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Los abrazos de Adriana

Una licenciada en Educación Especial que hoy se desempeña en el trabajo profesional de la UJC en Granma, sigue dejándose enamorar por los gestos y sonrisas de los niños

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Ese día fue inolvidable. Adriana Aguilera Alberja iba por la calle cuando una estudiante de preuniversitario y su progenitora se abalanzaron hacia ella; querían abrazarla y agradecerle sus lecciones en el seminternado bayamés 4 de Abril.

Al final terminaron llorando las tres. Mientras transcurría la emocionante escena la muchacha vestida de uniforme recordó en rápida retrospectiva sus tiempos de inadaptación en la escuela primaria, el sufrimiento de la familia y especialmente la paciencia de Adriana, quien logró encaminarla y enamorarla del aula.

«Me han pasado otras cosas similares: padres que me han parado en una esquina para decirme que me extrañan, niños que han salido corriendo para darme un beso, exalumnos ya jóvenes que han acudido a mí para hablarme de su vida…».

Así, con sano orgullo, cuenta esta bayamesa de 35 años su faceta como educadora, aunque hoy no se desempeña entre pupitres y pizarras, sino como miembro del Buró Provincial de la UJC que atiende a la Organización de Pioneros José Martí en Granma.

Ella guarda en la memoria otros pasajes impactantes, como los de Francisco, un niño de séptimo grado de la escuela especial Félix Varela. «Yo estaba en las prácticas preprofesionales y ese pequeño no trataba con nadie; sin embargo, cuando yo comencé a trabajar con él se apegó a mí y logré llevarlo a las Olimpiadas especiales y a la feria del libro, incluso llegó a pasarse tres días en mi casa», narra.

Hoy esta dirigente incansable sigue relacionándose con los más nuevos porque tal vínculo oxigena su reloj. «En la oficina vivo ideando; modifico mi tiempo para llegar al encuentro con los pioneros; me planifico la visita a un municipio y siempre llego a los colectivos para conversar con ellos, eso es lo que más disfruto: compartir, dialogar y estar en cualquier espacio donde se encuentren los niños», dice Adriana, quien se graduó como licenciada en Educación Especial en el Instituto Superior Pedagógico de Manzanillo, en 2009.

Dedicada al trabajo profesional de la UJC desde 2014, reconoce que para laborar con los pequeños no basta con el deseo. «Es una tarea que no todas las personas pueden cumplir, porque se necesita carisma, pero también requiere de mucho estudio, de comprensión, de analizar cuáles son los intereses y necesidades de cada uno de ellos».

Los años de experiencia como dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria y luego como guía base, líder sindical y sicopedagoga la han ayudado a desenvolverse con menos complicaciones en el cargo, desde el cual siempre ha abogado por cumplir cada promesa que se les haga a los adolescentes y niños.

«Debemos escucharlos, responder mediante sus códigos y hacerlos sentir importantes», enfatiza esta apasionada por la cultura y creadora de manualidades, muchas de estas destinadas a los mismos infantes.

Exigente y risueña, Adriana expone entre bromas que su numerosa familia es la mejor, muy unida, divertida y solidaria. «Siempre me ha apoyado, tengo mi sostén en mi madre, Felicia Xiomara, de la que estoy muy orgullosa, una mujer de dicharachos y ocurrencias. Por otra parte, mis sobrinos son especiales, a ellos dediqué mi trabajo de diploma».

En el epílogo del diálogo con JR, admite que se ha visto obligada a postergar sueños y metas, pero se siente una persona feliz. Que nada le hace vibrar más el corazón que cuando escucha una voz infantil diciendo «Mamá (papá o abuela)… ¡Mira mi seño!».

 

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