Cuba lleva más de 15 meses batallando contra la COVID-19. Lo hace, a diferencia de casi todos los países, en un contexto de marcada hostilidad estadounidense y de un recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero que mantiene Washington hace 60 años.
A los efectos económicos asociados a la pandemia se suman los impactos de la guerra económica arreciada por Donald Trump y mantenida por el demócrata y pretendido defensor de los derechos humanos, Joe Biden.
La vida diaria en Cuba es difícil. Ni los isleños ni sus amigos en el mundo ocultamos esa realidad. Con una economía abierta y pocos recursos naturales, precisamos del intercambio comercial y financiero con el mundo. Y eso es lo que impide el bloqueo.
En medio de la mitigación sanitaria de la pandemia, Cuba se ha visto imposibilitada de adquirir insumos médicos y materias primas para la elaboración de medicamentos en los que debían ser sus mercados naturales. Esta situación multiplica los costos de lo que necesita por concepto de intermediarios, mercados distantes y elevados fletes.
El Papa Francisco pidió en abril de 2020 la eliminación de los bloqueos que existiesen, y que fueran condonadas las deudas a los países más afectados por el virus. El llamado del Sumo Pontífice no fue escuchado en la Casa Blanca ni en la oficina del otrora candidato Biden, quien, tras ocupar el despacho oval, mantiene intacto el bloqueo a Cuba y las más de 240 medidas tomadas por su antecesor.
A pesar de todo, el Gobierno y el pueblo cubanos han logrado mitigar el impacto del virus, elaborar protocolos propios para la atención de los enfermos y crear cinco candidatos vacunales contra el virus, uno de ellos oficialmente vacuna y otro a punto de culminar el proceso de acreditación. Al mismo tiempo, se adelanta un ensayo clínico de las vacunas en edades pediátricas. Toda una proeza médica y científica sin precedentes para un país pequeño y hostigado por la mayor potencia del mundo.
Lo anterior no significa que la pandemia en la Isla esté controlada. Lo que significa es que los efectos sanitarios han sido mucho menores que en la región y el mundo, gracias a la política de salud cubana.
Los números no mienten. Cuba está muy lejos de una situación sanitaria descontrolada o una crisis humanitaria, a pesar de las limitaciones económicas por las que atraviesa.
¿Humanismo o cinismo?
Por estos días, se avivó una solicitud de apoyo para la apertura de un «corredor humanitario» para Cuba. Supuestamente, la idea es de un grupo de emigrados cubanos en Miami y cuenta con el apoyo de la maquinaria mediática anticubana establecida en Estados Unidos y financiada por el gobierno estadounidense.
Exigen, en esencia, que Cuba permita, sin restricciones de ningún tipo, el vuelo de aviones de emigrados cubanos con ayuda procedentes de la Florida. Lo curioso es que no fue el Gobierno cubano el que redujo los vuelos desde Estados Unidos a Cuba.
En agosto de 2020 el presidente Trump suspendió todos los vuelos chárter hacia Cuba. Esta decisión se sumó a otras que afectaron los vínculos entre ambos pueblos, y en especial la relación de la emigración con sus familiares en Cuba.
En este sentido, la exigencia de un «corredor» va en una dirección errada, lo que ratifica su motivación política y efectista. Además, es el Gobierno cubano el mismo que no descansa para, junto al pueblo, vencer el virus en medio de la hostilidad estadounidense.
La cadena secuencial es evidente. Se impone el bloqueo para generar la crisis, se propaga la matriz de la crisis y la necesidad de un «corredor humanitario» sin mencionar la verdadera causa, y llegan los bloqueadores (o sus peones) vestidos de salvadores por ese corredor, socavando la soberanía y la dignidad del pueblo bloqueado.
Ese es el plan esta vez contra Cuba. Y aunque no se muestre el rostro del verdadero promotor de tan infame y cínica propuesta, en Cuba sabemos qué mano mueve esa cuna.
Es de un cinismo olímpico apoyar, siquiera ingenuamente, una propuesta de crear un «corredor humanitario» para Cuba, cuando no se exige el fin del bloqueo genocida y criminal que mantiene Estados Unidos por seis décadas, verdadera causa de las carencias de los cubanos y principal obstáculo para el despegue económico de un pueblo que tiene todas las potencialidades sociales, humanas y científicas para hacerlo.
Vale recordar en este momento de exigencias y solicitudes impúdicas, cómo el bloqueo impidió, por solo poner un solo ejemplo, que llegara a puerto cubano una donación de una fundación china por el solo hecho de que la naviera que la transportaba podría ser sancionada por Estados Unidos si tocaba las costas cubanas.
¿Por qué entonces un corredor y en este momento?
No es casual que esta iniciativa «humanitaria» surja mientras millones de personas en el mundo, incluyendo cubanos emigrados, reclaman a través de diversas campañas y acciones el fin del bloqueo, demanda verdaderamente humanista y sincera.
No es casual que surja esta «propuesta» unos días después de que 184 países del mundo apoyaran la resolución presentada por Cuba que condena el bloqueo, y se conozca el extraordinario impacto científico de Cuba con sus vacunas anti-COVID.
Necesitan los demócratas de Biden equilibrar la balanza. Esto explica el esfuerzo por propagar una inexistente situación de caos, colapso y desidia gubernamental en Cuba, para lo cual harán lo que sea necesario, incluso mentir. Es lo que hizo Biden y su séquito al acusar a Cuba, como hizo Trump, por supuesta trata de personas, en un claro intento de desacreditar también la cooperación internacional cubana en la esfera de la salud.
Cuba saldrá adelante. Es imposible opacar su obra social ni su solidaridad para con el mundo. No podrá el bloqueo ni sus serviles defensores por acción u omisión variar el curso determinado por la voluntad de un pueblo que lo ha vencido todo, y que vencerá también la pandemia con verdadero humanismo y sin cínicos corredores.
(Tomado de Al Mayadeen en Español)