Alicia y Sara Pascual, donde también participaba una pareja de bailarines, integrada por cualquiera de las Joyas y Jorge Esquivel, Lázaro Carreño u Orlando Salgado, que provenían de la graduación de 1968.
«Estos espectáculos didácticos fueron consecuencia de un hecho poco agradable, que tuvo lugar en el año 1970. Sucedió que en una de las tantas funciones que se programaban entonces se había invitado a estudiantes de diferentes tecnológicos; becarios que apenas salían de donde estaban y los llevaron al teatro sin una preparación previa, lo que conllevó a que se comportaran de una manera incorrecta. Tanto fue así que Sara Pascual se vio obligada a dirigirse a ellos en varias ocasiones. Fue cuando Alicia explicó que la culpa no era de los becarios, sino de nosotros que no habíamos sido capaces de ofrecer educación artística a esas personas. Así se decidió emprender un plan de encuentros con ellos.
«El primero tuvo lugar en el antiguo Chaplin (hoy Karl Marx). Recuerdo que Lázaro Carreño y Caridad Martínez, quienes se preparaban para el I Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria, integraban la pareja de baile, y que Sara empezó a hablar conmigo y a explicarme la importancia de lo que se iba a llevar a cabo y que necesitaba de mi ayuda. Y de repente, ¡pum!, yo estaba delante de una «boca negra» frente a 4 000 personas. Pero no hubo tiempo para nerviosismo. Ella comenzó a hacerme preguntas y yo a contestarle. Así se inició una labor que me permitió recorrer Cuba junto a Alicia. Yo conducía la parte histórica y ella se refería a los ballets, los estilos, los pasos, mientras los bailarines interpretaban un fragmento de una obra... El honor de mi vida ha sido ser partenaire de Alicia Alonso y de todas las grandes figuras del BNC, en esa tarea.
«De ese modo, el espectáculo didáctico “Un encuentro con la danza: la técnica, la expresión y los estilos”, le ha posibilitado al BNC estar en 104 municipios del país.
«Mira, en una ocasión fuimos a Cueto, en Holguín, donde, además de en la ciudad cabecera, debíamos actuar en Tacajó, pero llovió el día que la función estaba prevista. Sin embargo, se nos pidió que no dejáramos de actuar allí. Como éramos un grupo pequeño nos subdividimos, pero cuando llegamos nos encontramos que se había construido un escenario tan grande que se podía bailar El lago de los cisnes completo, y nosotros llevábamos un programa corto.
«Entonces se decidió que yo hiciera el espectáculo didáctico, y se incorporó un número más: Dan-son, de Gustavo Herrera. Estábamos un tanto preocupados porque sabíamos que cerca había una piloto. Pero la conmoción fue tan grande que no creo que ni en la Ópera de París, ni en el Marinsky de San Petersburgo, ni en el Metropolitan de Nueva York, haya habido más concentración y silencio que el que hubo allí.
«Al terminar la función, la gente empezó a rodear a los bailarines. Había un guajiro típico montado en su caballo, con un machetín que le llegaba a la pantorrilla, su sombrero y sus polainas, a quien Aurora Bosch, al verlo tan impenetrable, mirando a todo el mundo muy fijo, le preguntó: Y a usted, ¿qué fue lo que más le gustó? Todo, respondió él muy circunspecto, pero Aurora insistió: Sí, seguro que fue Dan-son, por su música pegajosa. A lo que él le aclaró: Sí, me gustó, pero cuando vuelvan traigan el de las cuatro muchachas rosadas, que es el más bonito. ¿Qué te parece? ¡El Grand Pas de Quatre! Esa exquisitez suprema, el modo expresivo de un estilo, fue lo que más le atrajo. El modo en que siempre han sido recibidos los espectáculos didácticos me ha confirmado algo que ya sabía: todo ser humano es sensible a la belleza».
—¿Cuál crees que haya sido la mayor grandeza del BNC?
—Entre otras, haber hecho realidad que el público de ballet sea todo el pueblo de Cuba. La Revolución tuvo la lucidez de constituir una red de escuelas. Alicia es única, pero a la vez está multiplicada en el pueblo cubano, y también hay muchos Fernandos y muchos Albertos.
—En estos 60 años han sido varias las generaciones de bailarines que han pasado por el BNC: unos han permanecido; otros se han marchado...
—Siempre he dicho que los que son símbolos pueden cambiar de lugar geográfico, pero no el histórico. Los que entraron en la historia, aunque en determinado momento no hayan sido consecuentes con lo que protagonizaron en el plano práctico, están fijos para siempre al lugar donde hicieron la obra. Aquellos que no están porque escogieron otros caminos por su voluntad y decisión, los admiten adonde van por la grandeza que tiene el método en que se formaron, que le dio la calidad que tienen. Los grandes son los que comprendieron que el arte no tiene Patria, pero el artista sí, como expresara Marinello. Respeto mucho a quien no olvida dónde están sus raíces.
—¿Encontró en la profesión de historiador su verdadera vocación?
—Creo que mi verdadera vocación ha sido la de maestro. Todo lo que investigo lo vuelco en un libro, pero el fin siempre es compartir esos conocimientos con mis alumnos. Poderles decir que en 60 años de historia el BNC ha llevado a cabo 173 giras internacionales y ha visitado 60 países (23 de América, 25 de Europa, 8 de Asia, 3 de África y Australia); que se han creado 655 obras (es impresionante decir que de ellas 461 han tenido carácter de estreno mundial); que solamente en eventos competitivos como el Festival de París, los concursos de Varna, de Moscú, Japón, Lausana, Nueva York, Jackson, Perú, Brasil... se han obtenido 5 Grand Prix, 10 medallas de oro, 12 de plata, 10 de bronce, así como 27 premios especiales, 28 medallas y diplomas de honor, 14 premios en coreografías modernas... Eso sin contar las 1 154 distinciones de carácter cultural, social y político (768 nacionales)...
«El 3 de diciembre de 2003 me gané por oposición el grado máximo científico en esta rama: Doctor en Ciencias sobre el Arte. Entonces le dediqué a Alicia unas palabras de Raúl Roa por la grandeza de su obra, por haber probado en ella misma el talento que hay en su pueblo. Como Roa dije: Siempre preferiré la aurora al crepúsculo y la flecha al cangrejo. Mientras tenga fuerzas para crear seré una flecha disparada para poner en la palestra pública la inmensidad de una institución que es la suma de muchas voluntades.
«Cuando en la década de 1950 se montó un ballet audaz como Toque, que reflejaba el tema negro con la técnica de ballet, Don Fernando Ortiz dijo: el ballet cubano “debe darnos un arte con alma de Cuba, pero en su plena y gloriosa integridad nacional, traducido al lenguaje de universal vibración (...) auguramos que lo hará con bellas floraciones si no reniega de sus profundas raíces ni de su rica savia, y sabe airear su frondoso follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea”. Justamente eso es lo que ha realizado la compañía en estos 60 años. El BNC ha hecho gloria, pero también escuela».